480 años de San José de Anchieta

 

Eliseo Izquierdo

 

Es solo una mera suposición que san José de Anchieta nació el 19 de marzo. Quienes se han inclinado por esa fecha se han basado en la costumbre de su tiempo sobre el nombre que convenía poner a los recién nacidos, no siempre respetada de manera rigurosa. No hay ninguna prueba fehaciente que avale que Anchieta nació ese día, ni más indicio que el apuntado; justamente lo que media entre la posibilidad y la certeza, entre el hecho contrastado y la conjetura. Lo conveniente, por tanto, es hablar de probabilidad (como ya se empieza a hacer) o de lo verosímil que parece, o de lo bastante creíble, sobre todo por lo atípico del nombre que se le impuso al niño, sin tradición en sus familias materna y paterna.

Por el contrario, sí es incontestable que tal día como hoy, hace cuatrocientos ochenta años, Anchieta fue bautizado en la parroquia lagunera de Nuestra Señora de los Remedios. El testimonio que lo acredita es un documento insigne que se custodia, con el cuidado que corresponde a una pieza de tanto valor, en el archivo diocesano de San Cristóbal de La Laguna.

Para el cristiano, el sacramento del bautismo tiene la trascendencia del nacimiento a la vida de la gracia, el ingreso en el seno de la Iglesia como hijo de Dios y partícipe de su naturaleza divina. De ahí la importancia de este día en la biografía del Apóstol del Brasil. Para los no creyentes, Anchieta es ejemplo sublime de filantropía, de desvelo por sus semejantes, de defensor de los derechos de los desvalidos y de su condición humana, y paradigma de hombre de acción, tanto por la persistencia de su pensamiento como por la originalidad de muchas consecuciones suyas que continúan teniendo plena vigencia.

Para unos y para otros, el documento, fechado en San Cristóbal de La Laguna tal día como hoy hace cerca de cinco siglos, tiene la importancia de ser el primer testimonio inequívoco del lugar y el momento en que el eminente religioso y escritor vio la luz primera. Qué menos que recordarlo cuando José de Anchieta acaba de alcanzar el reconocimiento supremo de sus grandes virtudes, cuatrocientos diecisiete años después de haber sido proclamado santo por el pueblo, de manera espontánea el día de su muerte, en la tierra que lo acogió y en la que realizó su gigantesca obra.