Concejal
subastero
José Manuel Corrales (*)
No
puedo dormir, llevo así días y, o me levanto de la cama y escribo esto, o me
va a dar algo. No paro de dar vueltas sobre el colchón, de recolocar la
almohada pensando en ese bebé de menos de 1 mes, en sus dos hermanos, también
menores, y en la familia que fue desahuciada el pasado 27 de junio. Es,
lamentablemente, ‘sólo’ un abuso más, pero tengo la cara de ese recién
nacido clavada entre ceja y ceja y no sé si esto que siento es ganas de llorar,
o rabia…quizá las dos cosas.
Días sin dormir dándole vueltas al antes, el durante, y el después de los
desahucios. He estado apoyando a la PAH (Plataforma de Afectados por las
Hipotecas) de Tenerife en cada uno de los desahucios que ha intentado impedir;
en cada uno de los que ha logrado impedir, decenas de historias que demuestran
que a esas familias las ha empobrecido el mismo Sistema que les está quitando
su derecho fundamental pasándose por el forro la sentencia del Tribunal de la
Unión Europea contra la ley hipotecaria.
No paro de pensar en las casas sin gente, en la gente sin casa…y en la gente
con demasiadas casas. ¿Qué pasa después de un desahucio? La familia, en la
calle y sin solución, ¿y la casa? Pues hay demasiadas vacías, y otras tantas,
en el registro de intereses de los subasteros. Ahora sacan provecho
intermediando entre los bancos y nuevos compradores colocando estos
‘chollos’ con tristes historias a compradores pero antes de que se
trasladaran las pujas a Internet, los subasteros hacían cola en los juzgados en
los que se subastaban viviendas desahuciadas. La definición de subastero es la
de una persona que se dedica a pujar con ventaja e información privilegiada en
ciertas subastas, especialmente inmobiliarias.
Algunos subasteros eran, son, abogados de profesión metidos a políticos, o políticos
metidos a abogados, o empresarios metidos a abogados, metidos a políticos, o…
según se mire. Algunos subasteros pueden ser concejales que dicen ser de
izquierdas pero que trafican y se enriquecen con el dolor humano.
Dicen que las subastas son chollos, sí, pero para comprarlos, no sólo hay que
tener dinero, (que vete tú a saber dónde lo sacan) hay que tener estómago
para acumular, por ejemplo, una decena de viviendas o edificios enteros en las
que resuena, por ejemplo, el llanto de un bebé desahuciado. Vuelvo a la cama, a
darle vueltas a una reflexión: No Se Puede ser de izquierdas si se es
subastero… No Se Puede.
(*) Concejal de
xTF en el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife.