Carta de un canario

a Su Majestad el Rey Don Juan Carlos I de Borbón

 

Me dirijo con todo mi respeto a Su Majestad con el ánimo sereno y esperanzado para pedirle, por parte de un canario, que medie en el asunto objeto de esta carta con la honestidad y amor a la justicia que le caracterizan como persona de indudable valor democrático.

Por medio de esta, deseo llamarle la atención a un asunto que solo con el concurso de su participación sería un éxito y un ahorro en vidas y en sangre. Me estoy refiriendo a que promueva usted la libertad de Canarias, como responsable de la Corona, de la misma corona que invadió mi tierra esclavizando, humillando y matando a los pacíficos pobladores que habitaban las islas Afortunadas, hoy llamadas las Islas Canarias. En otras palabras, Majestad, la corona que usted representa acabó con mi familia, impidiendo de esta manera a los que, como yo, nacimos en estas siete peñas se nos privara de una magnifica herencia, de nuestra libertad y de nuestra identidad.

Su Majestad ha demostrado al pueblo de España ser un hombre y un rey propietario de unas magníficas cualidades humanas. Créame, Majestad, que aún no entiendo cómo es posible que mantenga usted una colonia en el territorio de ultramar de la España del siglo XXI. Una colonia que es un lastre histórico para la corona que usted representa, porque fue Fernando el Católico quien promovió la invasión por medios militares y que durante noventa y seis años mis antepasados los guanches resistieron para defender su libertad y medio de vida. De sobra prueba la historia que fueron sometidos por la fuerza y diezmados por una cruel carnicería.

Majestad, mi familia, los guanches, eran una pobre gente que solo pretendían vivir como ellos deseaban. Entendían el estado del bienestar de una manera diferente y los invasores criminales acabaron prácticamente con la raza de la que aún quedan trazos en mi ADN. Eso es un magnicidio en toda regla y todos los magnicidios deben ser llevados ante la corte de los derechos humanos. Yo exijo se haga justicia y restablecer, no las vidas perdidas, pero sí los derechos que emanan de esa justicia y cuyos herederos son todos los canarios de nacimiento. Desgraciadamente, Majestad, usted representa, por la línea de sucesión al trono, a quienes permitieron aquella carnicería en contra de un pueblo noble que no representaba ningún peligro para nadie.

Sé que esto es un asunto de envergadura a esta altura de su reinado, pero también sé que un rey no tiene derecho a la jubilación, por lo tanto, en función de que ha sido siempre un valedor de la democracia, haga que la historia le despida como Juan Carlos I el Libertador, porque usted es el único que puede devolvernos la libertad a todos los canarios. Nadie, Majestad, solo usted con su firma, su palabra y su honor puede hacer que Canarias sea un Estado soberano libre. Por esto le pido que tome acción y no le pase este delicado asunto a los políticos canarios, porque nosotros en Canarias no tenemos políticos, tenemos vividores que desprecian al ciudadano, que nos desprecian cuando oyen el clamor de la libertad y la justicia. Nosotros no tenemos a nadie que nos proteja, estamos pasando hambre y sed de justicia y nadie nos arropa. Hemos perdido toda ilusión por la vida ante el porvenir que estos mangantes políticos nos han puesto delante. Encima, gran parte de los medios de comunicación canarios cierra los ojos ante tantas injusticias porque de abrirlos perderían los contratos publicitarios y muchas prebendas. Estos nos vendan los ojos para que no veamos, pero al mismo tiempo sentimos el dolor en nuestras carnes, el dolor del hambre, la vergüenza y la humillación. Paradójicamente, la justicia, que es quien debería tener los ojos vendados, los tiene ahora completamente abiertos y permite que imputados en procesos de corrupción se presenten a las elecciones buscando el aforo, el parapeto, el ocultarse de la ley.

