¿Para cuándo la convergencia nacionalista canaria?

 

Juan Jesús Ayala

No es solo indispensable, sino vital, necesaria y perentoria. Las coyunturas electorales que se han propiciado en las pasadas elecciones no deben seguir dándose en el futuro y que conduzcan a confluir en un pacto electoral de unos con otros y otros con los de más allá. Si fuera así, sería contribuir a la fractura, al caminar renqueante y siempre a expensas de terceros. Esa cuestión que no tiene permanencia en el tiempo es un lastre y funciona como un espejismo que carece de contundencia político-ideológica hacia mañana o pasado mañana.

Se ha contrastado cómo el nacionalismo de CC-PNC-CCN ha avanzado con presencia mayoritaria en cinco cabildos, obteniendo más concejales que el PP y el PSOE, así como veintiún diputados en el Parlamento de Canarias. Ante estos resultados habrá que pensar que se está en el camino, pero aún sometidos a políticas de pactos con terceros, lo que motiva desvíos y encorsetamientos nacionalistas al estar condicionados por la otra organización política con la que se pacta, que asimismo tenderá a reafirmar su programa electoral. De ahí, y para intentar romper esta dinámica casi ya instituida, solo hay dos caminos: o comenzamos los nacionalistas a tener la valentía suficiente para despojarnos de los ropajes individualistas que deforman la estructura de lo posible, o seguiremos siendo intermediarios de gobiernos hasta que, por cansancio y estrategia electoral de los "otros", se estrangule al nacionalismo de manera paulatina pero decidida hasta acabar con él.

Por ello, y ante la atomización existente en el espacio político del nacionalismo canario, hay que ir hacia el Primer Congreso Nacionalista de Canarias con vistas a una convergencia nacionalista y que se concluya, tal vez, en la arribada hacia un solo partido que bien pudiera ser el Partido Nacionalista Canario, por ser el histórico, la primera organización política nacionalista de esta tierra, fundado por patriotas el 30 de enero de 1924 que se vieron en la necesidad de emigrar y que desde La Habana se propusieron pensar en Canarias y buscar solución política, mientras el Estado español se derrumbaba y apenas contaba en la política mundial, siendo un mero protectorado de Francia y de Inglaterra. España hacía aguas y Canarias se encontraba en la indigencia total, en manos de un caciquismo esquilmador y en un abandono de siglos.

Sabemos que los objetivos de cada organización nacionalista en Canarias no van todos al mismo ritmo, y además con la torpeza que tienen unos al creerse más nacionalistas que otros simplemente porque sí, sin análisis correctos, con el visceralismo puesto a pensar y con la vehemencia que confunde y delimita campos cuando todos jugamos y operamos en el mismo. De ahí que la convergencia no pueda tardar, pues dejar esta cuestión para otro día es perder un tiempo que otros van a ganar.

Hay que establecer y fijar unos objetivos que abran el camino hacia donde se pretende llegar. Y que no es otro, para cualquier nacionalista, que la construcción nacional de Canarias; y, desde esa plataforma consolidada ya políticamente, que sea reivindicativa y que exija, con la contundencia que den los votos -y si somos mayoría será así-, más responsabilidad territorial que termine en la institución de un Estado, como cualquier otro Estado que circule por ahí, desde Europa hasta los confines del planeta.

Estamos en un mundo donde la codecisión, la confederación, se abre paso. Los nuevos pactos entre territorios son exigencia, y la última, la que tiene que contar con la aquiescencia mayoritaria de los que en esos territorios viven, como el nuestro, deberá ser la independencia.

La independencia es un proceso político de larga duración, difícil, complicado; un camino que, aunque pueda ser deseable ya para algunos nacionalistas, o se va por el camino del voto o por el revolucionario, lo que en estos tiempos que corren ni aparece por asomo ni siquiera en el ánimo de los desheredados. En política todo tiene su tiempo y no se llega por arte de birle-birloque.

Los partidos nacionalistas, CC, CCN, PNC, PIL, NC, PNL, ANC, RNC, MP, CNC y alguna que otra agrupación desgajada a nivel local, por propia supervivencia colectiva deben ponerse de acuerdo en cuestiones fundamentales e ideológicas, dejando atrás rémoras torponas, con el firme propósito de ser dominantes en próximos comicios electorales. Tendrá que producirse una convergencia nacionalista más allá de un pacto de buena vecindad y sin que nadie mire por encima del hombro al otro. Una convergencia nacionalista que tendría que nacer y reafirmarse si entre otras consideraciones se tienen en cuenta unas que son de mera organización y otras elaboradas dentro de un marco que conforme el objetivo a conseguir.

Primero, estar de acuerdo en celebrar el congreso, por lo que se hace necesario nombrar una comisión representativa de estas organizaciones. Si no hay acuerdo para iniciar el camino, pues nada, nos quedamos como estamos, y a otra cosa. Segundo, una vez convocado este congreso habrá que fijar el objetivo prioritario, que debe ser de manera inexcusable el siguiente: Canarias como nación soberana. Tercero, ¿qué herramientas ideológicas hay que poner en el debate para llegar a un pleno acuerdo sobre este principio básico? Cuarto, ¿tenemos esos materiales desde el convencimiento y no esgrimiendo papeles mojados que apenas dicen nada? Quinto, ¿seremos capaces de romper los moldes que nos han encasillado como nacionalidad, lo que de por sí limita nuestras exigencias territoriales, políticas y reivindicativas? Sexto, marcar los tiempos, las obligaciones y las políticas conducentes al objetivo.

En fin, divagaciones estas y otras que pudieran aflorar en los que vamos por el mismo camino. Pensar que esto nos vendrá dado no solo es una pérdida de tiempo, sino que retrasa impulsos y condiciona frustraciones, dado que el futuro depende de nosotros, no el que se nos pueda fijar de manera impositiva.