En las últimas décadas se ha producido
una polarización que ha revalorizado Garajonay asociando el parque nacional a
la naturaleza, pero separándolo del resto de La Gomera. En cierto modo,
Garajonay se ha disociado de la cultura gomera; a lo largo de la historia
insular, los gomeros han estado unidos a los espacios agrarios disponibles en
la isla como un todo, desde lo más alto de las cumbres de la isla hasta los
litorales y valles bajos de La Gomera.
El Garajonay es la joya de la corona de la
isla; lo demás queda a veces como un resto accesorio. Claro que hemos de
cuidarlo y sentirnos orgullosos de sus valores, pero no es bueno para la
naturaleza gomera y, sobre todo, para la sociedad isleña, la devaluación y el
olvido que han tenido los machu picchus
gomeros de Guadá, Hermigua,
Agulo, etcétera. Dicha devaluación ha creado
problemas serios, tanto en el plano social como en el paisajístico,
incrementado la erosión en los antiguos bancales e incluso generando mayores
peligros de incendios; han quedado los antiguos campos de cultivos cubiertos de
maleza.
Es de destacar los aportes no solo
hídricos, sino también de leña, carbón, rama y pasto para los animales que
había proporcionado siempre Garajonay a los gomeros en esa relación integral
hombre y naturaleza. Garajonay es hijo de los gomeros, si bien allí la
naturaleza ha sido menos alterada que en los valles bajos, en los que se han
levantado cientos de kilómetros de paredes para mantener una jardinería
intensiva hasta hace unos años.
Sean estas líneas para hacer justicia
con La Gomera olvidada, sobre todo con esos campesinos que nos han dejado uno
de los espacios más trabajados y cuidados de Canarias. Y sean sobre todo líneas
de ánimo y apoyo para revalorizar un paisaje, una cultura, algo que tenemos que
recuperar como básico para el futuro de esta tierra.
Hoy La Gomera dispone de un caudal
importante de agua, unos setecientos metros cúbicos por habitante y año,
mientras que en Tenerife no alcanzamos los doscientos metros cúbicos. En La
Gomera los regadíos actualmente ocupan una superficie similar a la de
Lanzarote, dada la crisis agraria que ha soportado la Isla Colombina. La
superficie regada de plátanos ha pasado de
Otra La Gomera es posible; tenemos que
dignificar el mundo rural, creando condiciones sociales y económicas para
potenciar tanto los cultivos de autoabastecimiento como otros de exportación,
en la que los aguacates y otros frutales tropicales tienen posibilidades. Sobre
todo hemos de potenciar a los hombres y mujeres del campo; eso solo es posible
si incorporamos jóvenes en los que la cultura del mundo rural entre desde los
colegios y la sociedad civil; creemos bancos de tierra y principalmente
comunidades vivas en los pueblos de La Gomera, desde mercadillos del agricultor
hasta el suministro de producciones locales en los distintos establecimientos
hoteleros de la isla. Es necesario que se establezcan también pautas para la
limpieza de fincas abandonadas en los entornos a las zonas pobladas, en las
proximidades del monte y en las vías públicas. Es importante también reactivar
las comunidades de regantes para hacer un uso razonable del agua que frene las
pérdidas significativas que tiene el uso de esta en numerosas ocasiones.
La Gomera puede pasar de los
El futuro de La Gomera no pasa por
seguir la ruta de Colón que hemos repetido los canarios a lo largo de
quinientos años. En una isla que dispone del 3% del agua del Archipiélago, con
menos de un 1% de la población, tenemos recursos para generar mejores
condiciones de vida y para que más gomeros cuiden y gestionen la isla, desde
los altos del Garajonay hasta los pescantes de Hermigua
o la playa de La Rajita. El cuidado de los montes de La Gomera hemos de
asociarlo con la suerte y el futuro que tengan los machu
picchus de los valles y lomadas bajas. Tenemos que
creer de verdad en el futuro de esta La Gomera.
* DOCTOR EN GEOGRAFÍA
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