Salvador Allende y Nicolás Maduro

 

Juan Jesús Ayala

 

La influencia que tienen ciertos poderes relacionados con el abastecimiento de alimentos y de productos necesarios para la limpieza es inmenso, sobre todo, cuando este se prolonga en el tiempo. Cuando la situación que ya sufre parte de la sociedad venezolana se hace extensiva a la generalidad, las consecuencias que se avecinan son imprevisibles y seguramente ante el pillaje se sacará el ejército a la calle, y no todos acatarán el mandato del gobierno, sino que se fracturará la sociedad, lo que ocasionará una confrontación civil.

 

Cuando Salvador Allende presidía el Gobierno chileno, y desde su política de izquierdas procuraba favorecer a aquellos que pasaban necesidades y que, además, como era un enemigo potencial para los EEUU dadas sus buenas relaciones con Fidel Castro, los mandatarios norteamericanos tuvieron que urdir una estrategia para frenar las políticas que pretendía llevar en Chile, y lo que se puso en práctica fue casi lo mismo que ahora se le hace a Maduro. Se fue al punto más débil y certero de la diana social, que era producir el desabastecimiento del país, montándose una huelga general de camioneros que trajo consigo el fin que se pretendía: que escasearan alimentos y los productos necesarios para la supervivencia. En Venezuela está pasando lo mismo pero con otra metodología más sibilina y camuflada. Con ello se logró que el den que se instauró moviese las ínfulas de los militares al mando de Pinochet, dando al traste con las reformas sociales que pretendía el gobierno revolucionario de Allende, sometiendo al pueblo a una represión cruenta, terminando así con un gobierno legalmente constituido por otro dictatorial.

 

Y en Venezuela algunos practican las mismas malas mañas. Seguramente a parte de los que manejan los hilos del abastecimiento les vino a la memoria lo fácil que es violentar situaciones y derrocar gobiernos, y en esas deben de estar.

 

Sería lamentable que esta situación se enquistara y no se diera pronto con la solución, que aunque se ha dado de manera inmediata para unos días, no se ha establecido una solución tajante y duradera.

 

Es de desear que los pueblos caminen por los linderos que les ha marcado la democracia y no estar a salto de mata entre carencias y sufrimientos y bajo la vigilancia confusa de las metralletas.

 

La historia se repite y, como se aprecia, no se acaba de aprender de ella, y más aun cuando se desempolvan sus capítulos más negros, que deberían estar en el recuerdo lastimoso y no ser testigos de una nueva que comienza a escribirse y no muy satisfactoria, por lo que se ve.