Propuesta para pintar el monumento de Franco

de Santa Cruz… y más

 

Pedro M. González Cánovas

La Asociación para la Investigación y Protección del Patrimonio Artístico (AIPPH) intercede por uno de los monumentos franquistas más relevantes que quedan en la capital de la isla de Tenerife, con un argumentario sacado parcialmente de Wikipedia y que lleva a engaños históricos.

De entrada, la asociación sigue llamando al engendro “Monumento al ángel caído”; cuando dicha nominación se la asignó el consistorio capitalino en 2010 y fue por ello acusado de intentar burlar así la Ley de Memoria Histórica, ya que nunca anteriormente se usó esa nomenclatura para el monumento. De hecho, en 2011 se vuelve a cambiar el nombre, de forma que actualmente queda como “Monumento a La Victoria”; lo que significa aceptar el origen de exaltación ideológica al golpe militar y la dictadura franquista.

La AIPPH, además, se atreve a asegurar que la escultura "ha sido financiada por suscripción popular…” afirmando más adelante que “el monumento tuvo un origen popular y democrático”. Lo primero es aventurar demasiado, habiendo constancia de que, en realidad, aquella “suscripción popular” fue ordenada por el Gobernador Civil Pablos Abril y, conociendo el régimen, esto pudiera ser una especie de impuesto revolucionario o imposición a la clase más favorecida de la ciudad. Lo segundo, desdice de cualquier historiador, aunque fuere solo aficionado, ya que hablar de democracia en la España de los años 60 del pasado siglo es una auténtica aberración; pues, entonces, solo la palabra dicha en público podía producir el arresto por parte de las fuerzas franquistas del orden o peores consecuencias.

Aun así, en realidad, para los admiradores del arte, la escultura no desmerece; pero necesita unos cambios que laven la imagen franquista, fascista, asesina, esclavista y colonial, que sin duda -como afirma la prensa de la época- tenía la obra de Juan de Ávalos. Es por ello que me atrevo a proponer que el ángel sea pintado de blanco, azul y amarillo, con siete estrellas verdes en el pecho del angelito; que se mantenga en gris siniestro la imagen superior y siga representando a franco y al nacionalcatolicismo; y, por último, podría llamarse algo así como “El trampolín del dictador” o similar, de forma que no se le quite sentido al origen que le dio su autor y se reconozca a mi tierra en ella, aunque sea como un ángel caído.

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