¿De veras cree usted, Majestad, que la Constitución que firmó en el 78 sirve de algo en estos tiempos? ¿De veras puede usted creer en esta Constitución que permite que en mi tierra los perdedores ganen y los que ganan pierdan? Mire a mi tierra, está llena de miseria. Sin embargo, estas preguntas hechas a un político tendrían como respuesta el sí. Que la Constitución es la base de la convivencia. Ellos saben lo que significa la Constitución, pero no cumplen con ella por sus acciones en contra de la soberanía popular; permiten la creación de leyes que les benefician, que les amparan hasta después de haber dejado el cargo. Muchos de ellos roban a mansalva y no pasa nada, se les lleva ante el juez y no pasa nada. Pero si alguien en paro, desahuciado, hambriento y sin futuro roba una manzana en un puesto del mercado entonces los coches patrulla le rodearán, los policías se lanzarán sobre él y lo reducirán a golpes. Esa es nuestra Constitución, y también nuestra vergüenza. Y lo curioso es que usted refrendó la Constitución que hoy sabemos desampara al ciudadano, y usted lo sabe mucho mejor que yo.

Sé que la Constitución de 1978 le pone por encima del bien y del mal, con lo cual puedo presumir de que este asunto lo pasará usted por alto, porque no querrá entrometerse en un asunto político. Pero eso es un error, la independencia de Canarias no es un problema político, es un problema de la Corona, que fue quien lo instigó, y un asunto de justicia que le otorga a usted el deber de resolverlo, como una solución a los derechos fundamentales de los pueblos. No es justo que se ampare en el presente en una Constitución que no manifiesta en ninguna parte de su articulado que España promoverá la libertad y descolonización de las Canarias. Para mí esa Constitución no se ajusta a derecho, al menos al derecho que usted nos ha enseñado durante su reinado, ya que pretende cerrar una herida en falso, cercenando de un plumazo la libertad futura de las Islas Canarias y olvidándose del pasado, desde los tiempos de Fernando el Católico. No pudimos evitar que los cuerpos muertos de nuestros antepasados se cubrieran de tierra, pero sí podemos evitar que se quiera enterrar ahora nuestra libertad, aquella que por derecho natural nos corresponde.

Hoy, ante España y el mundo apelo a su lealtad a la justicia, al honor y a la decencia democrática de la cual es Su Majestad un gran ejemplo, para que inicie las consultas con las partes actuantes y planifiquen una agenda de descolonización de las Islas Canarias. Salde el error cometido por sus antepasados devolviendo la libertad a los herederos legales de aquellos guanches que fueron masacrados. Sea usted quien reciba las gracias de los canarios por devolvernos el respeto inalienable de nuestra identidad. Ser canario, Majestad, es lo más hermoso que existe en nuestra vida; ser canario es un titulo y símbolo de identidad que nos pertenece; ser canario es ser libre como las olas del mar porque nuestras raíces están regadas con la sangre de nuestros guanches, toscos, incultos, si los comparamos con los adelantados de Castilla, pero con una responsabilidad tan grande con nosotros que dieron la vida luchando por mantener la libertad y la cultura que casi hemos perdido, pero era nuestra gente, y demostraron ser nuestra familia porque murieron defendiendo la libertad que deseaban entregar a cada uno de los canarios como una valiosa herencia, aunque todavía son muchos los que desprecian la historia y la sangre derramada de nuestros antepasados.

Estoy convencido, Majestad, de que la independencia de Canarias no va a traer todas las soluciones a los problemas que tenemos en las Islas, pero sean cuales sean estos serán los canarios y sus representantes quienes busquen las soluciones y quienes llevarán adelante nuestro futuro como hombres libres, para bien o para mal. Esa circunstancia no querrá nunca decir que nos desligamos del todo de España. Hay derechos y obligaciones que cumplir, como respetar los pagos de las pensiones a quienes contribuyeron ante la administración española y a todos los que por derecho les corresponda usufructo de la nación colonizadora. También estoy convencido de que si Su Majestad no da el primer paso nunca llegará la libertad a Canarias, al menos por los medios naturales o democráticos. No espere, por tanto, reacción alguna de ningún político canario. Ellos tienen otras prioridades, pero la libertad de los canarios y de Canarias no es una de ellas. No quieren nuestra libertad, nos prefieren calladitos, que no levantemos la cabeza, para seguir abusando de la bondad que guardamos en el corazón.

