Los cazafraudes
Wladimiro
Rodríguez Brito *
[Necesitamos apoyos para
volver al campo; no sólo para incorporar jóvenes sino para que los más maduros
participen con su saber hacer, con menos burocracia y papeleo por parte de las
administraciones.]
Los sucesos actuales nos dan sorpresas
continuas, no sólo por el ritmo de los acontecimientos sino por la devaluación
de nuestra cultura. Elementos culturales básicos tradicionales en esta tierra
hoy son ignorados, aplicando marcos legales y culturales procedentes de otros
modelos de sociedad (Bruselas, Madrid, incluso Canarias) alejados de la
realidad social local.
Son numerosos los problemas legales que
soportan nuestros agricultores y ganaderos con unas leyes que protegen a todo
bicho viviente, exceptuando a nuestros campesinos. No sólo tienen que luchar
ante los problemas de la sequía, las plagas, las importaciones de alimentos en
sistema de dumping, sino que ahora vemos en nuestros campos unos inspectores de
Hacienda o de la Seguridad Social que entran en las tierras buscando posible
fraude.
De todos es conocido que el campo en las
Islas es una actividad económica de dudosa rentabilidad y que en la mayoría de
los casos lo cultivamos más por aspectos culturales y sentimentales. Producir
aquí es caro, y las importaciones de alimentos de terceros países o incluso los
de la Unión Europea que entran en las islas con ayuda del REA le hacen aún más problemática rentabilidad a nuestros
agricultores y ganaderos.
No es justo asociar a nuestros campesinos
con los defraudadores en los paraísos fiscales. Es lamentable preguntarle a los
parados o a los pensionistas con sus problemas diarios si venden un saco de
papas o un queso como actividad defraudadora al fisco. Nuestro campo ha
funcionado siempre en una economía de subsistencia centrada en algo que llevar
al estómago ante coyunturas difíciles. Vender un saco de papas para pagar la
semilla y el guano no debería ser ningún fraude para las arcas públicas de este
país.
En los momentos que vivimos en unas islas
en las que aumenta la pobreza, los bancos de alimentos, las tierras balutas y un amplio colectivo de jóvenes desvinculados del
mundo rural, necesitamos confianza en las instituciones y ánimos para los que
encaban el sacho. No necesitamos miedo y preocupación por si pierden la pensión
o el seguro de paro por sembrar un saco de papas o participar en una gallofa
con el resto de los vecinos del pueblo, o si participa en un
torna peón con otro agricultor del entorno.
Necesitamos apoyos para volver al campo;
no sólo para incorporar jóvenes sino para que los más maduros participen con su
saber hacer, con menos burocracia y papeleo por parte de las administraciones.
Asociar a nuestros campesinos con los señoritos que evaden impuestos a los
paraísos fiscales es no sólo injusto, sino total ignorancia y desprecio por la
realidad del campo. Pretender sanear la Hacienda pública apretando a un medio
rural empobrecido como el nuestro es un atropello; la gallofa no tiene nada que
ver con el fraude, ni en la Seguridad Social, ni en los problemas de la
Hacienda del Estado.
Actualmente en Tenerife tenemos más de
treinta mil personas pendientes de los bancos de alimentos. El campo no es
rentable económicamente, pero socialmente es un apoyo fundamental para muchas
familias. No podemos tratar como delincuentes a los que rozan las zarzas o
luchan contra la sequía y las plagas para producir papas o millo en nuestras
medianías; gracias al campo mucha gente tiene menos dependencia de las importaciones
de alimentos. Aquí puede haber una luz que nos alumbre en el túnel de la crisis
en Canarias; necesitamos sembrar ilusiones y compromisos que alejen los
cortocircuitos y barreras de una sociedad y una administración que ha realizado
una maraña de leyes que han olvidado a nuestro mundo rural. La gallofa, como
bien dice el profesor don Leoncio Afonso,
refiriéndose a la trilla y al gofio, es aquel trabajo en común por el que no se
percibe salario en compensación, ofreciendo comida al final de éste. El apoyo
del trabajo común entre familias o vecinos en una comarca o pueblo es donde la
solidaridad predomina sobre los aspectos monetarios. ¿Es esto fraude a Hacienda
y a la Seguridad Social? Igual podemos hablar del trocapeón
o tornapeón. Tenemos que hacer surcos y siembra que animen a nuestros jóvenes a
incorporarse al mundo rural y no incertidumbre, miedo, ante una administración
que creemos que actúa más por ignorancia que por malas intenciones sobre la
problemática del campo y las relaciones de este con la hacienda y la seguridad
social.
*
DOCTOR EN GEOGRAFÍA