La calidad laboral también depende de tu
acción social
Pedro González Cánovas *
A mediados del pasado siglo, grandes empresas
norteamericanas migraron sus instalaciones industriales al otro lado de la
frontera mejicana, como sus centrales se enclavaban en USA la libertad de
mercado permitía comercializar sin problemas los productos que manufacturaban
en México.
El precio de final de aquellos productos revolucionó
los mercados. Vendían por debajo de los costes de producción en USA,
produciendo lo que llamaron dumping; que algunos sectores intentaron frenar
legalmente sin éxito, creando discrepancias serias entre los que apostaban por
la libertad de mercado.
Al provocar una bajada de precios y el aumento del
desempleo en USA, las multinacionales se vieron en posición de imponer, en
negociaciones a nivel gubernamental. Éstas se prestaron a exigir recortes en
los derechos laborales adquiridos históricamente y a prestar todo tipo de
facilidades ya dentro del territorio de la USA, como la mejor mediación fuera y
las ventajas fiscales. La crisis social creada a raíz de esta situación se
conoció como dumping social.
En Europa también sonaron las alarmas, cuando se
vieron obligados a asumir que es imposible parar las corrientes migratorias, de
sur a norte, provocadas por la desigualdades conseguidas con la explotación
colonialista y que pretendieron frenar blindando fronteras que, al fin al cabo,
siempre se pueden interpretar como virtuales.
Además, los norteamericanos y europeos sufren un
añadido grave. El imperialismo comercial de China y otros países asiáticos copa
las ventas de un mercado local, castigadísimo y comprometido políticamente con
los capitales de las gigantes multinacionales, al tiempo que el dumping social
impuesto tras el disfraz de una crisis que pagan los trabajadores y la
legislación donde se sustentaban los derechos que dignificaban el trabajo, han
recortado tanto el número de consumidores como el poder adquisitivo de los que
quedan, que buscan disminuir el gasto y encuentran solución en la baja calidad
de los productos que se producen donde hay peores condiciones, o sueldos más
bajos, donde no hay pegas medioambientales, etc. que conocemos como tercer
mundo o países subdesarrollados.
Así, llegamos a entender el porqué de esta crisis
social que se ha creado en España y otros países. Como lo que estamos sufriendo
en Canarias. Y es que aquí, en el archipiélago, el efecto se hace más evidente
por la precariedad salarial, el alto coste de los productos básicos, el nivel de
desempleo y una calidad de vida muy por debajo de la media europea, según
cualquier estadística.
Está claro que la solución ha de ser global y pasa por
no permitir esa acumulación de capitales privados y que los Estados
reconquisten su soberanía, para gestionar socialmente el capital, orientando la
sociedad del futuro hacia la igualdad y la solidaridad internacional. Los que
somos mayoría no nos vamos a conformar con otra cosa.
Pero, digo yo, mientras tanto, en lo que nos
organizamos y afrontamos cada una de nuestras batallas diarias ¿sería tan
difícil racionalizar nuestro consumo personal? se trata sólo de poner el
ojo sobre lo que no hay que comprar, empezando por descartar productos
foráneos, poniéndole principal interés a la producción local y rechazando
radicalmente las marcas que hay en nuestro mercado y manufacturan en Asia o
países subdesarrollados, cuyos listados son fáciles de encontrar en internet.
Tenlo claro y recuérdalo: Tu bienestar laboral depende
mucho de tu acción social y racionalizar el consumo es el primer paso.
* Miembro de ANC
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González Cánovas publicados en El Guanche y en El
Canario