Ahul, Benahuya

 

«» Francisco Javier González

 

[…Chucho Dorta. Vivió conforme a su pensamiento, sin dejarse atrapar - son sus palabras - por el "falsete colonial". Para él, ésa era la única forma en que la vida merecía la pena. Lo que sí me entristece es ver la insensibilidad de algunas instituciones…]

 

Abrigados del plomo del sol en un cabuco del barranco, unos guanches de hábiles manos pulen los gánigos que acaban de levantar del batumerio. Sonidos de tambores, chácaras y pitos acallan a las ranas de entre las mimbreras. Al otro lado del cauce, en la banda del abisero, colocado en lo alto de una ribancera riscaperros, vigila, armado de magado y banot, un guanche entamarcado de feroz mirada y larga cabellera lacia, cuando bucios y silbos avisan del peligro. Una hueste española avanza por el fondo del barranco hacia el cabuco y, a su frente, un arrogante capitán de coraza, yelmo, fuerte espadón y férreo escudo enarbola un estandarte.

 Al divisarlo, el guanche entamarcado le lanza el banot desde la altura, al que sigue una lluvia de teniques mientras baja a grandes brincos la ribancera con feroces gritos ¡Faita, faita, Achamán! El español se cubre como puede con el escudo hasta que, aturdido por los fuertes golpes del magado, cae al suelo, con miedo en la mirada y abollados yelmo, coraza y escudo, gritando: ¡Párate ya, coño, que me vas a matar!

Nunca se le olvidará a Rogelio Botanz aquella abichornada mañana de mayo. Con sus alumnos de "compensatoria" habían confeccionado las hispanas armaduras y actuaban como soldados españoles en el "Acentejo 84" que organizaba el Centro "Amilcar Cabral", pero el Achimencey del bando guanche era nada menos que Benahuya - o Chucho Dorta, que es casi lo mismo - y Chucho no representaba, vivía su papel de defensor de la independencia patria. A Rogelio lo salvaron las manos espectadoras que hicieron regresar a Benahuya al año 1984.

Igual pasión ponía Benahuya en sus poemas de "Tambor de cabra" que tocando su gran tafuriaste desde Chipude y Guahedume a Masca, o armando la gran fogalera del muellito portuense en la tafaska de la noche del solsticio, al comenzar el Acano o año nuevo guanche, para, al clarear el día, ver bailar a Magec, mientras bañaba las cabras bajo la risueña mirada de los ranilleros y la atónita de los turistas.

Benahuya, sin estridencias, sin molestar, se fue mansamente a morar con sus antepasados, los machiales guanches, allá, en los Montes Claros del Atlas de donde, nos cuentan las consejas antiguas, vinimos en forma de palomas águilas. Allí estarán componiendo algún poema o encendiendo con su corazón alguna verde estrella en el firmamento íntimo de la Awañak.

No guardo tristeza por mi amigo Chucho Dorta. Vivió conforme a su pensamiento, sin dejarse atrapar - son sus palabras - por el "falsete colonial". Para él, ésa era la única forma en que la vida merecía la pena. Lo que sí me entristece es ver la insensibilidad de algunas instituciones. ¿Acaso, por sus esfuerzos en mantener tradiciones portuenses, no mereció un recordatorio del Ayuntamiento del Puerto de la Cruz? ¿Y la directiva del CD Tenerife no fue capaz de un triste segundo de silencio en recuerdo del guanche Benahuya que danzaba en medio del campo su ritual para implorar a Achamán aquellas célebres victorias sobre el omnipotente Real Madrid?

Tranquilo, Chucho. Esa gente, como alguna otra, ni te comprendió, ni te merece.

Ahul Benahuya. Nos veremos en los Montes Claros.

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Francisco Javier González publicados en El Canario  y anteriormente en El Guanche