El avance del islamismo
Nicolás
Villodres Ríos
El año que está a
punto de terminar ha sido testigo de acontecimientos político-sociales de una
enorme trascendencia, amén de los de carácter económico, que tienen a Occidente
en estado de convulsión constante. En el terreno político-social, que es el
objeto de esta humilde reflexión, hemos visto, entre incrédulos y atónitos,
cómo en Túnez floreció la llamada "Revolución de los Jazmines", que
en poco tiempo, y prácticamente sin derramar sangre, consiguió que otro sátrapa
pusiera pies en polvorosa. Egipto tomó buena nota y, siguiendo el ejemplo
anterior, protagoniza su propia revolución bautizada como "Primavera
Árabe", y a día de hoy está manteniendo un pulso nada menos que con el
todopoderoso ejército. Por su parte, el monarca alauita Mohamed VI, por aquello
de "cuando las barbas de tu vecino veas cortar pon las tuyas a
remojar", toma la iniciativa y se adelanta poniendo en marcha una reforma
constitucional en virtud de la cual, al menos en teoría, estaría dispuesto a ceder
parte de sus poderes en beneficio de un primer ministro elegido
democráticamente.
Fruto de estos
movimientos sociales, los grupos islamistas, aunque sean moderados, están
ganando protagonismo, y esto en Occidente nos extraña.
Hace pocas fechas, en
la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad de Granada, se han
desarrollado con bastante éxito las III Jornadas sobre Política y Seguridad
Internacional. Una de las ponencias corrió a cargo de Emilio Sánchez de Rojas,
profesor de la Escuela de Altos Estudios de la Defensa (CESEDEN) y conocedor
del mundo árabe por haber desarrollado parte de su vida profesional en Egipto.
En el turno de intervenciones posterior, el que suscribe formuló la siguiente
cuestión: ¿por qué las potencias occidentales que han conseguido un régimen
democrático sustentado en cinco pilares básicos, a saber, el nacimiento de lo
que hemos dado en llamar Estado moderno, la Revolución Francesa, el movimiento
de la Ilustración, las revoluciones industriales y las dos guerras mundiales,
se empeñan en imponer por la fuerza su sistema político en estos países que no
han vivido este proceso de madurez?; ¿se dan en estos lugares las condiciones
para que la democracia se pueda desarrollar pacíficamente y sin traumas
importantes?, ¿a qué nos conduce esta situación de uniformidad, que anula una
característica esencial de la humanidad como es la diversidad? Respuesta:
"Al fin de la Historia y el último hombre", libro de Francis
Fukuyama, ilustre politólogo estadounidense que sostiene la tesis de que la
lucha de las ideologías ha terminado con la caída del Muro de Berlín en 1989 y
el desmoronamiento de la antigua URSS, en 1991, lo que se dio en llamar el fin
de la Guerra Fría y la victoria de la democracia liberal. En este sentido,
podemos entender la ideología como una herramienta de control social para
despojar al ser humano de su libertad.
Y no nos debería
extrañar que estos movimientos proliferen habida cuenta de que estos países
tienen una concepción totalmente distinta a la nuestra acerca de lo que es la
división de poderes entre Estado e Iglesia; mejor dicho, ellos no hacen esa
distinción que tanto nos costó conseguir. Tampoco están muy versados sobre
conceptos tan elementales como derechos políticos y libertades fundamentales,
derechos humanos y un sinfín de cuestiones que llevan su tiempo de lucha y
conquista. No quiero quitarle la razón al Sr. Fukuyama, pero esto de las
ideologías tiene aún un largo trecho por recorrer.