Campesinos y campo en Canarias (I)

Wladimiro Rodríguez Brito *

[..., Necesitamos otra política agraria que proteja de verdad el campo y los campesinos. Debemos establecer mecanismos de vigilancia y control de los precios de nuestra producción agrícola. Debemos tambien desarrollar legislación que anime a recuperar superficies de cultivo y la entrada de jóvenes en el sector primario...]

Un análisis de la distribución de la población activa de las Islas en función de su distribución en el territorio nos da una clara visión de nuestra sociedad y nuestra economía; más aún si ademas tenemos en cuenta el volumen de las actividades económicas del sector primario. Según las frías estadísticas, el número de personas dadas de alta en la seguridad social como agricultores es de 566 en Lanzarote, 778 en Fuerteventura, Gran Canaria con 8.151 y Tenerife con 8.787, 1.979 en La Palma, 153 en La Gomera y finalmente El Hierro con 108. La suma total es de 20.583 según los datos del último trimestre de 2016. Esto quiere decir que de las algo más de 700.000 personas declaradas en activo, los gestores del medio rural no alcanzan ni un triste 3%, por no pensar en la edad media de ese exiguo grupo.

Es evidente la falta de trabajadores en nuestros campos, pero aún más grave es que el déficit continúa, y que durante esta larga crisis no se ha aumentado la superficie de cultivo. Hacia nuestro campo no mira nadie, y se sigue agravando el éxodo rural, como se pone de manifiesto en nuestros pueblos de las islas occidentales. La Palma es la isla que más sufre esta despoblación, a pesar de contar con el 15% del agua dulce de las Islas para el 3% de la población total, aunque aún mantiene el 9% de los campesinos canarios. Se repite el abandono de nuestros pueblos en otros puntos de nuestra geografía, como las medianías del noroeste de Tenerife, Agache, Abona o el interior de Tamarán. Aparentemente solo se salvan Lanzarote y Fuerteventura, islas donde la actividad turística está más distribuida, animando, por ejemplo, las poblaciones entre Haría y Pájara-Morro Jable.

Aumentan las tierras ociosas y los pueblos se vacían, concentrándose nuestra gente cada vez más en grandes nucleos urbanos. A la par desarraigamos a nuestros niños y jóvenes, los separamos de su entorno en una cultura cada vez más globalizada y a la vez más somera y vacua, en la que mayores problemas de integración y una evidente falta de alternativas.

Es curioso, sin embargo, que en la comunidad más afectada por el paro junto con Andalucía, más de un 10% de la población activa sea de origen extranjero, fenómeno igualmente implantado en el sector primario. Nuestros jóvenes no se sienten motivados por el trabajo del campo. La agricultura y la ganadería son sectores de segunda categoría en una sociedad que asume un falso ecologísmo que quiere naturaleza sin gastar en gestión, campo sin campesinos y paisajes para el "selfie" sin intervención humana.

Si revisamos los datos en cada pueblo, desde Garafía y Barlovento pasando por Hermigua hasta El Tanque o Buenavista, se pone de manifiesto que la recuperación del campo pasa por una sociedad que busca alternativas ante el espejismo de la cultura "urbanita". Estamos dominados por la influencia del turismo de masas, las importaciones de alimentos de bajo precio y baja calidad, así como una política vacilante en nuestro campo, tanto al nivel nacional como autonómico y local.

Necesitamos otra política agraria que proteja de verdad el campo y los campesinos. Debemos establecer mecanismos de vigilancia y control de los precios de nuestra producción agrícola. Debemos tambien desarrollar legislación que anime a recuperar superficies de cultivo y la entrada de jóvenes en el sector primario. Es muy preocupante que en Garafía haya solamente 30 trabajadores del agro, o en toda La Gomera apenas 150.

Es una bofetada al sentido común que, mientras batimos récords en número de parados, tambien lo hagamos en tierras baldías. Nuestras administraciones deben virar de rumbo: necesitamos un apoyo institucional, legislativo, técnico y económico, para que nuestros parados puedan aprovechar tantos recursos desaprovechados.

Los medios públicos deben literalmente enseñar a pescar en vez de dar pescado, generar actividad económica en vez de caridad: lo social no puede estar separado de recompensar el esfuerzo. Nuestro campo, la gestión de nuestra naturaleza y la creación de puestos de trabajos deben ser nuestra meta.

* DOCTOR EN GEOGRAFÍA POR LA UNIVERSIDAD DE LA LAGUNA

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