Majestad, mi petición es genuina y no está contaminada por el egoísmo de los intereses económicos, personales o políticos, sino por lo que me dicta mi corazón de canario. ¿Cómo no voy a pedirle esto, Majestad? Mire mi tierra, se está llenando de miseria, de corrupción política, tenemos una ley electoral que no la querrían ni en el subcontinente africano; invierten grandes cantidades de dinero publico en hospitales y se alargan las listas de espera; encima tienen que cerrar plantas porque no alcanza el dinero para mantenerlas. El paro sube a casi trescientas mil personas, lo que supone que medio millón de canarios pudieran estar llorando cada noche ante una mesa vacía, y sin embargo la máxima preocupación de ellos es subirse los salarios y reducir el de los demás, y nadie hace nada para evitar que esto siga ocurriendo. Y si nadie hace nada en beneficio del pueblo, ¿para qué queremos un gobierno? Y si tampoco usted hace nada, ¿para qué queremos un rey? La Constitución dice que el rey arbitra y modera el funcionamiento de las instituciones. Majestad, ¿qué tiene que pasar para que usted tome acción? No espere a arbitrar y moderar cuando se acabe el partido. Aprenda del pasado reciente de España; si usted hubiera moderado o arbitrado entre dos o tres semanas antes del golpe de Estado del 23-F, este no hubiera ocurrido. Usted permitió que el Parlamento se convirtiera en un circo político. Usted pudo evitarlo acudiendo al Parlamento y dando un discurso de rey, dejando claro que la democracia no podía convertirse en una verbena. Aquella vergüenza pudo haber acabado en un derramamiento de sangre, porque nadie supo intervenir a tiempo. Era usted el único que tenía que haber intervenido y no lo hizo, cuando en todos los rincones de España se estaba escuchando ruido de sables.

Por este tipo de actitudes ha emergido de la nada el movimiento M-15, demostrando que el ciudadano de pie está despertando su conciencia. Se está perdiendo el miedo a hablar y ya nos permitimos hasta manifestarnos ante la Policía con los brazos en alto. Nos estamos convirtiendo en héroes urbanos por la vía pacifica, aunque las cargas policiales se ensañan haciendo prácticas de todo cuanto saben hacer, es decir, actuar como animales incontrolados. Esa misma dinámica es la que presumo se puede dar en un momento dado en las Islas Canarias. Sin embargo todo eso se podrá evitar usando el sentido común. El mismo sentido común que su Majestad usó en la transición española puede servir perfectamente para la transición de las Islas Canarias a su independencia política.

Le pido, Majestad, que tome acción en pro de la libertad de Canarias. No espere a actuar cuando los políticos sobrepasen el nivel de aguante del pueblo, cuando el hambre se transforme en violencia, en guerrillas urbanas, como la única salida a dirigir nuestro destino por nosotros mismos. Actúe antes de que el pueblo decida hacerlo y corroborar que este pueblo es soberano y quiere serlo de su nación canaria. Denos lo que Fernando el Católico nos arrebató, denos la libertad del pueblo canario, denos nuestra identidad, nuestra herencia y el orgullo de ser canario y poder demostrarlo. Sea consciente del dolor que hemos padecido por seiscientos años y comience a quitarnos nuestras cadenas, no de nuestros pies y manos, sino de nuestro doliente corazón. Permítanos mostrar a nuestros antepasados que no murieron por nada, que al fin logramos la libertad que ellos querían preservar para sus herederos. Será hermoso contemplar que la misma corona que nos esclavizó nos otorgó la libertad. Solo usted tiene la llave, Majestad, para evitar oír otra vez en los montes de Canarias el grito "¡Atis Tirma!". El grito que se oía al precipitarse al vacío para no afrontar la vergüenza de verse sometido por las hordas castellanas.

