Apuntes nacionalistas (se aprende más del enemigo)

 

Juan Jesús Ayala

[El nacionalismo es una idea universal, imparable, por muchas trampas que se le pongan en el camino. El nacionalismo rompe los cercos y siempre estará abriendo caminos hasta llegar, tarde o temprano, a su destino que no es otro que la construcción nacional de ese territorio donde viven unos y otros, los falsarios y los auténticos.]

Decía el máximo exponente de la teoría nacionalista, Ernest Gellner, que se podía aprender más sobre el nacionalismo de las aportaciones que hacen sus enemigos que aquellos que son fervientes defensores de la idea, lo que no deja de tener gran parte de razón. Los que están en contra del nacionalismo, los contranacionalistas, no se cansan de manifestar que la ideología nacionalista esta infectada de falsa conciencia, construyen mitos para trastocar la realidad y, además, dicen que el nacionalismo predica la diversidad cultural, pero de hecho impone la homogeneidad y le dan mas pábulo y razón por medio del iluminismo, del mesianismo que del contraste ideológico y del debate. Camina, insisten los contranacionalistas, más por la rutina en la defensa de lo establecido que por la senda de lo que dicen pretender. como es el logro y la consolidación de la nación-estado.

Vistos así estos predicamentos contranacionalistas, no cabe duda de que al menos sirven para alertar, para saber dónde están los que, ocultos, y a veces no tanto, pretenden desmotivar, desinformar desde precarias parcelas de poder las entrañas y claves de una ideología que, quiérase o no, está en el planeta más pujante que nunca, si hacemos caso a estas propuestas, que no se hace, ya que más que propuestas son deseos inquietantes y que molestan a los que desde posiciones mas allá del nacionalismo procuran que esa llama no prenda demasiado lejos del sitio por donde transitan y puedan de esa manera apagarla bien con prebendas o confusionismos.

Y hasta los marxistas, que en su época presumieron de altos vuelos intelectuales y analíticos a través del materialismo dialéctico, dijeron del nacionalismo que era la teoría del camino equivocado y que el mensaje con el que había que despertar las conciencias estaba destinado a las clases, y que debido a un espantoso error se entregó a las naciones. Y, además, otros desgajándole de la concreción y de la ideología certera, decían que el nacionalismo es la resurrección de las fuerzas atávicas de la sangre o de la tierra. Esto lo comparten los que aman y odian al nacionalismo. Pero en el fondo de la cuestión es difícil mantener la posición cuando, desde atalayas nacionalistas, se confeccionan discursos, se elaboran promesas y estas se enquistan, no porque se desee llegar al sitio que se pretende, sino que desde dentro o desde fuera el enemigo está al acecho para desvirtuar, enlentecer o desmotivar el proyecto nacionalista de un determinado territorio.

Generalmente se aprende más de la treta del enemigo que del consejo atinado del amigo; la treta desentume y dispara la imaginación; es como una punta de lanza que incide en atraer hacia sí el horizonte que se ve lejos por las insidias y desatinos, y que muchas veces esos desatinos son el mejor acicate para aprender a ir por el camino que el quietismo dificulta como si fuera un espejismo inalcanzable

El enemigo del nacionalismo, jacobinistas recalcitrantes y que tienen una idea omnímoda del poder, que no respetan culturas ni identidades y que se aventuran en el disloque de la historia y en la tergiversación de los ímpetus de los pueblos, son los que más favorecen, desde su contranacionalismo, a que el nacionalismo siga pujante y ojo avizor.

El nacionalismo es para los nacionalistas una tarea inconclusa, no es llegar y ya está. Cuando se construye un pueblo y este se hace nación se comienza una nueva andadura donde los contranacionalistas que quedan en la cuneta de sus inconsecuencias intentarán seguir torpedeando la idea, la cual muchas veces, gracias a su concurso inconciente y torpón, hacen que se pueda caminar con más altivez y seguridad que antes.

Del enemigo se aprenden muchas cosas y gracias a ellos el nacionalismo es una idea universal, imparable, por muchas trampas que se le pongan en el camino. El nacionalismo rompe los cercos y siempre estará abriendo caminos hasta llegar, tarde o temprano, a su destino que no es otro que la construcción nacional de ese territorio donde viven unos y otros, los falsarios y los auténticos.