DESDE EL
GUINIGUADA
CON LA CAIDA DEL MURO EMPEZÓ TODO
Félix M. Arencibia
Ahora la primavera luce su más radiante traje azul mostrando
su carácter voluble, mientras, la actualidad sigue enredada en negros nubarrones.
En los años ochenta del siglo pasado las sociedades de los países comunistas
europeos tuvieron que ir cediendo al empuje agresivo del capitalismo que se fue
coloreando poco a poco de nuevo liberalismo. Con la caída del muro de Berlín se borró la cara amable capitalista
para irse imponiendo en Europa el auténtico rostro ceñudo y frío que ha se han
plasmado en este presente de un inhumano neoliberalismo.
Antes de los ochenta Europa Occidental había vivido, pasado un tiempo de la
feroz y sanguinaria Segunda Guerra Mundial, una Guerra Fría adobada con un período de cierto bienestar y humanismo
social, económico y político. El
viejo continente se le propuso como un escaparate de la sociedad capitalista,
no fuera que terminara abrazando los postulados comunistas de la Revolución
Rusa. Las políticas de los partidos socialdemócratas que habían partido de las tesis de Bernstein y
de ideas del keynesianismo se hicieron presentes con propuestas como las de una
fiscalidad justa y distributiva en que la que pagaran más los que más
tuvieran. Se pretendía con ello se
satisficieran las necesidades básicas en sanidad, salud, educación y
otros servicios sociales. Ello iba unido a ciertas libertades y a una democracia
formal bipartidista, por supuesto bien atada por el poderoso don dinero público
o privado.
El estado adquirió más relevancia y se pretendió equilibrar
lo público con lo privado, siempre con ambos sectores coexistiendo. En resumen la socialdemocracia tenía como
lemas la justicia social, los derechos humanos, sociales y civiles. Ello no
llegó a aproximarse mucho a la realidad ya que la sociedad igualitaria que
se pretendía fue engullida por un capitalismo feroz que generó monopolios y concentración de riquezas y
desigualdad creciente. De líderes como
Olof Palme y Mendès France se pasó a los Schröeder, Tony Blair, Zapatero… Entretanto con los
partidos socialdemócratas se intercalaban en el poder con otros algo más
conservadores.
Esto era lo que sucedía en la Europa, mientras en el resto del planeta, en lo que se ha dado llamar el Tercer
Mundo, se desarrollaba una guerra nada fría entre las fuerzas que representaban
al Comunismo y al Capitalismo. Las dictaduras de uno u otro signo se
sucedían, y en todo caso el capitalismo
tenía un carácter totalmente colonialista. Propiciaba el expolio de las
materias primas de dichos países a los que se condenaba a la miseria.
Volviendo a la caída del muro, desaparecido el miedo al fantasma comunista, todo fue volviendo a la
normalidad de los deseos y realidades más íntimos del sistema. Los servicios
públicos fueron cediendo a la privatización o a la concertación, que pretende
hacer negocio con el dinero público. Los
derechos de los trabajadores se han ido deteriorando a pasos agigantados en
provecho de los contratantes. Los acaudalados han ido disminuyendo hasta casi
el mínimo su aporte a las arcas públicas, ya sea utilizando artimañas de
ingeniería financiera en connivencia con los gobernantes de turno o favorecidos
por estos últimos con leyes que les eximían de pagar ciertos impuestos, caso de
la RIC en Canarias, que por cierto, no se sabe que se está haciendo con
ella en momentos de tantos recortes. En última instancia tienen los
archiconocidos paraísos fiscales donde poner a resguardos sus sustanciosos
dividendos.
A todo esto
hay que añadir la especulación financiera en los famosos mercados donde campan a sus anchas los grandes capitales de las
trasnacionales, sobre todo las bancarias, y de los pequeños ahorros de
ciudadanos corrientes a veces arrebatados por los manejadores de las magnas
finanzas. Las entidades bancarias
están jugando un papel protagonista en esta pretendida crisis, que es más un
expolio a los trabajadores y a lo que queda de lo que llaman estado del
bienestar, que ni estado de justicia social se le podría llamar. A los bancos se les socorre con dinero
público, del estado, del BCE, FMI para continuar especulando con la deuda que
van generando en las arcas del país y multiplicando por parte de los
gobernantes a su servicio los recortes entre los más desfavorecidos.
Creo que unas palabras de Karl Marx que he leído por ahí le vendrían bien ante tanto descaro
e injusticia: "...las reformas y las conquistas sociales no pueden lograrse nunca mediante la
debilidad del fuerte, sino que deben obtenerse y se obtienen siempre
gracias a la
fuerza del débil". Les
dejo con el aires fresco de estos versos: “…¡No
quiero dormir, / Espero me inunde la noche, / Me filtre, traspase mi piel!
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