La aventura de Carmen

Chowie Sosa

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Abrumados por la tremenda campaña publicitaria de la petrolera Repsol en todos los medios de comunicación de las islas, A.N.C. decidió contraatacar con los pocos medios de los que disponemos;  compromiso e imaginación. Espectadores perplejos de la realidad internacional, de esos esperpentos fronterizos que nos llegan desde Gaza, Argentina o Perejil, y que si no fuera por el horror serían objeto de burla de cualquier receptor objetivo, se nos ocurrió participar y dar una vuelta de tuerca a la preocupación de los canarios y canarias tras el paro, y es su absoluta oposición a las prospecciones petrolíferas en sus costas o cerca de ellas.

Quisimos jugar pues, con esto de las fronteras de Europa, con la intención de que se sepa a nivel global la oposición de nuestro pueblo a que salga otra cosa de nuestro mar que nos sea belleza y silencio, el silencio que necesita el cetáceo que nos fue a apoyar en nuestro viaje para vivir en paz. Este relato no pretende ser un panfleto de un partido independentista, sino la historia de unas personas que piensan que la vida es un maravilloso viaje, que dejaría de ser tan alucinante si alejamos el respeto a nuestro entorno en nuestro paso, que será el de nuestros hijos. Con esto en mente, nos embarcamos en el velero el Domingo 21 de septiembre de 2014. El capitán del velero no sabía nada de nuestras intenciones reales, le contamos un cuento sobre un estudio de líquenes en las islas Salvajes. Partimos con algo de provisiones, bártulos llenos de pancartas (nuestra voz) y una bandera inmensa tricolor con siete estrellas verdes. Al capitán le hicimos un cuento sobre la utilidad del mástil para poder localizar el liquen a través de su sombra. Iniciamos nuestro viaje del puerto de Santa Cruz, nerviosos y con el coraje de saber que la razón estaba de nuestro lado. Somos muy conscientes de que nuestra razón siempre está de nuestra parte, lo que no tenemos muy claro es de que parte está la razón, si la tuviera, del dinero.

Llevábamos un “receptor de satélites” que nunca funcionó para poder contactar con nuestro partido y familiares. Llegaron las estrellas y nos plantearon una cuestión sobre nuestros propósitos nacionalistas. Con humildad respondimos “sólo queremos educación y bienestar para nuestro pueblo”, después nos dejaron admirar el cielo que hemos roto en nuestras ciudades. Llegaron los peces voladores, y la ballena, y la fosforescencia aturdidora de las medusas. La tilde de razón, ¡coño, es que es nuestra!.

Llegamos a la isla Salvaje pequeña el lunes día 23 a media mañana. Los guardas nos esperaban, preguntaron por el permiso (que no teníamos), al bajar tampoco lo pidieron. Nos hicieron constatar el aburrimiento de su trabajo y una sonrisa nos iluminó el rostro “¡tranquilo, que mañana tendrás movimiento!”, pensamos. Buscamos un sitio para las fotos lejos de los guardas y como no pudimos mandarlas (ya que el “receptor de satélites” no funcionaba) la solución era simple, uno de nosotros debía regresar con la tarjeta de memoria con las fotos, si nos las confiscaban todo habría sido en balde. Recordamos que el capitán había dicho que antes de atracar iba a repostar en el puerto. Ideamos que la persona que volviera escapara en ese sitio antes de atracar por si había “alguien” esperando en el puerto. Echamos a suertes la vuelta y me tocó a mí. En absoluto quería dejar a mis compañeros en la isla, pensé en lo que se les venía encima y no me hacía la más mínima gracia dejarlos allí tirados, en compañía de lagartos y pardelas, guardas y policías. Su historia estará en su boca pronto, espero. Allí dejé a los compañeros para desplegar nuestra bandera, escondidos en una cueva y me volví con el capitán. Nuestros compañeros habían firmado un papel en el que decían que se quedaban bajo su responsabilidad, y nos volvimos. Se nos fastidió el motor llegando a Tenerife y pensé que mis planes se venían abajo, gracias que volvió a arreglarse y pude escapar del barco, mientras éste repostaba, ironías de la vida, en un puesto de Repsol.

Este pequeño relato queda para la memoria de nuestro hijo Enac, tal como me la contó su madre Carmen, para cuando falle la nuestra y para que entienda cuál es el tipo de compromiso que le dejamos como única herencia importante. Lo demás será solo materiales perecederos, loca lágrima en la lluvia.