Rosa Rodríguez *
Los salientes rocosos tan presentes en la costa canaria están plagados de agujeros circulares u ovoides de distintos tamaños en los que hasta hace unos pocos años casi nadie había reparado. Las cazoletas de mar, muy similares a las que hay tierra adentro, comienzan a estudiarse y a vincularse a los cultos de los aborígenes canarios.
Si
las manifestaciones rupestres de canales y cazoletas fueron ignoradas por la
investigación arqueológica hasta casi finales del siglo XX, las cazoletas de
mar no han existido para los estudiosos del mundo aborigen en Canarias hasta
hace unos años. Arqueólogos de La Palma y Lanzarote empiezan ahora a indagar
científicamente sobre estas estaciones que se salpican por las costas de todo
el Archipiélago, pero han sido los investigadores del ámbito de la antropología
los que más han avanzado en su estudio, vinculándolas a los astros y la
religiosidad aborigen.
«El mar ocupaba un destacado papel en la mitología y cosmovisión de los aborígenes
canarios», asegura el investigador y profesor de filosofía, Eduardo Pérez Cáceres,
uno de los primeros, junto al equipo de la Asociación Irune La Palma, que ha
investigado las cazoletas de mar y que en los últimos años no sólo ha
localizado más de 80 nuevos emplazamiento de cazoletas de mar en La Palma y 125
en el norte de Tenerife, sino que se ha acercado a una explicación y
significado de estos espacios. Su investigación se ha publicado, en 2015 y
2016, en la revista de prehistoria de Canarias Iruene, cuyo objetivo es
profundizar en las raíces del pensamiento religioso de los aborígenes.
Para Pérez Cáceres, las cazoletas de mar no tienen «finalidad práctica» y sí
«se trata de lugares sacralizados por los antiguos indígenas, vinculados a los
cultos astrales y al culto a los antepasados». Algunas estaciones, dice este
antropólogo palmero, «constituyen auténticos santuarios».
Conjuntos de hendiduras circulares de distintos tamaños excavadas en el basalto
en la orilla del mar están presentes en todas las Islas, lo mismo que las
cazoletas, esta vez unidas por canalillos, en las medianías y cumbres.
Se han descrito en La Palma, en el norte de Tenerife, en Lanzarote,
Fuerteventura, en Gran Canaria y también en El Hierro, en concreto en La
Restinga.