¡Canarias
puede!
Isidro
Santana León
Los canarios
no podemos cambiar Europa ni España, pero sí Canarias. Es posible trasformar
nuestra nación y para ello se hace preciso tomar conciencia de quiénes somos,
dónde estamos y hacia dónde nos dirigirnos.
El proceso de inoculación y asimilación impulsado por
el reino de España desde el siglo XV y hasta la actualidad, ha imbuido en la spique de los canarios, tanto individual como
colectivamente, que carecemos de capacidad para emprender algo y, por lo tanto,
para dirigir nuestro destino. Para lograr esta patraña colonialista, todos los
gobiernos españoles, en todas las épocas, y con la colaboración y obediencia de
los sub-gobiernos delegados en la posesión
ultramarina, han hecho asumir a los canarios que todos los sistemas impuestos
por la metrópoli, desde el cultural hasta el económico, es lo natural e
imprescindible para la supervivencia; reemplazando con ello nuestras formas,
virtudes y aptitud, creándonos una inseguridad y limitación intelectiva que
abre paso a la falsa dependencia. Ahí radica el verdadero comienzo del gran
cambio que necesita Canarias: en hacer una labor contrapuesta al adiestramiento
españolista; concienciando a los canarios de que somos competentes, como
cualquier otro pueblo del mundo, para alcanzar nuestra emancipación. Practicar
responsablemente la canariedad, arraigando la
identificación nacional en las familias, y desde la cuna, para que trascienda
al barrio, a la isla, al archipiélago y a la nación, es el mecanismo
antropológico natural y único posible para cohesionar una sociedad desintegrada
por el colonialismo: más que el adoctrinamiento ideológico, que cambia
fácilmente con los acontecimientos coyunturales, por no ser esencial sino
superpuesto al sentimiento de pertenencia a la nación y por ende a la familia y
su idiosincrasia. La responsabilidad de concienciar a la sociedad canaria y de
su preparación para el cambio, recae directamente sobre los intelectuales
honrados y capaces de poner sus conocimientos al servicio de semejante
humanización. Desgraciadamente, el pueblo es un ganado sin otro pastor que las
consignas capitalistas, añadidas al secular y deformante colonialismo, basadas
en el miedo, la evasión y el acatamiento, y quienes pueden provocar el cambio
del orden establecido son aquellas mujeres y hombres dignos que estén
dispuestos a desnudar al enemigo, informando y desintoxicando al pueblo para
que, desde su convencimiento, tenga la facultad de combatir toda tropelía. El
cáncer instalado no se ha propagado porque sea invencible; sencillamente,
algunos llamados anticuerpos que tenían el deber de detectar la infección,
colaboran con su propagación nutriéndose, felona y egoístamente, de quienes le
dieron su confianza para que velara por los intereses de una sociedad sana, sin
acordarse de que, como células infectadas, también terminarían pereciendo.
Canarias puede salvarse si los anticuerpos sanos, inteligentes y no
sobornables, se ponen a trabajar partiendo del diagnóstico de que la enfermedad
desaparece si se la combate.
España no debe seguir expoliando Canarias ni a los
canarios. España, además, tiene una deuda con nuestra nación por los quinientos
años de sujeción colonial y es preciso exigirla en el tribunal competente.
Todos, nativos y personas que se hayan integrado y
hecho de Canarias su nación, debemos bregar por nuestro derecho a decidir el
futuro que queramos, sin la injerencia de terceros. Afianzar nuestra cultura e
idiosincrasia como hecho distintivo para no diluirnos como pueblo, ya que tras
la pérdida de identidad espera la esclavitud, hasta moral; señalar y hacer
notoria nuestra situación geográfica para movernos en un marco internacional
como estado independiente, por la innegable necesidad que supone para nuestro
desarrollo e intereses. Se precisa más estado y soberanía que nunca, pues la
pérdida de soberanía de las naciones es la fuente donde se sacia el
capitalismo. Cerrados a la globalización y abiertos a la universalidad. La
globalización es una imposición que se hace de afuera hacia adentro, de arriba
hacia abajo y de una minoría a la mayoría. La universalidad se ejercita al
revés: de dentro hacia fuera, de forma horizontal y salvaguardando las
peculiaridades de cada pueblo: ahí radica la belleza del mundo y el equilibrio
entre las naciones. El viejo imperio colonialista se funde pero se hunde, pues
esa integración se basa en algo tan frágil como son los intereses de los
mercados y no en la voluntad ni el ejercicio soberano de los pueblos. La vieja
Europa ha dejado de ser referente para las naciones que ambicionaban su estado
de bienestar, no sólo por la pérdida de derechos de sus pueblos sino por su
participación militar y fascista contra los países más débiles, persiguiendo el
saqueo y la rapiña en nombre de la democracia. Son las antiguas colonias,
convertidas hoy en estados soberanos, quienes tienen gran capacidad de decisión
en los asuntos del Globo. Los tesoros y riquezas nacionales, tal lo hacen los
estados del eje bolivariano, se ponen a buen recaudo para que los especuladores
no hagan depender sus economías de préstamos usureros, lo que ya sufrieron en
sus propias carnes, y que ahora hacen con Grecia, Irlanda, Portugal, España,
Italia…, a través de la perversión y la corrupción de sus gobernantes.
Canarias, como siempre, bajo el yugo, paga las fiestas
del colonialismo sin haber sido invitada.
La solución de la humanidad está en el camino elegido
por los países bolivarianos, donde la solidaridad y la cooperación son
principios, fortalecidos con la nacionalización de sus recursos y entidades
financieras, y en los que el imperialismo, el colonialismo y los invisibles
mercados no pueden meter cuchara. Canarias podría entrar ahí, ¿por qué
no?
24/06/12
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artículos de Isidro Santana León, publicados en El Guanche y en El Canario