Lucy
Rodríguez *
Tras un
largo periodo histórico caracterizado por una situación jurídica de estatus
colonial del Archipiélago canario (recordemos que en la Constitución de 1812, en
su artículo 10, cuando se definen los territorios españoles de ambos
hemisferios, se dice: "Y las Canarias con las demás posesiones de
África"), posteriormente fuimos una región española, eso sí,
cuidadosamente enmarcada en un rectángulo bajo las islas Baleares y en mitad
del Mediterráneo; con la llegada de la "democracia burguesa" pasamos
a constituir una de las diecisiete comunidades autónomas del Estado español,
para finalmente acabar siendo una región ultraperiférica de la Unión Europea. Jamás
ningún Gobierno, ni español ni canario, ha preguntado a nuestro pueblo qué
quiere ser. Y, en la única ocasión que nos permitieron votar si entrar o no en
una organización internacional (la OTAN), hicieron justo lo contrario de lo que
los canarios y canarias votamos.
Todas las fórmulas político-jurídicas
para definir Canarias no han pretendido otra cosa que hacernos olvidar un hecho
fundamental: que somos una nación. Y a estos intentos no son ajenas las
burguesías insulares y sus representantes políticos. En varios artículos he
mencionado el espantoso ridículo protagonizado por el entonces presidente del
Gobierno de Canarias, Adán Martín, en su discurso del 30 de mayo de 2006,
afirmando que Canarias es un archipiélago atlántico (obviedad), compuesto por
tierra y por agua (si no no sería un archipiélago), y
que, en consecuencia, teníamos derecho al control sobre las aguas
interinsulares. Resulta como mínimo patético cuando es extremadamente fácil
decir la verdad: que somos una nación y, en consecuencia, tenemos derecho a la
soberanía sobre nuestro territorio, nuestras aguas y nuestro espacio aéreo.
Si realizáramos un balance, treinta años
después de la aprobación del Estatuto de Autonomía de Canarias, la cuenta de
resultados para el pueblo canario sería espantosa: Más del 31% de nuestra
población activa se encuentra en situación de desempleo, unas 130.000 no cobran
ya ningún tipo de prestaciones; en las estadísticas internacionales, avaladas
por la Organización Internacional del Trabajo, por encima de esta cifra de desempleo
solo se encuentran países en situaciones bélicas o recién salidos de las mismas
y países africanos extremadamente pobres; Canarias ocupa el puesto número
Una de cada tres personas del Archipiélago vive bajo el umbral de la pobreza;
los niveles de exclusión social aumentan día a día; el fracaso escolar es parte
de la cotidianidad de nuestra juventud; los contenidos curriculares canarios en
los distintos niveles educativos son papel mojado (jamás se les ha dotado de
recursos); nuestra sanidad solo puede ser calificada de tercermundista, con
largas listas de espera, trato discriminatorio para los contribuyentes en los
servicios de salud privatizados. La aplicación de la ley de dependencia en
nuestro país, Canarias, ha sido de chiste: antes de que se empezara a aplicar
ya nos han quitado el presupuesto para la misma.
En cuanto al modelo de desarrollo
(también es de risa llamarlo así), es un modelo absolutamente dependiente,
centrado en intereses foráneos, ajenos a la nación, destructor de nuestros
recursos naturales y medioambientales, que ha acabado con toda posibilidad de
ejercer una mínima soberanía alimentaria. Y por si todo ello fuera poco, la
inversión de los Presupuestos Generales del Estado español disminuye, año tras
año, la inversión por habitante en Canarias respecto a la media del Estado
español. Este año los canarios y las canarias valemos la mitad que las personas
que habitan en los territorios bajo dominio del reino de España.
Necesitaban que dependiéramos de todo y para todo de Europa, y lo han
conseguido. No puedo recordar la de veces que he oído hablar de los africanos
que emigraban clandestinamente, aún a costa de arriesgar la vida, deslumbrados
por las imágenes de abundancia y riqueza que veían en nuestras cadenas
televisivas; y mientras, ¿qué creen que estaba mirando la población de
Canarias?: miraba hacia Europa, deslumbrada no solo por las cadenas
televisivas, también por las subvenciones para grandes e innecesarias
infraestructuras, que, sin embargo, no han acabado ni con el desempleo ni con
la miseria de nuestro pueblo y, en cambio, han servido para aumentar la
destrucción de nuestro entorno.
Treinta años después del Estatuto de
Autonomía, Canarias no es una colonia a la antigua usanza. Es cierto que no
existe un aparato colonial (ejército y aparato de ocupación especializado,
diferencias entre nativos y colonos), pero eso responde solo y exclusivamente a
que ya no lo necesitan. Los grandes aparatos de dominación hoy se llaman
multinacionales, medios de comunicación y, cómo no, enseñanza, socialización.
Todas las políticas desarrolladas en estos treinta años tienen un solo
objetivo: hacernos sentir europeos de clase media, algo que ni somos ni seremos
jamás.
Por ello, después de treinta años podemos afirmar, sin
temor a equivocarnos, que, al menos en Canarias, el sistema de autonomía ha
fracasado, como no podía ser de otra manera, ni que decir que mucho más nuestra
incorporación a la Unión Europea, y que ahora lo que les queda a las
instituciones canarias es gestionar las migajas que nos manden de Madrid, y para
ello se recortan derechos a nuestros ciudadanos y ciudadanas, salarios a
nuestros profesionales de las administraciones públicas (eso si nos quitan
médicos y maestros y nos ponen policías; además de todos los que nos daban
palos antes y ahora también los de la autonómica), y todo ello se hace en
función de los intereses de los capitales financieros, que nada tienen que ver
con los de la mayoría social de Canarias.
Si tuviéramos un Gobierno canario con
dignidad diría que no gestiona la miseria ni recorta salarios ni aplica la
reforma laboral ni sube impuestos que afecten a la cesta de la compra ni...
Pero, como no lo tenemos, hay que evidenciar su ineficacia y su traición a
Canarias. Ese mismo Paulino Rivero que ha recorrido todo tipo de pasillos
españoles y europeos para mantener los privilegios y exenciones fiscales de la
Reserva de Inversiones de Canarias (esa fórmula de evasión de capitales
"made in Canarias"). No lo hemos visto hacer lo mismo para que se
respeten los derechos sociales de la mayoría de la población del Archipiélago.
Por el contrario, llama al "sacrificio público y privado". ¿Más
sacrificio? Que se sacrifiquen los grandes capitales y la banca y todos los
tiranos políticos que les rodean.
Las batallas que hoy debemos librar son
más duras y complejas que nunca, porque, en primer lugar, debemos vencer
nuestras propias resistencias ideológicas, lo que en el año 56 del pasado siglo
ya definió Albert Memmi como complejo de colonizado.
Es el momento de ponernos de pie y decir
de frente al Gobierno de Canarias y al Gobierno del reino de España que no nos
valen sus miserias, sus limosnas. Que, treinta años después, nuestro pueblo
sigue empobreciéndose y nuestros recursos siguen en sus manos. Que no queremos
sus competencias, lo que queremos es soberanía; tenemos derecho a construir
nuestra nación como cualquier pueblo del mundo. Nosotros, nosotras, sabemos
dónde nuestro pueblo será más feliz: en una Canarias libre, en una Canarias socialista. A ese objetivo dedicaré hasta el
último segundo de mi existencia.
* Coordinadora general de Intersindical Canaria