Ciudadanía
por el clima
Antonio
Morales *
Hace unos días, el catedrático
de Oceanografía Física de la ULPGC, Alonso Hernández, hizo llegar a los
medios de comunicación el último estudio realizado por el Instituto de Hidráulica
Ambiental de Cantabria donde se afirma que el incremento del nivel del mar en
las costas españolas se agudiza. Canarias sería una de las comunidades más
afectadas ya que se prevé un aumento de más de
También hace unas semanas, investigadores de las Universidades de Las
Palmas de Gran Canaria y de Cabo Verde, que estudian la flora y la fauna marina
macaronésica, nos informaban de la llegada a Canarias de especies marinas
caboverdianas a causa del calentamiento global. No son las primeras
informaciones sobre incidencias de este tipo: la tropicalización de nuestro
clima está haciendo llegar a estas islas peces de otras zonas y está
produciendo fenómenos meteorológicos adversos y modificaciones en la
frecuencia y en la orientación de los alisios.
En los dos últimos artículos publicados en este medio he hecho especial
hincapié en la peligrosa deriva del planeta debido al cambio climático
producido por el calentamiento global. Cada vez con más frecuencia distintos
organismos internacionales y comunidades científicas nos insisten
machaconamente acerca de la necesidad de tomar medidas urgentes para parar esta
preocupante espiral. Los ejemplos cercanos suelen mover más las conciencias,
pero la realidad es que la OMM, el IPCC, la OMS, universidades y científicos de
todo el mundo no paran de advertirnos del avance de la degradación de los
ecosistemas, del descenso de las cosechas y la seguridad alimentaria, del
aumento y de la propagación de enfermedades infecciosas, de la extinción de
especies, del desplazamiento de millones de personas, del aumento de la pobreza,
las sequías y las inundaciones, de la acidificación de los océanos, de la
escasez del agua…
Como ya he afirmado en otros textos, los embates de las grandes
multinacionales de la industria y de la energía para negar esta realidad son
brutales. No solo invierten miles de millones en negar el cambio climático
comprando informes científicos y medios de comunicación sino que un informe de
la onegé Global Witness afirma que entre 2002 y 2013 fueron asesinados al menos
908 ecologistas defensores de los derechos sobre la tierra o el medio ambiente.
Estas y otras razones convocan cada cierto tiempo a las naciones del
planeta para intentar reconducir la situación. Hasta ahora todo ha quedado en
nada. Una y otra vez se imponen criterios desarrollistas y mercantilistas. Por
eso la Cumbre del Clima convocada por la ONU en Nueva York días atrás, con la
presencia de 126 jefes de Estado, ha despertado muy poca credibilidad en el
planeta. Aunque se firmaron protocolos para frenar las desforestaciones, se creó
un fondo verde para ayudar a los países más vulnerables y se pactaron
convenios para reducir las emisiones en más de 200 ciudades, lo cierto es que
la mayoría de los países más implicados no adquirieron ningún compromiso.
Y muchos de los que lo hicieron lucieron las mejores galas de una retórica
hueca. Falsa hasta el hastío. Como en el caso español. Y es que el rey Felipe
VI no se cortó un pelo, sin el menor pudor, para afirmar que España es pionera
en las medidas para reducir las emisiones contaminantes. Mientras el Gobierno de
Mariano Rajoy defiende el negacionismo climático, apoya a las energías fósiles,
ataca ferozmente a las renovables e introduce modificaciones en la Ley de Costas
que atentan gravemente contra el patrimonio natural, Felipe VI declaró
solemnemente en la sede de la ONU que “España está realizando la transición
hacia un nuevo modelo de crecimiento basado en las energías renovables y en
tecnologías limpias”. Y se quedó tan pancho. Y se atrevió a ir más allá
pidiendo un “nuevo acuerdo global y vinculante que permita combatir el cambio
climático” y demandando que “seamos ambiciosos, seamos
inteligentes…, seamos sensibles y solidarios”. Ya lo decía Maquiavelo:
“Un príncipe no puede ni debe mantener fidelidad en las promesas, cuando tal
fidelidad redunda en perjuicio propio”. Aviados vamos si todas las
intervenciones expresadas en la cumbre merecen la misma credibilidad y expresan
el sentir real de los gobiernos de turno.
Y sin embargo lo que sí parece es que algo se está moviendo. Ya comenté
la semana pasada que la Unión de Bancos Suizos (UBS) ha elaborado un informe
en que el que sostiene que dentro de muy poco las energías limpias serán más
baratas que las sucias y anima a sus clientes financieros a “unirse a la
revolución” de las renovables. Los llama a copar el mercado, sin ningún
tapujo. También coincidiendo con la cumbre de Nueva York, la familia
Rockefeller anunció a bombo y platillo que abandonan el negocio del petróleo
para pasarse a las renovables. El representante del Fondo de los Hermanos
Rockefeller afirmó que “estamos convencidos de que si estuviera vivo hoy (el
magnate petrolero John Davison Rockefeller), como el astuto empresario que
vislumbra el futuro, dejaría atrás los combustibles fósiles para invertir en
energía limpia y renovable”.
Según el periódico digital “El Vigía.com”, la reforma eléctrica
española propicia el interés de fondos extranjeros. Mientras las pymes españolas
que apostaron por las renovables se hunden acosadas por las deudas y las medidas
coercitivas del Gobierno, multinacionales de China, EEUU y Reino Unido se
interesan por las infraestructuras solares y eólicas españolas.
Está muy claro que estamos inmersos en una guerra sin cuartel por el
control de las energías renovables. Mientras apuran al máximo el mercado de
las fósiles hasta agotar los últimos recursos, los lobbies energéticos
presionan a los gobiernos para impedir la democratización de la energía a través
de las pymes, las instituciones públicas y los hogares, asegurándose así su
control para no perder el negocio y la capacidad de influencia que les genera.
Porque controlar la industria y la tecnología del nuevo modelo energético,
para utilizarlas o para frenarlas, les va a permitir seguir manteniendo el
dominio de la economía y de la política. Desde luego, para estos lobbies, el
cambio climático es algo absolutamente secundario. Porque el capitalismo no
conoce otra fórmula que la de producir y consumir insaciablemente. Limitar las
emisiones destruiría entonces el crecimiento económico, según sus tesis.
Días antes de la Cumbre del Clima celebrada la pasada semana, unas 1.600
organizaciones mundiales convocaron a más de 300.000 personas en las calles de
Nueva York para demandar a los líderes mundiales una mayor implicación en la
lucha contra el calentamiento global. Es el camino. No habrá cambios a nivel
planetario si la sociedad civil mundial no se moviliza. Es lo que afirma también
Naomi Klein en un nuevo libro que acaba de publicar con el título de
“Capitalismo contra el clima”. En él sostiene que solo los movimientos
sociales de masas pueden salvarnos ahora. Porque sabemos hacia donde se dirige
el sistema actual si se deja sin control. Y ataca a las “soluciones de tipo
parche” como los pagos por las emisiones de carbono que no impiden la
degradación del planeta o alternativas “presuntamente limpias” como el gas
natural con la pretensión de que su utilización no contamina. ¿Les
suena este estribillo?
* Alcalde de Agüimes