El
campo y la escuela
Wladimiro
Roldríguez Brito *
[Se
ha demostrado que el modelo del ladrillo no es una alternativa de futuro.
Tenemos que revalorizar todos nuestros recursos: el sistema educativo, la
agricultura, el medio ambiente, el turismo y otras actividades complementarias
de tipo local han de ser tenidas en cuenta; es básica la vinculación entre
educación y trabajo.]
Se acaban de publicar las plazas vacantes en la Formación
Profesional en Canarias y parece preocupante la propuesta de plazas disponibles
por titulaciones. Las plazas disponibles relacionadas con agricultura y ganadería,
así como las destinadas al sector turístico, son minoría. El problema no es sólo
responsabilidad de la Consejería de Educación; somos todos, es la sociedad
canaria en su conjunto la que ha generado unos valores y unas expectativas que
perjudican la formación y por tanto las actividades del sector primario e
incluso del turismo.
Son
un total de 35.000 jóvenes los que están obteniendo titulación en Formación
Profesional, y de ellos alcanzan las actividades del sector primario menos de un
millar de alumnos, distribuidos en poco más de una docena de centros en todo el
Archipiélago. En Canarias estudian en total unos 300.000 niños y jóvenes. Los
niveles de fracaso escolar o la valoración de la educación por el informe Pisa
no nos dejan nada bien. Está claro que necesitamos cambios culturales y
sociales; también el sistema educativo ha de dar un giro de muchos grados. Además
de la escuela propiamente dicha, la cultura familiar y la escuela de la vida
fueron la referencia de muchos de nosotros, en unos tiempos en que la escuela
estaba asociada a las letras y los números, y el resto de aprendizaje social y
laboral partía de la familia. El trabajo era una obligación, pero también era
un aprendizaje que nos orientaba en muchos casos profesionalmente. El sistema
educativo y formativo tiene que incorporar nuevos valores como elemento básico
para optimizar recursos humanos, naturales y medioambientales, así como las
demandas sociales de nuestro pueblo.
Se
ha demostrado que el modelo del ladrillo no es una alternativa de futuro.
Tenemos que revalorizar todos nuestros recursos: el sistema educativo, la
agricultura, el medio ambiente, el turismo y otras actividades complementarias
de tipo local han de ser tenidas en cuenta; es básica la vinculación entre
educación y trabajo. Lo local, lo pequeño ha de entrar en nuestro sistema
educativo. Como bien dice el premio Nobel Joseph Stiglitz, la globalización
aumenta las desigualdades. El actual sistema educativo está alejando a nuestros
jóvenes del entorno, de una geografía local y próxima, que hemos de
revalorizar. El ayer no debe ser sinónimo de lastre y de miseria, sino camino
de una sociedad más sostenible y solidaria, incorporando a nuestra cultura
todas las mejoras tecnológicas que podamos.
El
mañana reclama otra escuela que esté relacionada con el ayer. Necesitamos
reflexionar profundamente sobre nuestro modelo de sociedad, sobre la organización
y administración de nuestros recursos. No pueden convivir demandas consumistas
urbanas, industriales y energéticas a los niveles de Holanda o California con
nuestros usos tradicionales en la producción de alimentos (agricultura y
ganadería en las medianías, cuidado de nuestros montes…). Tenemos que
cambiar nuestras mentes, sembrar sueños e ilusiones en una vida y en unos
caminos más solidarios ambiental y socialmente. Tener un puesto de trabajo,
cuidar la alimentación y la dignificación personal son algo más que pura
economía.
La
formación en hostelería, los huertos escolares o familiares y la relación
entre la escuela y el medio han de acercar cultura y trabajo, que han estado tan
distanciados en los últimos años. Hemos roto la relación entre campo y
escuela, fracturando incluso la relación de los niños con el entorno geográfico.
Las diferencia entre los niños urbanos y los del mundo rural en cuanto a
conocimiento y manejo del entorno lamentablemente dista poco ahora; nos hemos
empobrecido todos al perder una cultura de gran arraigo, tan valiosamente
conservada por los campesinos y hoy en crisis.
La
escuela en una sociedad con el 30% de paro no puede ni debe seguir los moldes
que hemos mantenido en los últimos 40 años. La escuela tiene que ver con los
tiempos y con el entorno. Por otro lado, los niños y los jóvenes han de ser
objetos activos en el entorno social y familiar; los indicadores del informe
Pisa o el aparente abandono escolar del 23% son referencias que hemos de tener
presentes. También hay otras reflexiones que hemos de hacer, como son el paro y
la marginación de muchos de nuestros jóvenes en el medio rural, donde han
dejado de ser útiles y capaces para sembrar alternativas a la crisis. En La
Palma, un alto porcentaje de sus 11.000 parados tiene estudios secundarios,
mientras que el centro de formación profesional agraria insular apenas tiene
alumnos. Es paradójico que la Isla con más agua y tierras para cultivar pierda
población. Está claro que la crisis económica es también cultural, demográfica
y social, sobre todo cuando se plantean construir bancos de alimentos para
suplir las carencias que tiene esta población desocupada y desorientada en el
territorio palmero. La Formación Profesional y la escuela han de mirar hacia
dentro para dignificar una cultura, un territorio y optimizar el recursos más
importante que tiene un pueblo, que es su gente. La escuela y el campo tienen
mucho que decir.
Ilustración: Instituto Virgen de Las Nieves La Palma
*
DOCTOR
EN GEOGRAFÍA POR LA UNIVERSIDAD DE LA LAGUNA
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