«» MARTÍ CAUSSA
En un sorprendente pacto en el último minuto el dilema “Mas o
marzo” que ha dominado el debate político catalán de los últimos meses ha
sido evitado. No habrá nuevas elecciones autonómicas en marzo y el presidente
de la Generalitat no será Artur Mas, sino Carles Puigdemont. En Catalunya se
inicia un rumbo teóricamente claro en su objetivo principal, pero en la práctica
lleno de contradicciones y un nuevo pulso entre el movimiento soberanista catalán
y el Estado español; este último, después de las elecciones del 20D, no tiene
gobierno ni una orientación política clara, pero sus fuerzas mayoritarias son
firmemente contrarias a reconocer el derecho a decidir de Catalunya.
Como la dinámica política catalana tiene diferencias muy
importantes respecto a la del resto del Estado español voy a empezar recordando
las dos tendencias de fondo que la vienen caracterizando.
En primer lugar la existencia de un potente movimiento popular a
favor de la independencia que lleva años movilizando a millones de personas. Es
un fenómeno exclusivo de Catalunya, que no tiene parangón ni en Euskal Heria,
ni en Galicia, ni en el País Valencià, ni en ningún otro lugar. Posiblemente
por eso es difícil de entender fuera de Catalunya, porque no se puede analizar
exclusivamente en términos de derecha e izquierda, ni como una emanación o una
expresión de los partidos nacionalistas. Sus organizaciones principales son
Omnium Cultural, la Asociación de Municipios por la Independencia (AMI) y la
Asamblea Nacional Catalana (ANC), que es la más importante y tiene organización
en la práctica totalidad de los pueblos y ciudades de Catalunya. La ANC es una
organización independiente de los partidos nacionalistas, una parte muy notable
de sus militantes son muy críticos con ellos, los consideran el “eslabón
débil” del movimiento,
aunque en su seno hay militantes de estos partidos a título individual y sus
ideas influyen a la organización; los partidos mayoritarios en su interior son
CDC y ERC, pero la CUP está presente y es respetada, aunque su influencia es
minoritaria. La mayoría de los militantes del movimiento independentista creen
que la posibilidad de la independencia está próxima y que la estrategia
fundamental para hacerla realidad es la movilización y la unidad del conjunto
del movimiento, incluidos los partidos nacionalistas. En su interior se ha
considerado mayoritariamente que la figura de Artur Mas, después de su conversión
al independentismo, era clave para asegurar el éxito del proceso. Por eso cada
vez que Mas ha planteado un ultimátum el movimiento ha cedido: cuando
reconvirtió la consulta del 9N en proceso de participación ciudadana, cuando
atrasó al 27S la fecha de las elecciones y cuando exigió que la candidatura
unitaria independiente incluyera a miembros de los partidos y a él mismo.
En segundo lugar existe en Catalunya un movimiento favorable a la
construcción de alternativas electorales unitarias que impulsen políticas
sociales favorables a las clases populares, erradiquen la corrupción y avancen
en formas de democracia participativa. Los partidos más significativos que
participan en el mismo son Podem, ICV, EUiA y la CUP. Este movimiento es
homologable al que existe en el conjunto del Estado, especialmente a nivel
municipal. Pero no existe separadamente del anterior, porque un gran número de
personas participa en los dos; pero solamente la CUP, Procés Constituent y
sectores minoritarios de ICV y EUiA participan de manera fuerte y simultánea en
los dos, aunque sin una coincidencia práctica sistemática en las iniciativas
que impulsan. Lo anterior es uno de los factores que explica la exageración de
la tendencia a votar diferente en las elecciones municipales, las autonómicas o
las estatales, especialmente ahora que el mapa político está en plena
recomposición. Las elecciones municipales del 24M, en las que el derecho a
decidir tuvo una incidencia limitada, vieron el triunfo de candidaturas
populares como Barcelona en Comú o Guanyem Badalona en Comú (con alcaldesa de
la CUP). En las elecciones autonómicas del 27S, que se presentaron como un
“plebiscito” por la independencia, la CUP consiguió un magnífico resultado
con un programa independentista y anticapitalista; en cambio Catalunya sí que
es Pot, que defendía un programa social y un referéndum pactado, sacó menos
diputados que ICV-EUiA (dos de sus componentes) en las elecciones anteriores. El
20D no se presentó la CUP, el movimiento independentista estaba en pleno
desconcierto por la falta de gobierno, y En Comú Podem fue la candidatura más
votada, con 928.000 votos (24,7%), defendiendo un programa de medidas sociales,
democráticas, contra la corrupción y la exigencia de un referéndum vinculante
sobre la independencia de Catalunya (que Podemos defendió en todo el Estado).
