Alimentos y crisis social

 

Wladimiro Rodríguez Brito

 

En anteriores artículos citábamos el almendro no solo como un elemento del paisaje y belleza, sino como un componente más de la relación del hombre y la supervivencia en un territorio de recursos limitados. Parece claro que el tema de la alimentación, el agua y las materias primas son asuntos centrales para la Humanidad en los próximos años.

 

Aquí es bueno situar algunas variables. Es posible que en 2011 alcancemos los 7.000 millones de personas en el planeta. Es más, la población ha aumentado en 1.000 millones en menos de veinte años. Los privilegiados de la tierra que disponían del 80% de los recursos del planeta hasta hace treinta años -EEUU, Canadá, Europa Occidental, Japón y Australia- están viendo cómo en estos momentos se están incorporando a la demanda y uso de recursos una media de más de cincuenta millones de personas al año solo en el sureste de Asia. Valga como ejemplo que la mayor matriculación de coches de General Motors está ya en China -no en EEUU-, así como la tercera matriculación de Mercedes Benz. Además, China, India, México, Pakistán y Bangladesh están haciendo acopio de las mayores reservas mundiales de cereales: arroz, trigo y maíz.

 

Por ello, más allá de que haya especulación en que una sola empresa ha comprado el 15% del cacao mundial, nos encontramos que el G-20 habla por primera vez de intervenir en la distribución de alimentos. Tenemos que situar gran parte de los problemas en el norte de África, en Mozambique y otros puntos del planeta. Y no solo en problemas de ideas, sino también en relaciones con el estómago, pues la subida del precio del pan ha sido decisiva en países en donde más de la mitad de los ingresos son destinados a comprar comida. A esto hay que añadir la sequía en Rusia y Ucrania y las inundaciones en el norte de Australia, que han acentuado más esta situación.

 

Por ello, es bueno que meditemos sobre lo que dijo Malthus hace más de doscientos años. Este clérigo y profesor planteó, con bastante fundamento, que el crecimiento de la población es de manera geométrica, mientras los alimentos crecían de manera aritmética. Norman Borlaug, premio nobel de 1970 con la "Revolución verde" -fertilizantes, pesticidas y mejoras genéticas-, logró aplacar temporalmente esta máxima de Malthus hasta hace unos años.

 

Sin embargo, en estos momentos, el abuso de los pesticidas en la naturaleza y las limitaciones en las tierras de cultivo en las que se están construyendo ciudades y vías de comunicación, con el deterioro consiguiente, hacen que la tierra de cultivo, la agricultura y el uso de una manera racional de los recursos naturales nos hagan obligatoriamente meditar en eso que nuestro buen amigo Pedro Molina nos dice, que "todos necesitamos comer dos o tres veces al día, y eso sale o de la tierra o del mar"; y que Los Rodeos no se debe urbanizar, entre otras cosas, porque es de las pocas tierras agrícolas que nos quedan en Canarias a las que hay que añadir la cultura rural de nuestra gente.

 

La subida del coste de los alimentos parece que va a mantenerse y, según prevé el Banco Mundial, no es fácil aumentar la productividad de las tierras cultivadas. En consecuencia, el debate central del siglo XXI va a estar en los alimentos, el agua y las materias primas. Por ello, queridos lectores, no estamos en un neomalthusianismo, sino en una lectura crítica del uso de los recursos y del interés social de los mismos. Buena parte del futuro de Canarias depende de lo que hagamos con nuestra tierra y agua y, sobre todo, de la incorporación de los jóvenes a una cultura diferente del uso y disfrute del medio rural. El campo no lo vamos a recuperar con las pastillas Dememori, sino con trabajo y esfuerzo como el que pusieron no hace tantos años nuestros queridos magos.