Eduardo Garzón /25 de abril del 2013
La Encuesta de Población Activa (EPA) del primer
trimestre de
Pese
a llevar meses mostrando signos de debilidad, el sector inmobiliario no colapsó
totalmente hasta la primavera de 2008, cuando el pinchazo de la burbuja
inmobiliaria fue tal que la inmensa mayoría de empresas relacionadas con el
sector se vieron gravemente afectadas. Constructoras, promotoras e inmobiliarias
detuvieron drásticamente su actividad, dejando a muchísimos trabajadores en la
calle y por lo tanto empujando notablemente al alza la tasa de desempleo. Desde
una tasa del 9, 3% en marzo de 2008, se pasó en tan sólo un año a una del 17,
4%. El sobredimensionado sector de la construcción se contrajo brutalmente en
esos 12 meses, dejando sin trabajo a tantos profesionales (albañiles,
arquitectos, aparejadores, ingenieros, electricistas, fontaneros, etc) que habían
vivido de él durante los años anteriores. Es la etapa reflejada en el gráfico
entre las dos primeras líneas verticales: el crack inmobiliario.
La siguiente etapa queda comprendida entre la
segunda y tercera línea vertical del gráfico, y coincide con un crecimiento de
la tasa de desempleo bastante más lento. El sector nuclear de la construcción
ya había colapsado y no podía arrojar al desempleo a muchos más trabajadores.
Sin embargo, es durante esta época cuando la industria relacionada con la
actividad de la construcción y la inmobiliaria comienza a verse perjudicada.
Los sectores de los muebles, de la instalación de equipos de acondicionamiento
y de electrodomésticos, de la decoración, de las agencias inmobiliarias, etc,
comienzan a no encontrar clientes y se ven obligados a reducir su tamaño de
actividad, para lo cual terminan expulsando a muchos de sus trabajadores. A su
vez, otros sectores económicos comienzan a encontrar problemas de financiación
debido al cierre del grifo de los bancos y problemas de ventas causados por la
caída del consumo debido a su vez a las malas expectativas económicas. Las
quiebras de empresas pertenecientes a diferentes sectores empiezan a cobrar
importancia, y el desempleo continúa su crecimiento. Sin embargo, este ascenso
fue contenido gracias a los planes de impulso a la economía que realizó el
gobierno durante esta época. Como resultado, el paro creció pero a un ritmo más
moderado que durante los primeros meses de crisis: partiendo de un 17, 4% de
desempleo en marzo de 2008, la tasa presentó un nivel del 20, 9% en mayo de
2011.
Más
sobre
A partir de junio de 2011 la cosa cambia. El gobierno de Zapatero decide
endurecer la reforma laboral permitiendo que las empresas puedan despedir cómodamente
a sus trabajadores en el caso de que presenten pérdidas transitorias (y no
permanentes, como hasta entonces ocurría). La reforma laboral del gobierno de
Rajoy en febrero de 2012 no hará sino continuar la senda marcada y facilitar a
las empresas el despido de trabajadores. Esta legislación laboral que persigue
la expulsión de los empleados para que las empresas sufran el menor coste
posible, asociada a los importantes recortes de gasto público que deterioran la
demanda efectiva (inversión y consumo), a un aumento de los impuestos
regresivos (como el IVA o los impuestos especiales), a la inexistencia de planes
de estímulo económico, y al permanente cierre de crédito de los bancos, no
hace sino incrementar el ritmo al que aumenta la tasa de desempleo. Desde una
tasa del 20, 9% en mayo de 2011, nos encontramos con un nivel del 27, 2% en
abril de 2013.
Queda claro, por lo tanto, que si hoy día aumenta a
un ritmo tan elevado el desempleo no se debe a la crisis inmobiliaria (cuyos
sectores no pueden expulsar a muchos más trabajadores porque ya no les quedan),
ni siquiera a la deficiente estructura productiva de la economía española,
sino que los motivos hay que encontrarlos en una legislación laboral
extremadamente beligerante con los trabajadores, en unas instituciones
financieras zombies que necesitan ser rescatadas pero que no conceden apenas créditos,
y a una política económica de recortes y aumento de impuestos regresivos que
no hace sino empeorar el consumo privado y las posibilidades de inversión. Así
lo refleja un informe del Banco Central Europeo sobre las pequeñas y medianas
empresas (PYMES), las cuales suponen un 63, 9% de todos los puestos de trabajo
españoles. Este estudio refleja que el principal problema de las pequeñas y
medianas empresas es encontrar clientes, que es consecuencia de la caída del
consumo privado y del gasto público. El segundo problema es encontrar
financiación debido a que los bancos se niegan rotundamente a ofrecer créditos
a la mayoría de las empresas. El tercer problema, de una importancia mucho
menor que los dos anteriores, es la necesidad de competir con otras empresas
rivales. El cuarto problema en importancia es el debido a los costes laborales y
de producción, entre los que destaca el salario y al que paradójicamente el
stablishment europeo y español trata de responsabilizar como gran obstáculo
para superar la crisis.
La
mayoría de empresas españolas seguirán cerrando y/o expulsando a sus
trabajadores (y por lo tanto el desempleo seguirá aumentando) mientras sus
principales problemas no sean resueltos. Recordemos que en este último año las
familias y empresas en quiebra han aumentado un 27% respecto a 2011. Y pese a lo
que se nos suele decir a través de los medios de comunicación, el problema no
es que los trabajadores cobren mucho o que no trabajen suficiente; el problema
reside en que hoy día las empresas no encuentran clientes ni financiación para
proseguir sus actividades. Y ello no se resuelve aprobando feroces reformas
laborales ni ayudando a los bancos sin imponerles condiciones, ni recortando en
gasto público o aumentando impuestos regresivos, sino precisamente haciendo
todo lo contrario. Mientras no se realice un completo viraje en las políticas
económicas del gobierno, desgraciadamente seguiremos viendo empresas y familias
quebrar y por lo tanto el desempleo aumentar.
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