Desacuerdos independentistas y presión sobre la CUP
Después del 27S el avance hacia la independencia necesitaba un
acuerdo entre Junts pel Sí y la CUP, porque sólo ellos lo defendían y solo
entre los dos sumaban la mayoría absoluta de diputados. El acuerdo fue posible
para aprobar la resolución del Parlament del 9N de 2015 que proclamaba la
soberanía propia y la no supeditación a las instituciones del Estado español;
todos los demás partidos votaron en contra. Pero el acuerdo para la investidura
resultó mucho más difícil. El candidato indiscutido de Junts pel Sí era
Artur Mas, pero solo disponía de 62 diputados de los 64 necesarios para ser
investido en segunda votación. Y la CUP había prometido no investirlo, no sólo
durante la campaña, sino también después; su argumento era que, dado que no
se había ganado el “plebiscito” del 27S en votos (48%), se necesitaba una
política, un gobierno y un presidente capaces de ampliar la base social del
independentismo y ello requería, entre otras cosas, un plan de choque de
medidas sociales. Esta visión no era compartida en absoluto por Junts pel Sí,
que se aferraba a su programa y a su presidenciable.
Pero la diferencia de fuerzas entre Junts pel Sí y la CUP es muy
grande: en número de votos (1,6/0,34 millones), diputados (62/10), apoyo en las
entidades independentistas (ANC, Omnium, AMI), capacidad de movilización y
presencia en los medios de comunicación. No es de extrañar que los partidarios
de Mas ganaran la batalla en la opinión pública, haciendo aparecer a la CUP
como la responsable de resolver el dilema “O Mas o marzo”, como si los que
no querían renunciar a Mas no tuvieran responsabilidad en el adelanto
electoral.
Las elecciones de marzo eran consideradas como un escenario muy
desfavorable por todo el movimiento independentista: sus partidos, sus
organizaciones de masas, sus entidades y sus gentes. Se han analizado bastante
las razones de los temores que sentían los partidos, particularmente CDC. Pero
mucho menos las razones de las gentes de a pie, para las cuales las elecciones
de marzo hubieran significado un factor importante de desmoralización y
desmovilización en base a un razonamiento sencillo: teníamos la independencia
al alcance de la mano y se ha echado a perder, no por culpa del Estado español,
sino por la nuestra, por la desunión de los partidos en los que hemos confiado.
De hecho cada vez que el movimiento se ha encontrado con diferencias importantes
entre sus principales partidos ha entrado en un bajón, pero nunca estas
diferencias habían durado tanto tiempo, ni lo que estaba en juego era tan
importante.
La CUP es una organización que participa de las dos tendencias de
fondo analizadas al principio, porque es a la vez independentista y
anticapitalista. Toda ella: no hay un sector independentista y otro
anticapitalista, todos ellos son las dos cosas a la vez. Por eso no podía
elegir sin desgarrase entre aparecer (aunque injustamente) como la responsable
de las elecciones en marzo o investir como presidente a Artur Mas, el símbolo
de la política neoliberal de los últimos años, que seguía sin hacer ninguna
concesión importante en el plano social. Por eso se partió exactamente por la
mitad en su asamblea del 29 de noviembre; y se partió de nuevo casi por la
mitad (36/30) en el Consell Polític posterior que decidió el No a Artur Mas.
