Lo de Cataluña va en serio

 

 

Juan Jesús Ayala

No es una algarabía ni un movimiento inconexo, y menos aún un folclorismo por la fiesta de la Merced, es mucho más que eso. Es un trabajo de concienciación nacionalista que se ha hecho por los partidos nacionalistas catalanes desde la época de Prat de la Riva y Cambó, y que ha ido adquiriendo fuerza en el transcurso de la historia y fortaleciéndose, además, por los desencuentros e incumplimientos del Estado central.

Y ante lo que se avecina, esto va en serio, y no habrá quien lo pare. Cuando un sentimiento nacionalista se arropa con la ideología de los partidos nacionalistas y caminan ambos en la misma dirección, que es la soberanía de su pueblo, no existe la vuelta atrás. Lo que acontecerá será un capítulo muy diferente, donde las conexiones con el Estado central estarán minimizadas, ya que Cataluña camina hacia su fortalecimiento con un Estado propio.

Se habla ahora, cuando uno está cansado de decirlo una y mil veces, que el modelo de Estado que recoge el Título VIII de la Constitución vigente está obsoleto, no cumple con las expectativas de los territorios, por lo que tendría que modificarse e ir por la vía del federalismo, pero no por el federalismo que ahora pretende preconizar el PSOE, ya que ello es solo una tenue vuelta de tuerca, donde se seguirá favoreciendo a los poderosos en detrimento del resto. El federalismo desde Proudhon, y afianzado por Pi y Margall, es aquella doctrina que favorece la unidad desde la diversidad, pero ahora está desfasado, no cumple con la exigencia de los pueblos, al menos en esa primera etapa, como, por ejemplo, plantea el nacionalismo escocés, para luego ir más allá, hacia un nuevo modelo que sea el confederal.

El confederalismo huye de la asimetría, no se favorece por motivaciones políticas a este o aquel territorio para salvar la cara en un momento determinado. Va más lejos, puesto que es una relación contractual ratificada por las dos partes, donde lo que une a las diferentes partes con el núcleo central del Estado sean la moneda, el ejército y tal vez la seguridad, que como van las relaciones internacionales de complicadas debe descansar pura y exclusivamente en la ONU y dejar para el resto todas aquellas cuestiones que impliquen desarrollo y bienestar para los territorios integrados en esa confederación.

El parlamento catalán ya se pronunció el pasado año por poder ejercer el derecho de autodeterminación, el derecho a decidir (anteriormente se pronunció por la codecisión) qué camino quieren transitar, lo cual está contemplado desde 1966 por resolución de las Naciones Unidas no solo para los pueblos colonizados, sino para cualquier pueblo del planeta. Pronto decidirán vía referéndum o vía elecciones si el pueblo catalán está o no por la independencia o por otro tipo de tratado con el Estado español. Ya se verá.

¿Dónde están las diferencias en estas asimetrías que se podrán instaurar, en las que se beneficia a unos en detrimento de otros, con lo que la situación de Cataluña puede ser un aviso a navegantes de lo que les espera a unos y a otros, y cuando digo a otros me refiero a nosotros, a Canarias? Ante esto, ¿qué hacer? La solución, desde luego, no estriba en estar a la espera y a verlas venir.

Los nacionalistas, hay que insistir hasta el cansancio, tendremos que ir hacia la unidad, hacia ese primer congreso o convención nacionalista donde se debata y se ponga sobre la mesa de las ideas y con un lenguaje común cuál es el objetivo, hacia dónde queremos llegar, que en primera instancia podría insistirse en la confederación, como pretenden los belgas, y cuando se tenga un espacio agrandado por una mayoría social pensar en un escenario político que conduzca a la libertad de decisión, sin tutelajes ni trabas de ningún tipo.

Sabemos lo escabroso y difícil que se hace andar nuevos caminos, ya que es necesario abordar cambios constitucionales donde la mayoría no está por esa labor o ir por el camino de los pronunciamientos populares, como acontece en Cataluña, que remueva las conciencias y se llegue a una conciencia nacionalista fuerte y contundente.

Pero lo que no debemos hacer es esperar mientras otros, en este caso Cataluña, se mueven; los nacionalistas canarios tendremos por imperativo histórico que situarnos en el tiempo que nos ha tocado vivir, que no solo es interesante, sino esperanzador. Y comenzar a dirigir los pasos hacia nosotros mismos.