[...Como ocurriera con los cantos de sirena referentes al empleo que iba a generar la explotación petrolera en nuestras aguas, el Gobierno de Canarias y el Cabildo de Fuerteventura empiezan a soltar la lengua a la hora de prometer ganancias con el siniestro proyecto...]
Tindaya significa muchas cosas en Canarias: historia, leyendas,
tradición, paisaje, biodiversidad, interés geológico, riqueza arqueológica,
etc. Pero, tristemente, también significa: corrupción, saqueo, engaño,
destrucción, expolio…
En la mayor
concentración de podomorfos labrados en piedra del norte de África, se va a
cometer un crimen contra el legado cultural de toda Canarias. En uno de los
lugares de mayor interés geológico de nuestras islas, se va a cometer un
crimen contra todo un Monumento Natural. En uno de los paisajes más apreciados
por la población canaria, y despreciados por las “autoridades” canarias, se
va a cometer un crimen contra nuestro pueblo. No voy a entrar en la escandalosa
corrupción, ni en las décadas de admirable lucha y resistencia que el pueblo
majorero, y el canario, han mantenido en defensa de la montaña. Tampoco voy a
profundizar en las contradicciones legales que suponen horadar y transformar un
paisaje que cuenta con hasta siete figuras de protección según las leyes
canarias. Creo que sobre esos temas se ha escrito mucho y muy bien. Lo que
pretendo es hacer ver a ese porcentaje de la población majorera que se muestra
favorable a la obra de Chillida lo que se va perder Fuerteventura, Canarias, y
el mundo en general, al destruir irremisiblemente uno de los lugares de más
valiosos de nuestras islas.
Como
ocurriera con los cantos de sirena referentes al empleo que iba a generar la
explotación petrolera en nuestras aguas, el Gobierno de Canarias y el Cabildo
de Fuerteventura empiezan a soltar la lengua a la hora de prometer ganancias con
el siniestro proyecto. El presidente del Gobierno de Canarias, en declaraciones
recientes a los medios de comunicación vascos, afirmó que la futura obra de
Chillida recibirá un millón de visitantes al año. Me gustaría aportar una
serie de datos que desmontan por completo esas previsiones tan optimistas.
Olvidemos los dineros trapicheados, aunque duelan mucho en estos tiempos de
miseria. Ignoremos la hipocresía de escandalizarse porque el ISIS revienta
estatuas y monumentos en Siria, mientras se apoya la destrucción de una de las
estaciones de grabados rupestres más importantes de toda África. Vamos también
a no meter el dedo en la llaga recordando que Chillida ya murió hace años, y
que sus herederos cerraron el museo monográfico del artista en Euskadi.
En
fin, vamos a olvidar eso, quiero ser constructivo. Mi objetivo es rebatir
la posición del gobierno de Canarias y del cabildo majorero con
argumentos. Vamos a exponer una serie de datos clarificadores del año pasado,
2015, referentes al número de visitantes que reciben los museos y centros
similares en las islas de Tenerife y Gran Canaria, las más visitadas por el
turismo, y donde se concentran la gran mayoría de las visitas a museos.
El número total de visitantes recibidos por los museos adscritos al Cabildo de
Tenerife durante el año 2015 asciende a 337.407 personas en total, llevándose
la palma el Museo de La Naturaleza y el Hombre con 99.000 visitas. En Gran
Canaria, encontramos a la Casa de Colón en primer lugar, con 147.073 visitantes
en 2015. En segundo y tercer lugar, dos museos galdenses, la Casa Museo Antonio
Padrón, registrando más de 66.000 visitantes, y el Museo y Parque Arqueológico
de Cueva Pintada, con 54.190 personas. Por otro lado, el Museo Chillida-Leku,
tras diez años abierto (2000-2010) recibió un total de 800.000 visitantes,
después, la familia echó el cierre al museo. Si volvemos a la Cueva
Pintada, por ejemplo, y analizamos las estadísticas sobre procedencia de las
visitas, vemos que la mayoría del público que acude al museo viven en la
propia isla, Gran Canaria. Esto es normal si tenemos en cuenta nuestro modelo
turístico, antagónico al modelo del llamado turismo cultural. Yo diría que el
turismo en Euskadi está más orientado al turismo cultural que al turismo de
sol y playa. Pues en Euskadi, el Museo Chillida-Leku, monográfico sobre la obra
del autor, no parece ser rentable, según la propia familia de Chillida. No
entro a valorar eso, pero si volver a remarcar un dato importante: en sus diez años
de vida, el museo monográfico de Chillida recibió unas 800.000 visitas.
