Corrupción
mafiosa
Francisco Javier González
Es imposible permanecer impasible ante la corrupción
mafiosa que practica el PP. Dentro del sistema no hay solución y el único
camino válido es la REVOLUCIÓN.
“Après moi, le déluge”
expresaba Luis XV, pero no fue el
diluvio lo que vino después. Perdió -literalmente- la cabeza y dio paso a la
Revolución Francesa. El carpetovetónico PP va camino de perder su cabeza -el
Sr. Rajoy- y dar paso a lo más parecido a una revolución que podemos imaginar.
Razones no faltan. Un partido, el PP, que tras una campaña electoral llena de
promesas que sabía no iba a cumplir, mintiendo bellacamente a toda una
población, desarrolla su actuación política mediante la permanente agresión a
las capas populares, destruyendo cuestiones tan básicas como sanidad,
enseñanza, dependencia, cultura, investigación, seguridad laboral,
desarrollo..., con tal saña que tendrá incluso que alterar ligeramente su
nombre añadiéndole el prefijo “im” a lo de popular,
bien merece que estas capas agredidas de la población protagonicemos una
verdadera revolución.
No les basta con destruir todo un modesto “Estado del
Bienestar” que con la dura lucha de muchos años de las clases explotadas
habíamos conquistado. Nuestro aplastamiento, nuestra derrota, tenía que ir
acompañada del enriquecimiento personal de pícaros, lambidos y trapisondistas.
Los pobres cada vez más pobres y expoliados y los ricos, esa exigua minoría,
cada vez más ricos y prepotentes. Bancos y banqueros que habían actuado como
vampiros chupasangre de muchos modestos ahorros, macroempresas de constructores que enladrillaban el estado
al cobijo del total desamparo en que la Ley del Suelo de Aznar y las
corruptelas de muchos municipios colocaron al territorio, presidentes
-corruptos y corruptores- de asociaciones empresariales y toda una
imprescindible caterva de politicastros corrompidos -a los que llamar
“políticos” es un insulto a esa palabra- son la despreciable categoría que nos
ha conducido a esta penosa situación y que ahora protagonizan un episodio que
parece rememorar las hazañas de la mafia con el cumplimiento férreo de su Ley
de Omertá.
El Sr. Rajoy, ejerciendo del cervantino personaje
Monipodio, rige ahora su patio en que cuando Rinconete
le pregunta a su guía ¿Es vuesa merced, por
ventura, un ladrón? le responde el guía “Sí, para servir a Dios y a las
buenas gentes”. Esos guías introductores al Patio de Monipodio, sede de
todos los tunantes, estafadores y malandrines de Sevilla, trasladados a todo el
Estado Español podrían hoy llamarse Bárcenas, La Puerta,
Gürtel, Camps, Matas..., o podrían llamarse Urdangarín o llevar como apellido Borbón pero no podemos
olvidar que no hay corruptos sin corruptores atrincherados tras empresas
“solventes” y de “éxito”, con conocidos nombres como Sacyr-Vallehermoso o Mercadona o enmascarados tras siglas sugestivas como FCC y
OHL y sugerentes apellidos como Villar Mir, Cotino, Mayor Oreja...
Si el panorama metropolitano lo extrapolamos a esta
colonia africana de Canarias no es menor la desolación y el pillerío.
“Casos” de sonoros nombres como Eolo, Góndola, Faycan,
Canódromo, Aeromédica, Unión, Europa, Gran Marina, Fonsecas, ICFEM, Lopesan, La
Favorita, Las Teresitas, Varadero, Tindaya, Tebeto..., y a su socaire una parranda de tunantes campando
a su antojo que nos rodean por doquier disfrazados de probos ciudadanos bajo el
amparo de un ineficaz y débil gobierno pseudonacionalista.
Frente a este panorama, que no tiene salida dentro de
este sistema expoliador capitalista, en que el partido que gobierna el Estado
se desmorona por su putrefacción interior, la oposición posible carece de la
fuerza necesaria para sustituirlo y en que la misma jefatura del estado está
moralmente incapacitada para servir de regulador ético, pienso que solo queda
un camino: una revolución que recupere la ética colectiva y la dignidad de la
política y, para nuestro caso canario concreto, que además de la dignidad y la
ética suponga conquistar la descolonización y la independencia.
Gomera a 1 de febrero de 2013
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Javier González, publicados en El Guanche y en El Canario