La comida y el PIB
Wladimiro Rodríguez Brito *
El lenguaje y el vocabulario de la ciencia económica
lo invaden todo a la ahora de comprender tanto los procesos globales como los locales. Y ello a pesar de que los pronósticos macro y micro económicos (desde el neoliberalismo y el reformismo) no hayan hecho más que equivocarse en el último decenio. Resulta necesario volver a recuperar, además de las puramente económicas, otras variables (políticas, culturales, territoriales, sociales) que nos permitan
comprender mejor la situación de crisis en la que vivimos; esto significaría volver a poner sobre la mesa la denostada disciplina de la economía política.
Actualmente, en Canarias a cada hectárea de superficie cultivada le corresponde la increíble cantidad 50 habitantes. En China, por poner un ejemplo del país más superpoblado del planeta, a cada hectárea cultivada corresponden 10 personas. En Canarias sólo se cultiva ya el 6% del territorio, mientras que en China se duplica esta cifra hasta el 12%. Si nos vamos un poco atrás en el tiempo, en el Archipiélago en los años 50 este índice era de seis habitantes por hectárea cultivada, en un momento en que se producía mucha más carne, leche..., y había una menor dependencia de los inputs agrarios (semillas, abonos, productos fitosanitaríos, etc.). Aun así, decenas de miles de canarios salieron con la emigración a Venezuela.
Hoy, uno de los índices que muestra la fragilidad de la producción interna de alimentos, habitantes por hectárea cultivada, se ha multiplicado por ocho; y ahora ya
no hay a dónde emigrar. Por supuesto que la economía aporta conocimiento estadístico. Cuando se dice que el PIB de
Canarias es de los más altos de África o que la renta per
cápita canaria está en torno a los 18.000 euros, no se tiene en cuenta que la distribución de la riqueza está enormemente desequilibrada y se
acentúa cada año más. Por ejemplo, el pasado año 2011 el PIB canario (la riqueza generada) creció el 2,1 % y, sin embargo, el paro creció en el 4,3%. Debió haberse creado empleo; de hecho se generaron más horas de
trabajo, sólo que acumuladas en una menor cantidad de trabajadores (empleo precarizado: economía sumergida, trabajo gratuito...).
En los últimos tres años (antes del repunte en
2011 de la actividad turística), los beneficios empresariales solo disminuyeron en el 0,6%, mientras que las remuneraciones a los trabajadores se redujeron l3 veces más, hasta el 8%. Lo cual indica que los ricos cada día son más ricos y los pobres más pobres. Otro aspecto que la economía no esclarece del todo es cómo enlazar un PIB ciertamente elevado y en crecimiento con la despreocupación de la producción interna de alimentos y la posibilidad del desabastecimiento alimentario de las Islas.
El presidente del Gobierno de España ha señalado que lo público, el Estado, debe ser reducido en el 37%, apoyando la frase que en su día hizo famosa la primera ministra británica Margaret Thatcher: la
sociedad no existe, sólo existen los individuos. En este contexto de reducción, de adelgazamiento de "lo público", miles de familias canarias están yendo a los ayuntamientos en busca de bolsas de comida, cumpliendo las instituciones locales un papel para lo
cual no están preparadas. Mientras; miles de hectáreas de terrenos de cultivo están abandonadas, y algunos de los que se atreven a ponerlas en cultivo son perseguidos por ese mismo Estado en sus diferentes instancias (central, autonómica, insular y local) a través de multas, tasas, impuestos y normativas. Y es que a día de hoy parece como si ese mismo poder político representara al poder económico: que la gente coma algo, sí, pero a través de nuestras instituciones, y mejor todavía, si la comida viene de fuera, porque así se matan "dos pájaros de un tiro": creamos, clientelismo político y beneficiamos a las firmas importadoras.
Alguna respuesta a corto plazo se debe dar a la producción interna de alimentos. Se deben crear condiciones sociales que puedan mitigar lo que parece ya inminente. Volver a lograr la conexión de los jóvenes con el mundo rural, reuniendo para aplicarlo todo el conocimiento rural empírico creado a lo largo de generaciones. Es necesario que la Administración ayude a poner en producción el suelo agrario y las instalaciones agrícolas ociosas, y que establezca algún tipo de gravamen o impuesto a la entrada de productos alimentarios, de tal manera que quienes quieran puedan vivir del campo. Secundariamente, esto contribuiría a paliar asuntos de seguridad (lucha contra los incendios, plagas..., y regenerar el paisaje agrario).
Dejemos por un momento el PIB y los mercados. No se puede, ni se debe dejar que un archipiélago como este dependa en su práctica totalidad de la llegada de barcos con comida. Y menos en la actualidad, cuando disponemos de manos ociosas (desempleo), y tierras ociosas (abandonadas).
* Profesor de
Geografía en la ULL