Entonces, ¿en qué se basa el señor Clavijo para asegurar la afluencia
millonaria de visitantes a la futura obra de Chillida en Tindaya? ¿Qué le hace
pensar qué el público potencial de la obra -el pueblo majorero en particular,
y el canario en general- va a apreciar algo contra lo que se posiciona y
lucha una gran parte de ese público potencial? ¿De dónde va a sacar a
ese millón de personas anuales interesadas en la obra de Chillida? El señor
Clavijo afirma, sin que se le caiga la cara de vergüenza, que la obra de
Chillida no solo se va a convertir, a una distancia surrealista, en el museo más
visitado de Canarias de la noche a la mañana, también va a tener el doble de
visitas anuales que museos estatales de fama internacional como Atapuerca,
Altamira, o el Museo Arqueológico Nacional, todos ellos superando los 400.000
visitantes anuales. Según Clavijo, el boquete de Chillida va a entrar de lleno
en el selecto club de los museos del estado español que reciben un millón o más
visitantes al año, como el Museo del Prado, el Guggenheim, o el museo del F.C.
Barcelona. Las colas para comprar la entrada al cubo van a llegar hasta La
Matilla, por lo menos. Es realmente insultante, nos pretende tomar por tontos.
Sin duda, el que se lo crea es que realmente lo es. O que tiene algún
interés en la destrucción de la montaña. Al menos podrían hablar claro y
exponer sus auténticas razones para expoliar la montaña y saltarse las leyes
que la protegen: especulación urbanística y extracción minera. Lucro para
unos pocos, tragedia y crimen cultural contra todo un pueblo.
Pero bueno, insultos del presidente Clavijo a la inteligencia de la
población canaria aparte, vamos a lo constructivo. El pueblo majorero, y todas
aquellas personas que visitan la isla de Fuerteventura, merecen conocer Tindaya,
su historia, sus leyendas. Merecen recorrer la montaña con libertad y con
respeto, aprendiendo a disfrutar y apreciar una riqueza natural y arqueológica
que nos proporciona identidad, cultura, y placer. Ahora mismo, para subir a la
montaña, se supone que han de pedirse unos permisos que, cuando uno llama al
Cabildo, nadie sabe muy bien cuáles son, y te recomiendan “subir sin que te
vea la guardia civil”. Mientras, a los herederos de un artista fallecido, y a
unos políticos más atentos a los intereses empresariales que a la identidad
que dicen representar, se les permite retorcer las leyes para destruir la montaña.
Tindaya
es todo valores en sí misma, no necesita transformaciones destructivas para
proporcionar un beneficio a la sociedad canaria. Una inversión para su puesta
en valor como elemento cultural y natural tal y como la encontramos ahora, podría
parecer una inversión “inútil” para los que piensan a corto plazo, y sobre
todo para los que ya están empantanados en este trapiche, y les pueden las
ansias de devorar traquita. Dar vuelta atrás supondría incumplir muchos
favores. Pero a largo plazo, la rentabilidad, social, cultural, y también
económica, de la montaña de Tindaya, podría compararse a otros hitos geológicos,
naturales y arqueológicos que forjan una parte importantísima de nuestra
identidad – El Teide, El Roque Nublo, Timanfaya, La Cueva Pintada, Chipude,
Los Letreros del Julan, la Caldera de Taburiente, etc.- y que son visitados por
cientos de miles de turistas anualmente, reportando beneficios económicos a
Canarias. No estoy diciendo que poner en Tindaya un Parque Arqueológico, un
Centro de Interpretación, un Museo de Sitio, etc., nos vayan a sacar de la
crisis. No, eso sería mentir, como hace Clavijo al afirmar que un millón de
personas se van a acercar todos los años a ver una cantera de traquita.
Invertir en Tindaya para protegerla, estudiarla, ponerla en valor y abrirla al público,
nos ofrecerá, a medio y largo plazo, riquezas mayores que las que conseguirán
unos pocos saqueando sus entrañas. Un símbolo tan importante de nuestra
historia e identidad no puede ser destruida por el capricho de una familia y de
intereses económicos individuales. No se dejen engañar, la obra de Chillida es
solo una excusa para seguir vendiendo nuestra tierra. El monumento ya existe.
Fuente: elpaiscanario.com