Entiendo que a esta altura de la carta se esté preguntando cuántos son los que quieren la independencia de Canarias, y como buen demócrata conocer ese resultado será importante, aunque en absoluto es vinculante. Déjeme decirle que los mismos líderes políticos dicen que son unos pocos, quizás entre tres y cinco mil. Son realmente pocos porque la mayoría desconocen los hechos históricos. En nuestros colegios no se nos enseñó a conocer nuestra historia. Se nos dio una medicina narcótica que la dictadura sembró por toda España. Nosotros, lejos de la Península, nos sentíamos aislados del mundo y eso nos hacía muy débiles. Por eso somos pocos, Majestad, por miedo, solo por miedo no somos más, porque casi todos tenemos plantado en el fondo del corazón la patria canaria. Pero esto solo es visible cuando el conocimiento de nuestras raíces es pleno. Bien sabe usted que la ignorancia no permite la evolución de los pueblos.

Sin embargo, la justicia debe ser administrada porque estas islas fueron colonizadas por la fuerza, y la verdadera justicia sería que se devolviera a sus pobladores por derecho de nacimiento la libertad política y administrativa. Más allá de que seamos pocos o muchos, la justicia con las Islas debe ser restituida sin tener en cuenta el número de los que están a favor. A lo mejor yo me siento cómodo siendo español, pero las próximas generaciones dirán de mí que no hice lo correcto a los ojos de la justicia. ¿Quiénes somos nosotros hoy para detener o limitar el futuro de los canarios del mañana? Los canarios no solo debemos pensar en los que hoy vivimos sino en los que serán nuestros herederos. Solo Su Majestad puede traer esa justicia si se constituye en el padre de la independencia de Canarias, permitiendo así que los reyes anteriores de España descansen en paz al verse despojados de la culpa de mantener a Canarias bajo el yugo colonial. Siendo el director de ese proceso daría al pueblo canario la seguridad de que les llevara a buen puerto. Ya que no se trata de abandonar a los canarios, sino de hacer el camino juntos hasta el destino señalado. España seguiría siendo para los canarios una patria menor, porque nuestra patria es la nación canaria, porque nosotros somos canarios y Canarias nuestra razón de ser, y esto nadie puede evitarlo.

Majestad, mis antepasados lucharon valientemente para defender el territorio y su soberanía bajo las órdenes de sus reyes, de los cuales sobresalen Doramas y Tinerfe. Estos eran amados por nuestros antepasados y tanto ellos como la población fueron eliminados para imponer otro rey, el mismo que inició la Corona española actual. Por estos hechos históricos usted tiene el deber de convertir a las Islas Canarias en un Estado soberano, libre de la mano de España.

A pesar de no haber actuado a tiempo, usted tuvo un gesto magnífico de honor cuando defendió a los españoles y a los canarios del golpe de Estado del 23-F. Este simple ciudadano le pide que haga lo mismo por el nacimiento del futuro Estado soberano de Canarias. Y si la Constitución de 1978 no le autoriza a promover estos pasos, promueva el cambio, ya que cuando la Corona de Castilla inició la colonización no existía constitución alguna sobre las Islas y no es lógico pensar que, como hoy tenemos Constitución, esta le ata las manos y nada se puede hacer para salvaguardar los derechos de un pueblo masacrado, pues estoy convencido de que la Constitución es la Biblia de toda naturaleza política beneficiosa y no debería ser, por tanto, un tropiezo para iniciar esta andadura.

Por ultimo Majestad, permítame decirle que los canarios le queremos de corazón a usted y a su familia. Juntos hemos compartido momentos felices y difíciles; por esto le pido que tome este cariño que le tenemos como una petición para que nos dé lo que más amamos, nuestra tierra, nuestro mar y nuestro cielo. No tome este cariño que le tenemos como debilidad de esta gente mansa y devuélvanos nuestra libertad y, de paso, con ello, limpie de sangre inocente la Corona de España.

Perdóneme mi atrevimiento por dirigirme a Su Majestad. Perdóneme por haber tenido el coraje de pedirle la libertad de Canarias; perdóneme por ser un simple ciudadano solo con valor estadístico; perdóneme porque yo he perdonado a todos sus antepasados por casi acabar con mi raza, mi patria y mi libertad.

¡Viva el Rey! ¡Viva España! ¡Viva la República Canaria!

Publicado en el periódico El Día, 10-07-2011