La
nueva política energética del PP en Canarias
o la vuelta al Paleolítico
José María Fernández-Palacios *
Cuando
ya se ha alcanzado un consenso internacional acerca de la necesidad de que las
energías verdes sustituyan lo antes posible a los combustibles fósiles cerrando
definitivamente la transición energética, cuando en todo el planeta ya se
trabaja abiertamente en prevenir o en mitigar el impacto del calentamiento
global que provocan la explotación del petróleo, gas natural y carbón en la
naturaleza y en las sociedades humanas, cuando en Canarias el mensaje de la
necesidad de aprovechar las magníficas condiciones naturales que poseen para la
explotación de las energía eólica y solar ha calado profundamente en residentes
y visitantes, cuando la Mancomunidad de Municipios del Sureste de Gran Canaria
ha conseguido erigirse como un ejemplo mundial de gestión sostenible, el
Partido Popular, a través del su flamante nuevo ministro de Industria y
Turismo, el Sr. Soria, nos traslada a la prehistoria energética con dos medidas
insólitas.
En primer lugar con la desaparición de
todas las subvenciones y ayudas estatales a la explotación de las energías
verdes, hecho que hasta ahora posibilitaba que estas energías limpias
(fundamentalmente la eólica y la solar, fotovoltaica o térmica) pudieran desarrollarse
con cierta dignidad, en un contexto de descarado apoyo de los gobiernos a las
multinacionales que captan, distribuyen y venden los combustibles fósiles. Este
decreto no sólo atenta contra los intereses de las empresas que optaron por
apostar por un futuro más verde, sino que cercena de raíz las perspectivas de
investigación y desarrollo tecnológico en este campo de uno de los países más
avanzados del mundo en inversión y producción de electricidad a partir de
fuentes renovables.
En segundo lugar, la apuesta por
explotar sin paliativos las reservas de crudo que al parecer podrían existir
bajo el fondo marino del canal que separa Fuerteventura y Lanzarote del
continente africano, arguyendo que una economía que depende en un 98% de los
combustibles fósiles para su mantenimiento no puede dejar escapar ninguna
opción de explotar un yacimiento petrolífero ubicado en suelo patrio. A las
corporaciones locales (Gobierno Canario y Cabidos Insulares de Lanzarote y
Fuerteventura) se les somete a un ultimátum de una semana y se les garantiza
que participarán en los beneficios del negocio, promesa que hay que ser muy
ingenuo para creerse.
Al parecer, el que Canarias dependa
casi exclusivamente del fuel que importamos del Golfo de Guinea, en mucha mayor
medida de lo que depende el conjunto del estado, en donde la energía hidráulica
y la nuclear diversifican su producción eléctrica, no es para el Partido
Popular un motivo sobrado para apostar claramente de una vez por todas por
fuentes energéticas que pueden ser explotadas ilimitadamente en el tiempo, sino
antes lo contrario, una huida hacia delante que va a retrasar en Canarias de
forma temeraria la apuesta por un futuro verde. Ello por ni siquiera comentar
que los supuestos pingües beneficios económicos de la explotación (cosa que
habrá que ver) se los quedarán las multinacionales del ramo y, en todo caso, el
gobierno central, y que los canarios, nuestras playas y nuestros ecosistemas
nos quedaremos con el espléndido paisaje que forman las plataformas petrolíferas
en el horizonte, con los vertidos y el piche en nuestras costas, con
ecosistemas y recursos marinos –léase pesquerías y marisqueo–
contaminados, y con un atractivo turístico –recordemos que es el primer recurso
económico de las islas orientales– gravemente
lastrado.
* Catedrático de Ecología de la
Universidad de La Laguna
y militante de Alternativa Sí se puede
por Tenerife.