La CUP tenía una opción muy difícil porque debía elegir entre una salida
mala y otra peor. En el último minuto ha optado por una tercera salida:
investir a Carles Puigdemont y firmar un pacto de estabilidad. Otra mala salida.
El acuerdo y su valoración
¿Por qué se ha llegado finalmente al acuerdo? Porque los
implicados han llegado a la conclusión de que las elecciones en marzo eran la
peor solución para cada uno de ellos y para el conjunto del movimiento
independentista, que estaba entrando ya en estado de depresión.
Artur Mas lanzó durísimos ataques contra la CUP pero algunas
acusaciones, como decir que la CUP ponía sus intereses por encima de los del país,
acabaron convirtiéndose en un boomerang. Llegaron críticas de los
independientes de Junts pel Sí, algunas personas de ERC (Joan Tardà) empezaron
a plantear que la mejor solución era que Mas se apartara, las entidades
independentistas volvieron a ejercer de mediadoras y las presiones para hacerse
a un lado llegaron ya del interior de CDC: mejor apartarse ahora que ser
expulsado en marzo. Porque el debilitamiento del movimiento independentista y de
todos sus partidos amenazaba con dar el triunfo, al menos relativo, a una versión
de En Comú Podem para las autonómicas. Según el diario Ara, solo el viernes
empezó Mas a aceptar su retirada a cambio de que la CUP garantizara la
estabilidad del futuro gobierno y sólo el sábado día 9 a las 16:30 comunicó
el acuerdo a la presidenta del Parlament.
El pacto fue aprobado por el Consell Polític de la CUP con 44
votos a favor, 9 en contra y 7 abstenciones, lo que indica que se valora como
una salida menos mala que las anteriores y que está sirviendo para rehacer la
unidad. Sin embargo el pacto ha recibido también críticas durísimas,
especialmente en las redes sociales. Una lectura del documento parece
avalarlas: “no votar en
ningún caso en el mismo sentido que los grupos parlamentarios contrarios al
proceso y/o al derecho a decidir”, “garantizar que dos diputados de CUP-CC
se incorporarán a la dinámica parlamentaria de Junst pel Sí, de manera
estable”, “reconocer errores en la beligerancia expresada hacia Junts pel Sí”,
“renovar, tanto como sea necesario, el propio grupo parlamentario”,...Pero
cuando los dirigentes de la CUP han dado su
interpretación las
cosas son diferentes: “el
acuerdo es para implementar la hoja de ruta establecida en la declaración de
ruptura aprobada por el Parlament”, “no nos ata a la hora de aprobar políticas
antisociales ni recortes”, “se mantendrá un grupo de 10 diputados” y,
sobre todo, el acuerdo “es
reversible” si no se
avanza en la “ruptura
democrática y el proceso constituyente”. Es decir, es un mal acuerdo,
pero su desarrollo está en manos de la CUP y no hay ningún síntoma de que
esta organización haya cambiado de naturaleza. En cambio la vuelta de Mas ya no
está en manos de CDC (al menos hasta las próximas elecciones) y por primera
vez se ha demostrado que se puede no ceder al chantaje de un President, aunque
se crea tan imprescindible como Artur Mas. Esta capacidad de la CUP para
enfrentarse a los partidos hegemónicos del movimiento independentista, más allá
de los errores y del resultado obtenido, es importante para el futuro. Porque es
posible que sea necesario volver a hacerlo en los próximos meses.
Razones para una nueva estrategia
En efecto, no está claro que Junts pel Sí vaya a ser capaz de
llevar a la práctica la resolución aprobada por el Parlament el 9N de 2015:
por el alto nivel de enfrentamiento que supone con el Estado español; la
insuficiencia del apoyo popular a la independencia expresado el 27S (48%); la
debilidad de las medidas sociales contempladas para ganar nuevos sectores
populares a la misma; y la ruptura con el proyecto independentista del sector de
la clase dominante catalana que había apoyado tradicionalmente a CDC (este
sector, que incluía miembros del gobierno, era claramente partidario de ir a
las elecciones de marzo o bien de que Mas diera marcha atrás respecto a la
resolución del Parlament). Si estas dificultades se activan, es probable que
aparezcan contradicciones entre los partidos que apoyan al gobierno y también
entrará en crisis la orientación estratégica mayoritaria del movimiento
independentista, basada en la movilización unitaria por la independencia sin
plantear exigencias sociales que puedan dividir a sus partidos mayoritarios. En
estas circunstancias alguien debería ofrecer una nueva estrategia que ligara la
soberanía nacional catalana, se formule como independencia o como derecho a
decidir, con el cambio social; y postular una nueva dirección en base a la
confluencia de las fuerzas que compartieran este proyecto.
