Marruecos, la represión que no cesa (la cárcel de Salé)

 

 

Juan Jesús Ayala

 

Marruecos se moderniza, eso nos cuentan algunos, pero hay otros que también nos relatan la otra cara de la estampita, la de la represión, la de la pérdida de la dignidad humana cuando esta se ve violentada y ultrajada por la tortura y los malos tratos, donde las prisiones en las que se amontonan los presos políticos es la mejor y más evidente vuelta no a que se está en la modernidad sino lo que existe, la vivencia más palpable es una vuelta a las mazmorras de la Edad Media.

 

En la prisión de Salé se encuentran encarcelados activistas pendientes de juicio militar que fueron allí conducidos cuando las fuerza marroquíes desalojaron con violencia el campamento de Gdein Izik que se aposentó en las afueras de El Aaiun para revindicar se pusiera en práctica el referéndum de autodeterminación propiciado por la ONU y que al rey de Marruecos le entra por un oído y le sale por el otro, así como una veintena de estudiantes que allí fueron conducidos tras la revuelta de la primavera marroquí debido a la muerte de un estudiante saharaui, Jabad Hamadi, el 21 de abril del 2011 producida por las fuerzas policiales marroquíes.

El pasado día 12 de este mes, según nos cuentan, miembros de la represión marroquí atacaron de forma violenta a estos presos políticos armados de palos y porras, confiscando todas sus pertenencias y oponiéndose a que sus familias les proveyeran de algún tipo de sustento, estando en el más absoluto desamparo legal y considerados no como ciudadanos que exigen la libertad de su pueblo sino como agitadores políticos, y como tales serán tratados por tribunales militares que ejercitan su función sobre un territorio en litigio y que no pertenece a Marruecos.

Marruecos, que da la sensación de que está cerca de nosotros. Ya se decía que de "Tuineje a Berbería se va y se viene en el mismo día". Pero la geografía no es determinante para que los mundos circulen por polos opuestos. La modernidad para algunos no se basa en el respeto a las personas, el imbuirle de derechos y usar el ultraje como recordatorio que no ha sido aun instituido en un país donde se llegó a inventar un golpe de Estado, por el denostado Hassan II para liquidar a los opositores militares que pretendían hacer de Marruecos un país cuasi europeo, como al general Ahmed Dlimi cuyo cuerpo saltó por los aires por una carga de profundidad situada dentro de su coche.

Marruecos, que jaleado por Hasan II, irrumpe con la Marcha Verde en un territorio que no le pertenece, que hoy ocupa y que hace oídos sordos a las leyes internacionales, pero no por eso -seguro que para algunos- deja de ser moderno, acaparador y salvaguarda de los derechos humanos y, sobre todo, cerrando cárceles mugrientas donde el trato al ser humano es indigno. Marruecos será todo lo que pretenda ser, el rey podrá ser el hermano menor del de España, todo lo que se quiera, pero mientras se violenten derechos, no se cierren cárceles sórdidas y de tortura y se obligue a un pueblo, el saharaui, a un éxodo constante y permanente y se le usurpen su dignidad y su riqueza, la modernidad se encuentra muy lejos, pero que muy lejos del reino alauí de Mohamed VI.