Cae Libia, crece el imperio
Jaime Bethencourt Rodríguez *
Tarde
llegan las hipócritas invocaciones de Amnistía Internacional para el cese
de los actos de represalias entre los bandos contendientes cuando desde hace
ya tres meses se amontonan los cadáveres. Cínicos y canallescos resultan los
anuncios de la ONU para el envío de una misión de paz que “restaure el
orden”. Fácil era predecir y estaba ya escrito el corolario de la ocupación
militar de Libia en la que la intervención aliada, a falta de cualquier atisbo
de ética, ignora también la estética. Prenden el fuego de la ignominia para
luego buscar su botín en los rescoldos de la desolación y el sufrimiento.
La
Organización de las Naciones Unidas, timoneada por los yankees
y la OTAN, ha diseñado cuidadosamente el plan de desestabilización para acabar
con el, otrora amigo, Coronel Gadafi. Y ejecutan la estrategia con un guión
detalladamente programado y la creación de las condiciones para arrastrar al
país a la guerra fraticida.
Los ingredientes para cocinar este nueva
orgía de sangre no son nuevos: La campaña de intoxicación informativa
convirtiendo en tirano al mismo que días antes era acogido con honores en las
cancillerías europeas de la adúltera democracia; el reparto gratuito de armas a
algunos sectores de la población y, el adiestramiento militar in situ a unos
centenares de desarrapados para disfrazarles de “cruzados de la
libertad”. Las cerca de 8 mil incursiones de los cazabombarderos sin tripulación
drones y su infernal lluvia de misiles harían
el resto.
Sin aún haber consensuado la composición
del nuevo régimen títere, los gobiernos implicados en la invasión, ya se
reparten los trozos de esta suculenta tarta de 7 millones de barriles de
petróleo diario que produce la Gran Yamahiriya Árabe.
¡Quién te ha visto y quién te ve, Zapatero!
Otro infame acto criminal en nombre de la democracia. Y tras Irak, otro
genocidio impune, ahora en el país africano que cuenta con mayor esperanza de
vida entre su población y el más alto nivel de desarrollo de sus ciudadanos. Un
drama también humanitario para un territorio que hasta la intervención
extranjera, mediante la acogida de inmigración, era el bálsamo de la hambruna y
la desesperanza africana.
Según parece, a los imperialistas también les irrita el progreso alcanzado por
los pueblos fuera de sus dominios. Obama o Bush,
Zapatero o Aznar… Qué más da.
* Secretariado Nacional de
Intersindical Canaria