Benahuare bonita
Victoria Dorta
Cumbres de un blanco infinito sobre un manto de esperanza,
balcón de Atlántico isleño donde el corazón descansa. Tu paisaje llega al
alma, Benahuare, isla bonita. Contemplarte es un placer; recorrerte, una
delicia. Me emocionaron tus valles, me inspiraron tus alturas, llegaste a mi
pensamiento al contemplar tu hermosura.
Visitar cada una de nuestras islas, así como recorrer sus ciudades
y pueblos, tendría que ser un deber para cada canario, incluso para todo aquel
que se identifique con nuestras costumbres y quiera conocer como el que más el
país del timple.
Es verdad que muchas veces trasladarse de un terruño al otro no ha
estado a la altura del bolsillo del pueblo; por ejemplo, etapas como la actual
en la que la crisis y el paro galopante no dejan ni siquiera respirar a
demasiadas familias. Sin embargo, si hay ganas e ilusión y en un determinado
momento se pudiera, deberíamos empezar a descubrir la piel de cada una de las
islas de esta tierra guanche maravillosa, hija del mar y del sol.
Benahuare, bonita, así le dije a La Palma un día de verano
mientras la visitaba. En aquel escenario natural me dejé rodear por un montón
de montañas de formas increíbles. Viví el momento de manera diferente y al
mismo tiempo la experiencia me hacía recordar de alguna forma ciertos paisajes
de las otras islas hermanas del Archipiélago canario.
Me encantó, entre otras cosas, el nombre de su Monte de Luna y,
por supuesto, lo frondoso del lugar; original, como la Isla misma. Recorrí la
isla corazón de norte a sur y de oeste a este saboreando casi cada rincón,
cuando me lo permitía el tiempo y el momento de aquella ilusión convertida en
aventura.
La alegría de estar contemplando con mis propios ojos otro
pedacito de mi tierra canaria era inmensa. En aquel preciso instante vino a mi
mente una de esas ocurrencias que llegan cuando menos te lo esperas y pensé:
nuestras islas son tan diferentes unas a las otras y al mismo tiempo tan idénticas
que indiscutiblemente tienen alma de país. Finalmente, la tarde sació su sed
de luz sobre el balcón del mar, a orillas del Atlántico. Benahuare, bonita.