Pascual Serrano *
Estimada
trabajadora de la cadena de supermercados Mercadona.
Todos hemos podido ver el vídeo en el que, al encontrarte con que
numerosos de los jornaleros del Sindicato Andaluz de Trabajadores intentaban
expropiar diversos alimentos básicos de tu supermercado para donarlos a un
banco de alimentos, intentaste evitarlo y recibiste el empujón de uno de ellos.
Como
resultado te sentiste humillada y te quedaste llorando en un rincón. Muchos políticos,
analistas y medios de comunicación han salido en tu defensa y se han
convertido, sorpresivamente y por primera vez, en defensores los trabajadores,
mejor dicho de una trabajadora como tú. Ahora, varios días después,
probablemente sigas indignada con los que te empujaron y te sientas arropada y
agradecida con estos defensores.
En
primer lugar quiero decirte que es comprensible tu reacción instintiva de
oposición a quienes intentaban llevarse la comida en el centro donde trabajas,
por eso es necesario recurrir a la razón para no limitarnos al instinto. Para
empezar hemos de precisar que tu trabajo consiste en cobrar los productos a los
clientes, no custodiarlos ni impedir su sustracción ni apropiación sin pago.
Cuando intentaste evitarlo no estabas cumpliendo con tu trabajo, tomaste posición
en un conflicto que no era el tuyo, porque la discusión por la propiedad de
unos litros de aceite, otros de leche y alguna lata, entre el dueño de la
cadena de supermercados y unos activistas que querían repartirlo entre familias
sin recursos para comer, era un asunto ajeno a las condiciones laborales de tu
contrato.
Estimada
trabajadora, no sé si has oído hablar de las clases sociales o de la lucha de
clases. Básicamente consiste en reconocer que en una sociedad hay ricos y
pobres, y que se encuentran en conflicto porque a más riqueza para los ricos, más
pobreza para los pobres. Algo mucho más indignante si son estos pobres los que,
con su trabajo, logran que los ricos amasen su fortuna. Con tu gesto del otro día
tu tomaste una posición en esa lucha, en ese conflicto. Cuando tuviste que
decidir entre los pobres que deben recurrir a la caridad del banco de alimentos
donde irían destinados los productos sustraídos del supermercado donde
trabajas y el patrimonio de la familia Roig, propietaria de la cadena, con un
beneficio en el año 2011 de a 474 millones de euros, tú, libremente, te
pusiste al lado de los segundos. No te quiero culpar por ello, insisto en que
pudo ser una reacción instintiva que te hizo olvidar que esos productos que
pasan durante cuarenta horas por tus manos no son tuyos, son de una familia
millonaria, tu solo trabajas cobrando a los clientes. Te equivocaste a la hora
de defender los intereses de una clase social, defendiste los del rico a pesar
de que tú eres una trabajadora y tus intereses son opuestos a los de él: para
que él sea rico tu debes cobrar menos, si tu cobrases más el sería menos
rico. Tus intereses, aunque algunos insistan en lo contrario, no son los mismos
que los del dueño de Mercadona. No eres la única que confunde los intereses de
su clase con los de los ricos, basta observar cuántos trabajadores han votado
al Partido Popular para que apruebe una amnistía fiscal a los ricos que
defraudan a Hacienda o destine dinero público a bancos dirigidos por directivos
que ganan cientos de miles de euros y, al mismo tiempo les obligue a esos
trabajadores a que paguen más IVA por el material escolar de sus hijos o los
despida como empleados públicos si son interinos.
En
cuanto a los que te han defendido y te han presentado como víctima de unos
ladrones de supermercado que no respetan la ley, quiero que sepas que solo lo
han hecho para utilizarte contra los de tu propia clase social, nunca esos políticos
y periodistas de Intereconomía o de la COPE se hubieran preocupado por ti si te
hubieras quedado sin trabajo, nunca se han interesado porque una cajera cobre un
sueldo digno. Es más, a esos que les molestó tanto el empujón que sufriste,
nunca dijeron nada cuando a los trabajadores que pedían que no les despidieran
con la nueva reforma laboral, que sus hijos tuvieran calefacción en el colegio
o que las medicinas siguieran siendo gratuitas para nuestros pensionistas los
policías les abrían la cabeza con una porra.
Querida
trabajadora, el otro día lloraste desconsolada después del empujón, sin duda
te sentiste sola. Te sentiste sola porque estuviste defendiendo las propiedades
de un millonario que gana 474 millones al año, y mientras tanto ese millonario
bien podría estar disfrutando de sus vacaciones de agosto en un lujoso hotel o
en un yate mientras tu defendías su dinero. En cambio, los sindicalistas que
tomaban la comida de tu supermercado nunca están solos porque saben cuál es su
clase social, saben de qué lado están, se ayudan, y por eso fueron a por
comida a tu supermercado que, por cierto, no es tuyo. En tu mano está no
volverte a sentir sola, no volver a llorar por nada parecido. Esas personas que
te empujaron cuando te pusiste del lado del empresario son las mismas que volverán
a por comida para ti si mañana eres tú la que no tienes para comer. Serán
ellos los que te ayuden y no los periodistas de Intereconomía. Solo necesitas
reconocer a los tuyos, son todas esas personas que luchan para que nadie pase
hambre mientras otros se hacen millonarios. Si los vuelves a ver en el
supermercado donde trabajas, recuerda que no son tus enemigos, que la comida del
supermercado no es tuya, que quizás mañana tú no tengas trabajo y la
necesites, que ellos las estarán cogiendo para ti y que el dueño de Mercadona
gana 474 millones al año.
12/08/2012
*
periodista
Su
último libro es "Contra
la neutralidad. Tras los pasos de John Reed,
Ryzard Kapuścińsky, Edgar Snow, Rodolfo Walsh y Robert Capa" .
Editorial Península. Barcelona