La corrupción que no cesa

 

Juan Jesús Ayala

Es como si de pronto se hubiera destapado la caja de los truenos y fuera la novedad lo que preocupa -lo que debe ser así- sobre lo que con insistencia se debate, se comenta, donde cada cual toma posiciones al respecto y sobre la que revolotean comentarios que se afincan por lo general en la clase política.

Pero la corrupción es tan vieja como la historia del hombre, desde que aparece la competividad y, sobre todo, el poder y el Estado no han dejado de ser protagonistas, no solo en un país o en otro. Es un fenómeno universal con categoría de inviolable, y lo paradójico de este asunto, ateniéndonos a la política, es que no siempre se ha castigado electoralmente, sino todo lo contrario. Desde las repúblicas americanas hasta el espacio latino o anglosajón se ha premiado con el poder al corrupto.

Sin embargo, donde existe poder está presente y no actúa como un espécimen abstracto, camuflado, sino que tiene nombres y apellidos; no se ubica solamente en la política, también abunda en los opinadores, que no es que estén dominados por la influencia del dinero, como se decía anteriormente, por el oro de Moscú, pero sí suman sobres y más sobres que el poder pone en el juego del soborno y en el ámbito del adulamiento para que se enaltezca a figuras que no dan la talla, que hay que encumbrarlas desde la propaganda pagada y desde el enfado artificial de unos y de otros para perpetuarse, para poner traspiés y que se cambian de chaqueta a veces a velocidad de vértigo, según por donde soplen los aires de su subsistencia.

Desde que no se llegue al encuentro con la ética y la estética, la corrupción seguirá incidiendo con profundidad y desgarro en la vida y en el entorno de la gente y de los países; seguirá siendo carne de comentario donde unos verán sangre y otros lástima y lágrimas si se continúa con el desguace apabullante de juicios paralelos, de opinión sin contrastar y de enfados que molestan al contrario.

Con lo cual, la corrupción no solo perderá gas y se difuminará, sino que se acentuará, tendrá más discípulos y su aprendizaje será eterno para los que han pasado de largo llevándose jirones, y como otros tantos que se han aprovechado de ella para estar en un nirvana encantador, dando la sensación de que es un constructo imaginario, que se desvanecerá con el viento de la historia, pero que precisamente ese viento movido por las ansias de poder hará que se acentúe y que la corrupción viva en sus aledaños como vigilante sospechoso de sí mismos.