Los Ángeles e Icod de los Vinos

 

Wladimiro Rodríguez Brito *

 

[Revaloricemos lo que nunca debimos devaluar: el campo y la cultura de los campesinos. Dejemos el fuego y el cine para California y aquí hagamos las cosas con fundamento. Allí, en California, han estado pendientes de la lluvia y el cambio de la dirección del viento, dado la deficiencia de su actual sistema contra el fuego. Seamos humildes y leamos lo que dicen nuestros Chovas.]

 

En la última semana hemos tenido un gran incendio en California, en una zona poblada al nordeste de la ciudad de Los Ángeles. Es oportuno recordar los puntos comunes entre Canarias y la zona castigada por el fuego en California: aridez, topografía, masas de aire seco procedentes de la zona desértica, vientos de ladera, etc. Aquí lo llamamos siroco; en California, “viento del diablo o viento de Santa Ana”. La vegetación en ambas zonas tiene las mismas características, dado que sufre el estrés hídrico en un largo periodo seco. En ambos territorios tenemos una población dispersa, y en Icod son casas de labradores que ahora no labran. En California son quintas de las clases acomodadas rodeadas de árboles seminaturales; por ello, estas líneas quieren ser de reflexión sobre lo que ha ocurrido en estos días en la zona de Santa Mónica y Camarillo y lo que puede ocurrir en la piel de la isla picuda y en particular en la comarca de Icod de los Vinos.

 

Mientras en California disponen de grandes medios mecánicos, sobre todo aéreos, y de una importante plantilla de bomberos, en este incendio actuaron más de 1.800, aquí disponíamos de agricultores y ganaderos que en esta época del año tenían el campo limpio de maleza sobre todo en las proximidades de las viviendas. Había un aprovechamiento intenso de los pastos para el ganado, reduciendo de manera significativa lo que ahora llamamos combustible; por ello, en estos momentos creemos que es urgente la limpieza al menos del entorno de las zonas pobladas y vías de comunicación dado el adelanto del verano, pues hemos tenido el mes de abril seco con importante entrada de tiempo del sur y apenas nos ha visitado el alisio. No olvidemos que noviembre fue muy lluvioso y que hemos tenido un gran crecimiento de hierba y otro tipo de matorrales propios de nuestro medio rural (zarzas, helechos, hinojos, espinos, gradillos…).

 

Es en este marco en el que hacemos esta comparación, no solo con uno de los territorios más ricos del mundo y una comarca pobre en el oeste de Tenerife, en la que las referencias ambientales y topográficas y de población nos obligan a hacer esta reflexión. Si el incendio de California obligó a desalojar a más de 4.000 viviendas y al corte de la autopista del Pacífico llegando el fuego hasta la costa y aislando numerosas poblaciones, ¿qué puede ocurrir en nuestro medio con el nivel de combustible que tenemos en la zona de Las Abiertas, Fuente de la Vega, Los Pajares y toda la ladera hasta llegar a Las Canales, en la parte baja, en el que las tierras labradas son pequeños lunares en un mar de zarzas y helecheras? Por ello, querido lector, estas líneas son de reflexión y sobre todo de respeto a los maestros de la tierra, los Chovas locales, que a lo largo de los tiempos nos han enseñado que la lucha contra el fuego es la prevención, es decir, el trabajo del invierno es más importante que lo que podamos hacer en verano cuando nos visite el siroco. Por ello, el que tengamos cubierto de maleza más del 80% de la superficie es un toque de atención que debemos corregir más pronto que tarde.

 

En Estados Unidos, asocian la lucha contra el fuego a bomberos y medios materiales; sin embargo, las pérdidas de vidas, casas y la abundancia de incendios en la costa oeste ponen de manifiesto que la labor cultural y ambiental en el territorio tiene mucho que hacer allí y aquí. Nosotros afortunadamente hemos tenido una cultura en la gestión del territorio en la que asociamos prevención a lucha contra el fuego. Sin embargo, la crisis agraria en un modelo urbano y con nuevas tecnologías ha descuidado estos planteamientos tan eficientes en nuestro territorio; es más, en este momento nos dice don Arias Cañete que va a reducir en el 23% los hidroaviones de los que disponía el territorio español el año pasado para ahorrar 4,3 millones de euros. Por ello, entendemos que ni estamos volviendo a la cultura campesina de antaño ni copiando ese mal sistema de máquinas y de apagafuegos, pues, si al país más rico del mundo se le queman las mansiones de los banqueros y artistas de Hollywood, qué podemos esperar en nuestros territorios con los limitados medios materiales de que disponemos y encima olvidándonos de la cultura que tan eficiente ha sido en la lucha contra el fuego en nuestra tierra. Aquí las distintas instituciones y vecinos tienen una obligación y una oportunidad para marcar pautas que nos permitan la defensa de las viviendas, los bienes y las vidas, como sabiamente hacían los campesinos. Hagamos la tarea para evitar lamentos, puesto que el siroco nos visita cuando quiere y no nos avisa. No abandonemos el sentido común y la cultura de los campesinos, que no solo nos dejan el tajaraste y la fiesta del poleo con vino y papas de color, sino en gran medida una manera inteligente de gestionar los recursos y la naturaleza.

 

Revaloricemos lo que nunca debimos devaluar: el campo y la cultura de los campesinos. Dejemos el fuego y el cine para California y aquí hagamos las cosas con fundamento. Allí, en California, han estado pendientes de la lluvia y el cambio de la dirección del viento, dado la deficiencia de su actual sistema contra el fuego. Seamos humildes y leamos lo que dicen nuestros Chovas.

 

* DOCTOR EN GEOGRAFÍA

 

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