Los almendros y el PIB

 

Wladimiro Rodríguez Brito  *

 

Es frecuente oír en el lenguaje político y económico la palabra mágica PIB. El interés social, cultural y ambiental de las cosas y la naturaleza queremos medirlo y pesarlo en un mundo que confunde valor y precio. En una sociedad altamente mercantilizada en la que el powerpoint y la pantalla del ordenador tienen la última palabra, hasta el aire que respiramos se mercantiliza en ciudades como Tokio, dada los altos niveles de polución ambiental.

 

En el mundo rural, lo pequeño, lo local, la experiencia vivida y sufrida está siendo sustituida por una cultura urbana en la que subyace el cainismo de la cultura judeo-cristiana. El campo se menosprecia social y económicamente, y sólo se idealiza para pasear en ese mundo bucólico de la Arcadia feliz.

 

Las rutas del almendro que se han venido fomentando en Santiago del Teide y en otros puntos de Canarias en los últimos años son una lectura viva del paisaje, la cultura y el esfuerzo. Pero son también un encuentro con la naturaleza y nuestro intento de domesticar unas rocas aún calientes, en unos malpaíses en los que un conjunto de volcanes, en la cumbre de Abeque, dejaron calcinado un amplio espacio en el suroeste de Tenerife.

 

Los paredones, las huertas limpias de piedras y los almendros e higueras plantados en apenas unos gramos de tierra, al igual que los majanos, los pasiles, las eras e incluso los hornos para obtener la brea de los pinos, son todo ello una amplia referencia de un paisaje muy humano. Es este un paisaje cargado de esfuerzo y de sabiduría para sobrevivir en un territorio con pocos recursos, en el que el campesino no sólo tuvo que luchar con una naturaleza hostil, sino con problemas sociales como la propiedad de la tierra, como en el caso del Señorío de Santiago del Teide.


El camino del Valle de Santiago a Arguayo es una lección viva de los almendros que aún sobreviven a cuarenta años de olvido sin aparecer en el PIB. No hace tanto, en los años cincuenta del pasado siglo, significaron el cuarto renglón de las exportaciones canarias, tras los plátanos, tomates y papas, ayudando a cruzar el charco a muchos emigrantes.

 

Los almendros, las higueras, la vid y otros cultivos tradicionales, junto a la ganadería, deben ser parte de una apuesta por el futuro que puede generar riqueza y puestos de trabajo, amén de alimentos y estabilidad social. Hay que preparar y potenciar bancos de tierra en cada municipio, a los que se ayude con formación y recursos económicos, con unas garantías de ingresos mínimos, bien por superficie atendida o por bienes producidos. Parte de nuestros jóvenes en paro pueden ser recompensados por la limpieza y el mantenimiento de nuestras tierras balutas, con una labor ambiental fundamental al retirar gran parte de la maleza en nuestras medianías y, en consecuencia, con menos peligro para los incendios en el verano.

 

Hay un amplio trabajo por realizar en el que nuestra sociedad ha de compensar a este colectivo joven para que se incorpore al medio rural. Esto es dignificar a la población desempleada al sembrar y plantar futuro. Los frutales de secano, como es el caso de los almendros y las higueras, hoy cubiertos de maleza, son un foco de luz en la noche oscura del abandono que sufre y padece el campo canario.

 

El futuro también existe; las rutas que en estos días se realizan desde Tejeda en Gran Canaria a Puntagorda en La Palma no son sólo un elemento estético de encuentro con una primavera adelantada contemplando de una manera lúdica unos frutales que todavía nos brindan belleza tras cuarenta años de olvido.

 

Hoy la situación socioeconómica nos obliga a mirar para el campo, como garantía de un presente, más allá de los fríos datos que nos sitúan el PIB del sector primario canario en niveles similares al de Singapur, con menos del uno por ciento de participación.

 

Aquí el campo tiene mucho que decir, y en consecuencia, hay que cambiar la actitud hacia el sector agroganadero poniendo recursos económicos y leyes que protejan e incentiven la actividad del sector primario. Las fiestas del almendro en flor son un toque de atención de lo que tenemos que hacer en el mundo rural.

 

* DOCTOR EN GEOGRAFÍA

 

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