El almendrero de Nicolás

 

Cerco colillero

 

Paco Déniz

 

Como el cerco colillero y la costra de pútridos que deja la marea al retirarse de la playa de El Médano con bandera azul, este politizado verano ha dejado un sin fin de noticias económicas salteadas, dirigidas básicamente a atemorizar a la población sobre lo que pudiera ocurrir antes de navidad, que algunos llaman Otoño.

 

Han varado en nuestras mentes la posible suspensión de pagos, la supresión de ayuntamientos, la modificación exprés de la intocable constitución para que las instituciones del Estado de bienestar no se endeuden; en fin, para apretarnos un poco más la clavija, y para que el temor paralice nuestros instintos de protesta. No sé si han conseguido asustarnos más de lo que estábamos, pero desde luego que lo han intentado. Probablemente hayan conseguido ensombrecer aún más las expectativas de superación que algunas personas albergaban sobre la posibilidad de empleo digno, la tranquilidad de la hipoteca pagable y el futuro sosegado de sus descendientes.

 

Nada se ha dicho de suprimir el senado, ni el salario de sus gordos cenadores, ni la Monarquía, ni las prebendas eclesiásticas, ni obligar a los bancos a contentarse con la vivienda hipotecada como fin del contrato con los hipotecados, de eso no he leído nada de nada. En cambio, en medio de ese cerco pútrido y colillero, y siempre dispuestos a salvar la patria de la indeseable chusma obrera y perroflauta, el psoe ha pretendido lavarse la cara con el impuesto para ricos. Populismo donde los haya, pues no atenta contra los trucos que tienen los ricos actualmente para evadir el fisco. La cosa es tan triste que son las grandes fortunas las que le indican al gobierno cómo debe realizarse el cobro de su fiscalidad. Y algunos se lo han creído, se han creído que los ricos desean darnos unos eurillos a modo de donación para que los chiquillos acudan vestidos y aseados al colegio. Y si la cosa va a peor, los ricos podrían donar leche en polvo para mezclarla con gofio a la hora del recreo como hiciérannos en el pasado.

 

Mientras, atascados en una indolencia social patológica que admite el aumento del paro en verano en la tierra del chiringuito, se hace muy difícil levantar un programa anticapitalista, que es lo único que cabe hacer. Atascados y al pairo de los acontecimientos. Atemorizados y sin una idea de cómo poder poner firme al capitalismo especulador y financiero, menos mal que se están dando pasos para, al menos, identificar a la bestia y ponerle nombre y apellidos. Con el asunto del puerto de Granadilla se empezó así, y no nos ha ido mal.

 

Ahora se entiende mejor por qué cuando saludas a alguien: ¿qué pasó?, te contesta: ¡mira…, escapando!