Pero, de momento, esta alternativa está huérfana, ninguna fuerza
la ha planteado claramente todavía, ni en el terreno político ni en las
alianzas necesarias. Catalunya sí que es Pot defiende un programa social
avanzado, pero no tiene ninguna relación con el movimiento independentista y en
la sesión de investidura volvió a apostar por unreferéndum
pactado con el Estado, criticando la unilateralidad del proceso como
una ilusión irrealizable, una engañifa y una fanfarronada. Barcelona en Comú
es una fuerza necesaria para potenciar una alternativa política a nivel de
Catalunya, pero sólo se ha pronunciado por el mecanismo, el referéndum
vinculante, sin precisar qué solución defendería en el mismo y eliminando de
su programa electoral las referencias a un proceso constituyente catalán no
subordinado. Que yo conozca solo Anna Gabriel (CUP) ha hecho un
esbozo de esta alternativa:
“ ¡Ojalá!
Ojalá pudiéramos compartir unas bases con todo el espacio político que
representa En Comú Podem, Barcelona en Comú y no sé hasta qué punto
Catalunya Sí que es Pot. No sólo a nivel de referéndum unilateral, porque
querría decir que ellos entienden que si no se logra el referéndum pactado con
el Estado se debe dar igualmente respuesta a esta demanda ciudadana y a la falta
de democracia estatal. Ojalá que también pudiéramos compartir y explorar el
terreno del proceso constituyente. Era el tipo de debate que queríamos
compartir con Catalunya Sí que es Pot porque ellos lo llevaban en el programa
pese a no compartir la hoja de ruta independentista: proceso constituyente no
subordinado a lo que pase en el Estado español. Y en el plano social también,
porque detrás de que todos estamos de acuerdo en combatir la emergencia
social...”
Ignoro qué audiencia tiene una posición de este tipo dentro de la
CUP y si hay posibilidades de que se traduzca en propuestas. En todo caso mi
opinión es que contiene una referencia a las fuerzas principales que podrían
impulsarla (Barcelona en Comú por un lado y la CUP por el otro) y tres ejes
imprescindibles para una alternativa de cambio social y nacional: plan de choque
social, proceso constituyente catalán no subordinado y referéndum unilateral
sobre la independencia (si no hay oferta firme del Estado en un plazo
determinado) que debería celebrarse antes de finalizar el proceso
constituyente.
En todo caso ahora mismo deberían aprovecharse las posibilidades
de iniciar una colaboración práctica: participando en el proceso constituyente
anunciado en la resolución del Parlament y presionando para que sea
suficientemente participativo y popular; impulsando la movilización social y
exigiendo que las reivindicaciones que tengan un amplio apoyo popular sean
atendidas por el gobierno de la Generalitat, haciendo un acto de soberanía en
caso de que entren en conflicto con la legalidad del Estado español; y
recurriendo a la movilización unitaria frente las tentativas del Estado español
de obstaculizar o reprimir los actos de soberanía que efectúe el gobierno o el
Parlament de Catalunya. Tanto para evitar los pasos atrás como el aplastamiento
del proceso de ruptura que va a iniciarse en Catalunya será muy importante la
solidaridad que haya en el resto del Estado, el apoyo que se manifieste a favor
del del derecho de Catalunya a decidir democráticamente su futuro y el rechazo
que se exprese a que el ejercicio de la democracia sea ahogado por la represión.
13/01/2016