Lecciones de historia. (Apuntes de
nacionalistas)
Juan
Jesús Ayala
En
la campaña electoral se oye de todo o de casi todo en lo concerniente no tanto
a la historia de las Islas como a su futuro. Da la impresión de que no es
conveniente que se remueva la historia, que se desempolven cuestiones que no
están muy lejos de la memoria colectiva de una tierra como es Canarias; mejor
es tirar voladores y fuegos artificiales e inventar un futuro, con estas o
aquellas promesas que al final quedan simplemente en agua de borrajas, y si te vi no me acuerdo.
Mirar
hacia atrás es necesario para poder entender y saber hacia dónde se pretende
ir. Cuando el pasado se elude o, peor, se desconoce, se estará dando palos de
ciego y con el paso totalmente cambiado y en dirección contraria al objetivo.
¿Y
cuál es el objetivo?, y hablo en clave nacionalista, del nacionalismo canario.
Mil y una vez lo hemos dicho: la construcción nacional
de Canarias. Y eso dicho así ¿qué quiere decir?, ¿qué significado tiene?
Simplemente que la mayoría de los que aquí viven lleguen a crear mentalmente e
intelectualmente dentro de sí una estructura colectiva que sobre Canarias
piense igual, de manera idéntica; que de las Islas se tenga una misma
referencia; que sobre el territorio que se pisa se pretenda, a pesar de
cualquier inconveniente, construir un futuro común, y con el derecho a decidir
ampliamente en todas sus cuestiones tanto políticas como administrativas; en
definitiva, que Canarias sea una nación.
Y
bien. Supongamos que se da este paso, que sería de gigante, porque la nación canaria
de momento solo se encuentra en el imaginario de muchos, lejos de la evidencia
y de la realidad. La nación canaria hay que conquistarla, primero, con la
ansias de querer ser y después con los dispositivos que se pongan en rodaje
para lograrlo; y, eso sí, apoyados en la historia, la remota y la más reciente.
Ya tenemos entonces, a partir de ahí, a Canarias como nación. ¿Y ahora qué? Con
este pronunciamiento colectivo y mayoritario, que es mucho, ¿hemos logrado algo
definitivo? No. Estamos en el punto de arranque. En saltar por encima al menos
y dejar atrás ese concepto ambiguo, que no dice, que es simplón, vacío de
contenido político, como es el de nacionalidad. Lo de nacionalidad es una
estructura tristona, apocada, encorsetada, limitada y que muere y acaba dentro
de sí misma; no va más allá ni ahora ni nunca. Por lo que habrá que romper ese
cerco cicatero, estirarlo como una recta ilimitada que concluya en eso, en una
conceptualización clara y definitiva de nación, de nación canaria.
Y
una vez ahí, lo que supone un esfuerzo colectivo de envergadura, ¿qué hacer?
¿Nos declaramos independientes sin más?, ¿provocamos un referéndum para
reafirmarlo?, ¿nos dirigimos a la ONU, a su Comité Especial de Descolonización?
Allí nos dirán que Canarias no está en el catálogo que comprende dieciséis
países a descolonizar. Podremos presentar todos los papeles que queramos, lo
mismo que Puerto Rico, que lleva haciéndolo durante más de veinticinco años y
en su día reforzado con partidos independentistas con el 24% de los votos de la
población y cuyo fin ha sido desde entonces hasta ahora el cesto de los
papeles. No es fácil, como se ve, y, además, tenemos que tener bien claro dos
cuestiones que son definitivas, la autodeterminación, que es un derecho, y la
independencia, que es un proceso.
Y
como parte de ese proceso y de ese derecho, en la campaña electoral, al menos
desde las posiciones nacionalistas, aparte de diseñar todo un programa que
redunde en el bienestar de los que aquí viven, lo que dicen todos, desde Rajoy
hasta Zapatero, hay que marcar la diferencia. Hay que ir más allá. Hay que
envolver los programas y los discursos con el papel nacionalista y poner el
lenguaje nacionalista en su sitio, que nos identifique, y entusiasmar con la
fuerza de las palabras situadas en la historia, en la remota, en la reciente y
en la futura. Y si enarbolamos las proclamas nacionalistas no se debe olvidar
que el objetivo de todo nacionalista es la construcción nacional de su pueblo,
lo que debe sonar con fuerza en los mensajes que se emitan por cualquier rincón
de la geografía canaria.