Llamado a blindar Sudamérica
ARTURO LOZZA
La cumbre de la UNASUR,
en un paso trascendente, propondrá medidas conjuntas de defensa frente a los
efectos de la crisis capitalista.
UNASUR
busca tomar medidas defensivas en bloque para hacer frente al embate de las
potencias capitalistas.
Ollanta
Humala juró como presidente de Perú el 28 de julio pasado y como primer acto
de su gobierno impulsó una cumbre de la UNASUR, toda una definición de política
exterior de un país que hasta ese instante era un fuerte aliado estratégico y
comercial de Estados Unidos.
El encuentro llevaba
como objetivo firmar una declaración sobre el combate conjunto a la desigualdad
social en la región, pero la lacerante y acelerada realidad global determinó
que los mandatarios resolvieran dar un paso fundamental, para algunos
"revolucionario", en la breve historia de organización sudamericana:
dada la gravísima crisis de Estados Unidos y Europa, establecer urgentes
medidas de defensa para evitar que ese terremoto que estalla en el norte
provoque un tsunami que golpee las economías de nuestras naciones del sur. Es
decir, tomar medidas en bloque, defensivas, de "blindaje" frente al
embate de las potencias capitalistas que, sin lugar a dudas, buscarán trasladar
esa crisis a "naciones emergentes" a través de capitales e
inversiones especulativas.
Es la primera vez que
Sudamérica —en una larga historia de depredaciones imperiales— decide
adoptar una estrategia común de contenido antiimperialista. La profundidad y
alcances de esas medidas se verán como resultado de dos reuniones de los
Ministros de Economía que, bajo las directas instrucciones de los presidentes,
se realizarán una en Lima y otra en Buenos Aires, que se concretarán en estos
días.
En esa reunión cumbre
de la UNASUR en Lima la voz de largada fue la de Juan Manuel Santos, presidente
de Colombia, cuyas palabras asombraron a más de uno de sus pares al quejarse
porque las potencias en crisis "nos están destruyendo la capacidad de
generar más empleo y al mismo tiempo América latina está sentada sobre unas
reservas de 700 millones de dólares que están perdiendo valor con la
crisis".
También hay una
realidad extra que agrava la situación de ese país: tanto Colombia, como Perú
y Chile han sido atados a los TLC con los Estados Unidos. Recordemos que esas
naciones del "grupo del Pacífico" habían conformado en su momento el
bloque aliado a Washington que actuaba como contrapeso luego de la estrepitosa
derrota que sufrió el ALCA en Mar del Plata.
Hoy los acontecimientos
que se precipitan están dando la razón a aquellos que, como Néstor Kirchner,
Hugo Chávez, Lula y Rafael Correa, hicieron naufragar aquella herramienta de la
dependencia. Perú tiene ya otro gobierno, el de Ollanta Humala; Santos de
Colombia propone ahora una nueva estrategia, y el conservador presidente chileno
Sebastián Piñera dice, contrariando su pinochetismo económico, que Sudamérica
no tiene por qué sufrir los caprichos de europeos y norteamericanos.
Evidentemente, cambia, todo cambia...
La posterior visita de
Cristina Kirchner a Brasil y su encuentro con Dilma Rousseff, no hizo más que
apuntalar la adopción de medidas comunes para evitar el tsunami. "Debemos
desarrollar una estrategia inteligente de integración para blindar la región",
propuso Cristina, y Dilma, embistiendo contra los "países ricos" pero
sobre todo contra Estados Unidos, los acusó de revalorizaciones artificiales de
sus monedas que han causado sucesivas devaluaciones del real.
Días más tarde, desde
Ecuador, Rafael Correa insistió en lo dicho en la cumbre de Lima: la necesidad
de que los gobiernos de Latinoamérica concreten una moneda regional para
enfrentar medidas de Washington que golpearían los mercados del mundo.
Debemos —subrayó—
"protegernos de una eventual crisis norteamericana" y "para dejar
que nuestras economías dejen de ser innecesariamente tan dependientes del dólar".
Refiriéndose a las próximas reuniones de los Ministros de Economía, agregó
que deberán no solo dar respuestas coyunturales a las medidas que tome Estados
Unidos, sino que sobre todo deberán definir "transformaciones
estructurales".
"Por qué rayos
tenemos que depender del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial
(BM) si tenemos el ahorro suficiente para crear el Banco del Sur, y financiar
nuestro propio desarrollo", se preguntó Correa.
Mientras cada gobierno
de la UNASUR ajusta sus proposiciones a las reuniones de los Ministros de Economía,
vamos viendo el tembladeral que provoca aquel occidente que un día proclamó
"el fin de la historia": la acción de las grandes corporaciones sobre
el Parlamento norteamericano y sobre Barack Obama ha precipitado en Estados
Unidos una aguda crisis política en un paisaje de más ajuste y más
endeudamiento; Zapatero en España se ve forzado a adelantar las elecciones para
noviembre y se tendrá que ir; las socialdemocracias se revuelven en la traición
a sus principios; el fascismo está lanzado a la ofensiva con sus grandes cuotas
de discriminación racial y, en sentido contrario, se precipitan multitudinarias
movilizaciones contra el neoliberalismo.
Sudamérica observa el
terremoto desde el balcón, pero no es ajena a los sucesos, el tsunami puede
llegar y golpear duro si no toma medidas contra los poderosos capitales
especulativos que llegan y que, al irse, dejan el panorama arrasado, si no toma
medidas contra la fuga de capitales, contra la privatización de sus enormes
recursos naturales, si no termina con los grandes monopolios multinacionales
cerealeros y de la alimentación que son una valla a la soberanía alimentaria,
si no endurece controles sobre el comercio exterior...
En definitiva, la
precipitación de la crisis global del neoliberalismo, que deja a la vista sus
consecuencias, va motorizando respuestas, impensadas hasta hace poco, como las
de la UNASUR, que podrán ser más o menos antimperialistas, más o menos
profundas, pero que seguramente significarán un paso más en este proceso de
avanzada y que es, sin dudas, uno de los hechos que muestran la decadencia del
imperio yanqui y la aparición del bloque de Sudamérica como factor cada vez más
importante hacia la multipolaridad, la independencia y la soberanía de los
pueblos.
Cristina Fernández hace suya llamado