Sin exigir el derecho a la autodeterminación el camino es incierto

 

Juan Jesús Ayala

[...Todo pueblo tiene derecho a la autodeterminación y así lo exige la resolución de Naciones Unidas de diciembre 1966,...]

Se podrá debatir hasta la saciedad y sacar de la chistera componendas que pudieran entusiasmar a todos los que piensan que el nacionalismo se consolida a través de los diversos discursos que proclamen la organizaciones políticas que transitan por esta senda. Pero si todo lo que se establezca esquiva el derecho más democrático que pueden tener los pueblos, como el de exigir su autodeterminación, estaremos en un terreno nacionalista casi baldío, que no solo se aparta del espacio político de lo que debe entenderse por nacionalismo sino que se estará en una situación confusa y alejado de la concepción ideológica del mismo.

Se podrá esgrimir el argumento que se es constitucionalista y que la vigente Constitución no contempla esta situación, pero la propuesta de los nacionalismos a una modificación constitucional debe ser una reivindicación constante para que los territorios algún día logren convertirse en verdaderos sujetos políticos.

Por nuestra parte y en lo referente a lo que comentamos, en 1998 se subscribió por vascos catalanes y gallegos la Declaración de Barcelona donde se reafirmó este derecho por estos pueblos; sin embargo, el nacionalismo canario en aquellas fechas, ausente y sin esperarse.

Todo pueblo tiene derecho a la autodeterminación y así lo exige la resolución de Naciones Unidas de diciembre 1966, y por otro lado aquellos que han estudiado el devenir de las naciones desde Hobsbawam, Anderson, Tivey, Sebreli, pasando por Caminal hasta llegar a Gellner lo han puesto de manifiesto hasta la saciedad y, además, así se ha vivido por aquellos que han conseguido su libertad en que no renegaron nunca a exigir ese derecho elemental y universal.

Pero también hay que decir que no se puede crear una nación transitando por los caminos que nos marcan y que buscamos los nacionalistas cual es "la magia y la conversión del azar en destino". Pero el destino hay que elaborarlo y plantearlo con decisión sin alejarnos de ese derecho que es fundamental para llegar al objetivo; si continuamos con discursos lastimeros o proyecciones vacías de contenido que solo servirían para entusiasmo de unos pocos, estaremos fuera de la concepción del nacionalismo y alejados por esa dinámica, de la inconsecuencia.

Gellner puntualiza que la nación y el estado o el estado y la nación están hechos el uno para el otro, y el uno sin el otro es algo incompleto y trágico. Existen en la tierra pueblos que han luchado denodadamente por exigir este derecho y cuando Europa se desgaja lo hace porque ese derecho está implícito en sus habitantes así como el deseo de extrapolar lo viejo hacia lo nuevo e inventar un escenario que sea compatible con los que han decido que camino tomar.

El nacionalismo no puede discurrir por sendas que desalojen sus fundamentos ideológicos, por ello es necesario saber sobre que estamos hablando, si de nacionalismo, si de pseudonacionalismo o de un regionalismo ya denostado para poder saber a que atenernos, entendiendo, además, que el nacionalismo progresista es aquel que tiene como meta la construcción nacional de su pueblo, en ese cometido no es la categoría de clase, izquierda, derecha o centro lo que entra en juego sino la categoría de nación. Así de elemental. O se tiene esto claro o sino seguiremos dándole palos al aire.