La comida y el empleo

 

Wladimiro Rodríguez Brito *

 

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Esta semana nos han presentado los datos del empleo y paro en Canarias, que dan lugar a una lectura agridulce, pues a pesar de una buena situación del sector turístico no despegamos en la creación de puestos de trabajo y, lo que es peor, la economía de las Islas no abre nuevos caminos que completen el monocultivo del turismo.

 

Es en este plano en el que queremos valorar lo que está ocurriendo con la alimentación de los isleños y la dependencia hacia el exterior, que se agranda cada día mientras nuestros campos están cubiertos de maleza (tierras balutas), sin apenas agricultores, sin relevo generacional y, como consecuencia, ampliándose los peligros de incendios, no sólo en la zonas forestales, sino también en lo que hasta hace unos años eran tierras para sembrar. Sean estas líneas una lectura en voz alta de un cambio en la sociedad canaria, cambio de mentalidad y cambio en la política cuando se refiere al campo y al PIB, situándolo en un contexto marginal, sin que para nada se hable de que de la tierra y del mar procede el 100% de nuestros alimentos.

 

Veamos algunas referencias, la distribución de alimentos en Canarias está en manos de un número reducido de cadenas de supermercados que distribuyen el 80% de nuestra comida. No olvidemos que los alimentos producidos en las Isla, en una lectura optimista, no superan el 10% de nuestra demanda; por lo tanto, nuestra producción y la suerte de agricultores y ganaderos dependen básicamente de lo que deciden poner en sus estanterías estos reducidos grupos de distribución de alimentos. Es en este plano en el que se está debilitando a nuestros granjeros y agricultores, de tal manera que partidas de alimentos que podemos producir en estas islas, creando estabilidad social, puestos de trabajo y futuro para nuestros jóvenes, los están importando del exterior, como está sucediendo con las partidas de huevos, carne de cochino o productos lácteos y otras hortalizas y frutas que podemos producir en esta tierra.

 

Así, por ejemplo, las granjas de gallinas que pueden producir más del 90% de nuestra demanda, se encuentran con dificultades para vender su producción local y no es un problema de precios, puesto que no les pagan ni 10 céntimos por unidad, si no de la presión de los distribuidores sobre producciones isleñas, asunto éste que ha contribuido a reducir el maltratado sector primario en los últimos años en las Islas. Creemos que se pueden generar puestos de trabajo, estabilidad social y una menor dependencia para no situarnos en un mal llamado modelo Saudí, pero sin petróleo. No olvidemos que Arabia Saudí y los Emiratos Árabes están adquiriendo grandes fincas en África y en otros puntos del planeta para dedicarlas a la producción de alimentos ante una supuesta crisis internacional. Sin embargo, nosotros nos alimentamos con onnis (objetos nutritivos no identificados), en palabras de Pedro Molina, objetos no identificados ni en el territorio ni en el tiempo.

 

Así, por ejemplo, estamos importando en el mes de abril papas cavadas en las islas británicas en agosto o septiembre y otra serie de partidas alimenticias que las nuevas tecnologías y el alto consumo de petróleo permiten conservar en frío a lo largo de grandes periodos de tiempo. Por ejemplo, cuando nos hablan del ciclo del carbono y el cambio climático ignoran las toneladas de petróleo que se incorporan para cada tonelada de frutas que consumimos en Canarias y otros lugares del mundo, producidas al otro lado del planeta.

 

Por ello, la producción de alimentos en esta tierra no sólo es cultura, estabilidad social, mantenimiento de la población en nuestro mundo rural, si no también garantía de futuro y una menor dependencia de alimentarnos con dólares cada día, alejados de la cultura del campo y de referencia de los agricultores de la tierra. En este plano entendemos que hemos de pedir en nuestros supermercados productos de la tierra y todo lo que haga referencia con nuestro campo y los puestos de trabajos. Así entendemos que la sostenibilidad social y ambiental es algo más que declaraciones y palabras, y tenemos que dar un giro en todo lo que signifique actividad productiva local si queremos de verdad luchar contra el paro y una estabilidad social, incluso para mantener industrias que hasta hace unos años generaban puestos de trabajo y ahora están en crisis. Las industrias alimenticias de las Islas demandaban hace 20 años más de dos millones de kilos de leche en polvo mensual y ahora se ha reducido al 30%. No hay otra manera de generar bienestar y estabilidad social si no nos incorporamos a un trabajo sostenible, rompiendo con las lacras del paro y la marginación social

 

* DOCTOR EN GEOGRAFÍA POR LA UNIVERSIDAD DE LA LAGUNA

 

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