“Ciudadana del mundo” pero canaria, con su permiso.

Es muy divertido y triste a la vez seguir comprobando que hay mentes que no quieran entender que me sienta canaria y a la vez sea “ciudadana del mundo”. A lo largo de muchos años he mantenido esta conversación con personas de distintas edades, clases sociales, creencias y procedencias. Sin embargo, la cuestión es que donde más se plantea, por no decir donde único, esa extraña e intencionada contradicción, es en este chiquito, maravilloso y complejo archipiélago canario nuestro. Y digo nuestro porque considero que es de todas las personas que aquí están, pero sobre todo de aquellas personas que lo quieren, que lo trabajan con honestidad, que lo cuidan y que ineludiblemente LO RESPETAN. Hablo de respeto a sus gentes, de respeto a sus mares, de respeto a sus cumbres, de respeto a sus hablas, de respeto a sus biodiversidades, de respeto a sus culturas, y de respeto a sus territorios insulares, sobre-explotados y tremendamente frágiles.

Cuando he vivido en unos lugares -y visitado otros- de territorios tan distintos como Rusia, Alemania, Marruecos, Argentina, Australia, Mozambique, Brasil, Irlanda, Níger, EEUU, así como Senegal, Sicilia y varias localidades de la península itálica, Cuba, pueblos de varias islas de Cabo Verde, la RASD, Uruguay o Tasmania, entre otras, he prestado mucha atención a este tema. Me interesaba ver si en esos lugares también había mentes que plantearan esta rara contradicción. De dichas conversaciones con visitantes, habitantes y amistades que una ha ido haciendo en el camino, concluyo con toda claridad y sosiego, que se puede ser profundamente canaria y ser tremendamente mundial, al mismo tiempo.

Lo curioso es que este cuestionamiento absurdo se plantea especialmente en Canarias. Es cuando lo expresas aquí, cuando esa reacción vehemente y particularmente ibérica se da una y otra vez.

Porque salvo las personas con experiencias migratorias muy prolongadas o las que buscan refugio, víctimas de un orden internacional perverso, la gente generalmente se siente de un lugar, consciente de sus fallos y virtudes, de sus debilidades y fortalezas, de sus ventajas y de sus inconvenientes. La ciudadanía del mundo no flota en el planeta, sino que duerme, se alimenta, defeca, se divierte, enferma, practica sexo (salvo si es on-line), paga impuestos, acude a la doctora o al doctor, sufre inmensas injusticias, contamina, se relaciona, etc., en un lugar (municipio, pueblo, comuna, caserío, tribu,…). Todos estos lugares conforman el mundo. Pero insisto, la gente normalmente, salvo casos de desarraigo crónico, se siente parte de ese lugar y así lo expresa con normalidad, sin que le rebatan dicho sentimiento con un supuesto antagonismo que pretende enfrentar ambas dimensiones.

Por ello, quiero compartir esta reflexión principalmente con la juventud canaria, para que no permitan que los sigan liando con semejante parida, como se ha venido haciendo con mi generación y con las que me han precedido. Quienes quieran y puedan viajar, adelante, pero quienes no pueden -la gran mayoría-, no debe olvidar que el Archipiélago Canario es un paisito rico en muchos sentidos, y que sin salir de aquí podemos viajar leyendo sobre nuestra Historia, hablando con las millones de personas que nos visitan año tras año, o escuchando musicona hecha aquí -jazz, reggae, rock, salsa, metal, clásica, entre otras-. Son otras formas muy sanas, baratas y seguras de viajar.

Así que déjense de rollos y no quieran seguir liando a quienes nos sentimos canarias, y con su permiso claro, también del mundo, o como a ustedes les gusta tanto decir “ciudadanas del mundo”.

 * Creando Canarias