Coger el sacho

 

–Félix Díaz Hernández *

 

[…ni sus hijos, ni sus nietos tratarán con el mismo cariño esa tierra que algún día heredarán; tierras y trabajo duro que les dio de comer, que sirvió para que estudiaran y de la que ahora repudian…]

Clareaba la mañana y sobre las medianías de Icod se levanta una bruma húmeda que, a raleas, deja ver el faldón del Teide. Las gotas de la noche anterior descansan sobre las hojas de la viña esperando a evaporarse gracias a la promesa de sol que se levantaba por encima del morro de El Miradero. Los pájaros y un sonido seco, rítmico, llenaban el silencio de aquel amanecer por las vaguadas, huertas y terrazas cultivadas.

En uno de los bancales, la tierra húmeda, oscura y teñida de fertilidad era moldeada por un hombre mayor con su sacho. Alpargatas de campo, viejo pantalón gris y camisa blanca con finas rayas, vestían a ese campesino que, a pesar de su edad, golpeaba con brazos añejados y morenos, pero aún muy fuertes, los surcos que dibujaba para dirigir el agua.

Aunque parecía estar solo, no era cierto; en silencio a su alrededor bailaban, reían y trabajaban las almas, las enseñanzas y la sabiduría de todos aquellos que antes que él cultivaron y ordeñaron esa tierra para dar de comer a sus familias; eran otros tiempos.

 

Hoy sabe que ni sus hijos, ni sus nietos tratarán con el mismo cariño esa tierra que algún día heredarán; tierras y trabajo duro que les dio de comer, que sirvió para que estudiaran y de la que ahora repudian.

Pocos quieren rescatar del olvido esos viejos sachos que cuelgan de clavos en las paredes de nuestros cuartos de aperos; a muchos les sigue pareciendo que el campo es cosa de viejos o de ignorantes, demostrando una notable amnesia sobre quienes somos y de dónde venimos; sin ver que el futuro que nos aguarda sería más alentador si en Canarias se respetara, de verdad, a nuestro vapuleado sector primario.  

* Publicado en el diariodeavisos/2013/09/