Asesinato
del campo
El
Padre Báez *
Eso es, lo que ha pasado: han asesinado
el campo. El cabildo ha asesinado al campo. Y tiene a dos tiradores:
medioambiente y seprona. El campo, está muerto. Lo ha matado, lo ha destruido,
no hay vida en él sino vida silvestre, salvaje.
Del
campo, se puede hablar después de su muerte. Y la gente no reacciona, nadie
recorre calles pidiendo la devolución a la vida del campo, que permanece en la
muerte, parado, quieto, improductivo. Al menos, habría que rendir homenajes a
los últimos campesinos, a los que resistieron y mantuvieron lo mínimo que
queda, sus huellas y ejemplo. Pero, ni una, ni otra. Y por más que cumpla en
esto de la muerte distintos aniversarios del asesinato, toda vez que fue una
muerte lenta, nunca se supo exactamente el momento del desenlace. Hace ya más
de medio siglo, el campo comenzó a ser asesinado, recibiendo palos de muerte,
mientras a duras penas seguía dando comida a este pueblo, ahora llamado
tabaibero (antes canario).
Y
fue la enfermedad del campo, el cáncer de una política que se desvió de él y
le puso cara de aceptación al turismo, traicionando al sector primero o
primario, como es y se llama el campo. Los tabaiberos no deben olvidar que el
campo murió dando de comer, por abuso del poder cabildicio, que vio en el campo
un enemigo a abatir, y lo logró al fin: todo lleno de pinos, tabaibas y
retamas, sin un cacho tierra limpio donde plantar comida. Y este pueblo
tabaibero, s
Es
importante se luche por resucitar este muerto, que tienen tantísima vida en
potencia y frenada. Cada vez nos quedan menos testimonios vivos de aquellos
hombres y mujeres del campo, que lo amaron y lo añoran sin poder volver por
miedo y terror a las multas, por cualquier cosa que se haga o se intente hacer.
Y es este un crimen impune, pues no se castiga al asesino que campa a su aire y
sigue dando palos de muerte, si algún rescoldo de vida surge o aparece por algún
lado. Con la muerte del campo, ha muerto el pastor, reducido a una cueva, corral
o alpendre cuando antes toda la cumbre y costa, según la trashumancia, toda la
isla era suya según tradición y leyes no escritas; hombres y mujeres que
amaron tanto a sus ovejas que por ellas dieron y dan sus vidas, ya que de ellas
dependen su economía y riqueza, trabajo y alegrías. Aquellos hombres libres y
esclavos a la vez, se enseñoreaban en la isla, ahora no se ve a ninguno de
ellos, todos han sido por una u otra causa multados y vejados, reprimidos y
apartados.
Y
lo malo y peor de todo esto, es que no aparece ningún político, ni ningún
partido político, que ayude en volver al campo y a que todo siga igual y como
antes, sino que permiten que todos sigan en este sangriento escenario de muerte,
de una auténtica guerra civil: unos tabaiberos contra otros tabaiberos,
olvidando la paz de otros tiempos y la libertad de movimientos y acción ahora
todo prohibido y castigado, vigilado y multado.
El
asesinato del campo abrió una guerra entre hermanos. Una guerra sanguinaria,
que ha costado ya muchas vidas, durante años, en los que han muerto lo mejor de
la cultura del campo. Crímenes y abusos, sin trascender en ningún medio de
comunicación, que se hacen así cómplices con sus silencios de esta atroz
mortandad.
* Fernando Báez Santana, Pbtero.
Artículos
del Padre Báez publicados en El Canario y en El Guanche