¡Qué poco duramos en la clase media!
Paco
Déniz *
La
titulación y cualificación que nos otorgó el paso por un sistema educativo más
o menos abierto desde los años sesenta, ha permitido a muchos, no a todos,
acceder a una clase media baja o media-media; es decir, a situarnos en una
horquilla salarial que iba de los 1800 euros a los 3000 raspados. Nos permitió
creer en el Estado de Bienestar que prometió movilidad social y tranquilizó la
conciencia de nuestros padres obreros, asalariados sin estudios, respecto a que
sus luchas, sus compromisos productivos y su pacificación social no fueron en
vano.
Estaban orgullosos de nosotros porque
llegamos a vivir un poco mejor que ellos. Obreros, campesinos y pequeñísimos
comerciantes vieron cómo sus hijos e hijas lograban un estilo de vida alejado
de tantas penalidades. Sin embargo, ahora, los que estudiamos con beca y fuimos
considerados héroes familiares porque terminábamos por vez primera una carrera
de siglos y generaciones de aborígenes descamisados y descalzos, los que
aprobamos alguna que otra oposición, los que hemos defendido un puesto de
trabajo durante algunas décadas; ahora observamos cómo la historia se vuelve un
bucle casi melancólico.
Los grupos privilegiados no nos perdonan
nuestro adquirido estatus de nueva clase media, no nos perdonan nuestra mayor
creatividad intelectual; en fin, no nos perdonan que hayamos aprovechado las
poquitas oportunidades que nos dieron y que llegáramos a dirigir la parte más
social del Estado, y otras áreas de la comunidad. Técnicos medios y superiores,
intelectuales, enfermeras, docentes, administrativos, alguna que otra médica o
ingeniero; innovadores pequeños empresarios, artistas, etcétera.
Por eso, de un plumazo, y en menos de seis
meses, amparados en un caos económico generado por las grandes élites
financieras improductivas, se están cebando con la descendencia de los
trabajadores de aquellos maravillosos años que, hoy, o ayer, constituíamos la
nueva y reluciente clase media baja y media-media.
Nos han envuelto en un halo de
proletarización, o peor, en un tufo a paro en el túnel sin luz. Y el maldito
cortado que sube 10 céntimos.
Pero no sólo es una cuestión salarial,
también lo es de reconocimiento social, un reconocimiento que la derecha lleva
más de una década intentado cargarse. El descrédito de los empleados públicos
viene de lejos, el de los trabajadores asalariados comenzó hace algún tiempo.
Las clases pudientes y sus portavoces políticos consideran que la clase obrera
y su prole han vivido estupendamente y con demasiados derechos.
Fíjate tú que hemos tenido hasta médicos y buenos colegios públicos ¡cámbate!
¡Chiquito lujo! En fin, que es hora de devolvernos a nuestros orígenes, de
donde nunca debimos salir.
¡Qué poco duramos en la clase media!
Nos equivocamos, teníamos que haber
estudiado para perros de (em)presa canarios.
* Sociólogo