La castrante casta universitaria española

La guerra civil de España y la posterior represión franquista acabó con el pensamiento crítico en la universidad española mediante la persecución de los intelectuales más destacados, asesinados, encarcelados o exiliados, instaurando una casta endogámica de acólitos incondicionales al régimen que la monarquía borbónica, heredera del franquismo en la persona de Juan Carlos I y heredera de si misma en la de Felipe VI, no ha hecho más que consolidar agravando la situación si ello fuera posible.

Esta continuidad se mantiene y se detecta fácilmente a partir de la programación actual de las universidades, por ejemplo, en cuanto a la metodología se refiere la única diferencia con respecto a la que utilizaba el franquismo se resume en que ahora contempla el uso de internet, que no es ninguna garantía de calidad y democracia, metodología que reproducimos tomada de una conocida universidad metropolitana, de las mejor consideradas en cuanto al contexto español se refiere:

“Las clases magistrales se impartirán al grupo completo de 75 alumnos (UNESCO recomienda un número máximo de 23 alumnos por aula), y en ellos se darán a conocer al alumno los contenidos fundamentales de la asignatura. Al final del tema se hará un breve resumen, etc.

Las clases prácticas en el laboratorio están orientadas a la aplicación de los conocimientos y priorizan la realización por parte del estudiante de las actividades prácticas que supongan la aplicación de los conocimientos teóricos adquiridos.

También estarán disponibles tutorías para alumnos que de manera individual deseen resolver las dudas que surjan durante el estudio.

El campus virtual permitirá una comunicación fluida entre profesores y alumnos y como instrumento para poner a disposición de los alumnos el material que se utilizará en las clases teóricas”.

Lo que traducido al lenguaje llano y sin florituras, al román paladín, viene a decir que el profesor o profesora se presenta en el aula con sus clases resumidas en amarillos papeles por la inexorable oxidación, ahora pasados a power point, que si acaso ellos entienden y que cuelgan en el denominado campus virtual según reza la metodología (jamás unos apuntes bien elaborados y ordenados, comprensibles, para más inri sólo accesible a profesores y alumnos mediante claves individuales y nunca disponibles públicamente, democráticamente (como ya ocurre en numerosas universidades internacionales) aunque se financien al cien por cien del erario público, ya saben, ese que sudamos entre todos, dado que nada producen, programa que sigue siendo el mismo en las actuales asignaturas casi cuatrimestrales que en las anuales dado que ni siquiera se han molestado en adaptarlos a los actuales planes de estudio, más reducidos en tiempo.

En cuanto al sistema de evaluación ya se lo pueden imaginar, el “examen de toda la vida”, corregido por el profesor según su subjetivo criterio y nunca corregido colectivamente, delante de todos los alumnos, con los criterios expuestos claramente y sometidos a la crítica y, lo que es más importante, a la revisión. Leamos lo que incluye la citada programación al respecto:

“Para superar la asignatura es imprescindible tener aprobado el programa teórico y el programa práctico. El programa práctico se evaluará de forma continuada (incomprensible en una limitadísimas prácticas, generalmente una semana en el mejor de los casos) y mediante un examen final. El programa teórico se evaluará mediante una prueba escrita u oral sobre los contenidos de la asignatura (o sea, mediante otro examen)”. Y ojo al dato: “Una vez aprobados tanto el programa práctico como el programa teórico, la calificación final estará determinada en un 20 por ciento por el programa práctico y en un 80 por ciento por el programa teórico (recuérdese que tratamos de asignaturas experimentales)”·.

Exámenes que en ocasiones ni siquiera se muestran a los interesados con la más que déspota excusa de que “ya ha sido revisado por nosotros” y otras intolerables faltas de respeto hacia los damnificados estudiantes, que ya se hubieran rebelado de no ser por la política intelectualmente castrante del borbonato, primando los programas televisivos de entretenimiento, por ejemplo “mujeres y hombres y viceversa” de una conocida cadena televisiva, no siendo casualidad que cuando Aznar (integrante del trío de las Azores junto con Blair y Bush, responsables del cruel e ilegal genocidio iraquí) ganó las segundas elecciones por mayoría absoluta, la primera medida tomada consistió en contratar la principal productora holandesa de programas de entretenimiento entendido como alienación mental, estudiantes que, ante la desesperación, depositaron inicialmente sus esperanzas emancipadoras en Podemos, votándolos masivamente, sin entender que nadie les solucionará el problema sino ellos mismos, opción que abandonaron en las elecciones del 26 de junio de 2016 ante la constatación de que los dirigentes de esa organización forman parte de la misma casta que tratan de combatir.

Esa y no otra es la explicación de la más que millonaria pérdida de votos de los podemitas, estudiantado hastiado de soportar la prepotencia, insolencia y frustraciones, tanto personales como profesionales, de un profesorado desmotivado y sin consideración alguna de la comunidad internacional, corroborado por la ausencia de las universidades españolas de todos los índices de calidad elaborados internacionalmente.

Profesorado que lo único que ha querido entender, lamentablemente, del plan Bolognia es que los periodos lectivos, con la presencia directa de los que deberían ser los verdaderos protagonistas del proceso de enseñanza-aprendizaje, los alumnos y alumnas, se reducen a menos de dos cuatrimestres, de septiembre a diciembre y de enero a mayo. Y pobre de aquel que ose salirse del guión establecido por y para la casta, sea profesor o alumno, en el primer caso le harán la vida imposible y en el segundo le pueden arruinar la carrera. El sistema educativo es un engranaje más para el mantenimiento del régimen monárquico y colonial, a cuyo servicio está diseñado, del que, mayoritariamente, siguen ausentes los hijos de los trabajadores.

 

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