CANARIAS: COVID 19 Y AGRICULTURA (I)
Wladimiro Rodriguez Brito *
[...En los últimos 40 años hemos abandonado el campo como actividad básica, dado las limitaciones socio ambientales y las ofertas y mejoras de vida de los servicios, y ahora, de un día para otro, ¿se apagó?...]
Hace más de 40 años, me convencí de la importancia de la agricultura en la estabilidad de los pueblos. La propia procedencia del mundo rural, y la lectura del hambre en el mundo, a través de las publicaciones de Josué de Castro o Yves Lacoste (“Geografía del subdesarrollo”), ponían de manifiesto que la supuesta independencia política significaba poco en la independencia de los pueblos. Dos obispos brasileños de la “Iglesia de la Liberación”, Hélder Câmara y Pedro Casaldáliga, entre abundancia y miseria, me dieron ángulo entre recursos económicos y sociedad. Y el resto lo puso el libro “La geografía: un arma para la guerra”, de Yves Lacoste, sobre los bombardeos de los americanos sobre los diques en el delta del Mekong.
Siempre he estado convencido de que en Canarias, el campo es mucho más que unos surcos y unos alimentos, en el gofio de cada día. Es una actitud cultural y política en la que no se puede confundir valor y precio, primando el ahora sobre el mañana. Es la tierra, la cultura del campo, el manejo del suelo, las semillas, los conocimientos del entorno, golpes de trabajo y naturaleza. Es la transmisión de conocimiento en la familia y el medio.
Sin embargo, se han sustituido los conocimientos familiares por una cultura libresca, teórica. Una política vacía en cuanto a soberanía alimentaria, economía circular, medidas para el cambio climático, y bla, bla, copiando modelos del exterior.
Agricultura y valores mercantiles:
Se prima el mercado, rompiendo con el medio, se confunde valor y precio, se realizan importaciones en muchos casos excedentes, o bien situación dumping, separando la alimentación de los canarios de la agricultura, de la tierra. La modernidad no requiere agricultura. Preferimos las vacas manantial, que pasan de 8.000 litros/vaca y año pasan a 16.000, y pasan de alimentarse de pasto a las proteínas de los cereales (soja, maíz, etc.).
Leamos a Casaldáliga estando en Mato Grosso, donde reflexiona sobre lo social y lo ambiental frente a la deforestación, el monocultivo, el agotamiento de los suelos. Algunas referencias: vacas locas, gripe aviar, glifosato – rondum, hierbas resistentes a los herbicidas, nuevas plagas, etc.
En la aplicación de modelos industriales a la agricultura y a la ganadería, sabía que tenía un techo que se agotaba, y que cualquier día caería todo. Sin embargo, me ha sorprendido la forma en que ha pasado. No ha sido por el agotamiento de los suelos ni por el exceso de contaminación. La manifestación de la naturaleza para ponernos en su sitio ha llegado en forma de un virus. El COVID19 ha puesto de manifiesto los puntos débiles de un modelo urbano consumista, y nos dice que este tipo de vida, no sólo se aleja del campo y la producción de alimentos, sino que hemos tenido escondernos y alejarnos de un mundo masificado, hemos tenido que volver a casa, a lo pequeño, lo local.
En Canarias, se ha producido un movimiento telúrico, un cuarto de millón de personas pasan de trabajar a estar en un ERTE, que se añaden a los más de 200.000 parados que ya teníamos. Esto es algo de una magnitud social imprevisible.
En los últimos 40 años hemos abandonado el campo como actividad básica, dado las limitaciones socio ambientales y las ofertas y mejoras de vida de los servicios, y ahora, de un día para otro, ¿se apagó?.
El campo como actividad residual:
En los datos del P.I.B., apenas existe el campo, y, lo que es peor, apenas tenemos campesinos, ya que en la actividad productiva de las islas, de más de un millón de activos, el sector agrario apenas tiene 20.000 dados de alta en la Seguridad Social, acompañados de pensionistas y algún despistado de fin de semana.
Es una tarea dura, ya que le tocan más de 2 Has de cultivo a cada agricultor, además de atender a la cabaña ganadera: 200.000 cabras, 20.000 vacas, algo más de 5.000 caballos, 40.000 ovejas, algo más de 2 millones de gallinas, 43.000 porcinos, asnos, camellos, etc.
Hemos de hacer una nueva lectura social y ambiental del trabajo y el futuro de esta tierra, con un mayor equilibrio entre población y recursos, en el que a todas luces el sector primario lo hemos de revalorizar por razones obvias. Es el reto más serio que ha tenido esta tierra en 500 años de historia.
wladimirorodiguezbrito.blogspot.com.es
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