Agua:
lo público y lo privado
Wladimiro
Rodríguez Brito *
Leemos
unas declaraciones de responsables políticos del PSOE en Tenerife sobre los
problemas del agua en la Isla y con posibles expropiaciones a los que han
construido las galerías y pozos como solución. Es bueno que sepamos que en
esta Isla se han construido más de 1.000 galerías con
Es
más, en 1940 apenas disponía de agua corriente el 10% de la población, pues
el consumo urbano se situaba en 30 hm3/año, mientras que hoy supera los 260
hm3/año, situación ésta que debe hacernos reflexionar sobre la mejora de la
calidad de vida de nuestro pueblo. Esta cuestión se debe a los que han
alumbrado el líquido elemento y a un compromiso por parte de las instituciones
canarias: ayuntamientos, cabildos y Administración autonómica y últimamente
el Estado y la Unión Europea (UE), en mejorar infraestructuras hídricas en las
Islas; es decir, el agua corriente ha dejado de ser para una minoría urbana y
afortunadamente disponemos del líquido elemento en más del 98% de las
viviendas de las Islas.
El
agua es algo más que mercancía; por ello en los momentos actuales se impone un
uso más justo y razonable de un bien escaso y tan valioso para la salud y el
bienestar de la población. Estamos totalmente de acuerdo con que el interés público
ha de primar sobre cualquier otro interés; es decir, un mínimo de litros por
habitante/día sin tener en cuenta por supuesto el bolsillo de los ciudadanos.
Sin embargo, lo que está ocurriendo en España y en Canarias tiene otra
lectura. Según parece, el año que termina se le ha cortado el agua a más de
400.000 familias, y lo que es peor, todavía no se ha establecido un mínimo de
litros por habitante/día ni hay un compromiso con aquellas familias que tienen
dificultades para pagar el recibo del agua. Es más, el asunto de empresas públicas
y privadas tiene distintas lecturas, puesto que aquí se habla de los
aguamangantes para aquellos que hicieron las galerías y los pozos; sin embargo,
se le está entregando la gestión de las aguas en nuestros municipios a
multinacionales que cotizan en bolsa y que, cuando las cosas les dejan de ser
rentables o tienen problemas de inversión, toman decisiones como las de Puerto
de la Cruz, es decir, agua que tiene calidad para los vecinos de Los Realejos,
La Orotava o parte de Puerto de la Cruz, por problemas de infraestructuras
locales, no la tiene para otros de este último municipio. Los que la pagan
sufren esos problemas: los vecinos; en este caso, el daño es para los más débiles.
En
España, en estos momentos, el 50% del abastecimiento urbano está en empresas
privadas y ha dejado de ser gestionado por los respectivos ayuntamientos,
situación que se complica en el mantenimiento de las depuradoras y de todas las
infraestructuras de abastecimiento, que en muchos casos, sean públicas o
privadas, no tienen la mejor gestión para optimizar un recurso limitado como es
el agua (a diferencia de París, que parece ser que ha vuelto a la gestión pública
del abastecimiento urbano de sus vecinos). Se impone una buena gestión del
agua, bien sea pública o privada, una que valga como referencia; lo que se nos
dice es que de los más de 1.500 millones de euros que ha puesto la UE en los últimos
años para desaladoras en España sólo funciona el 20%, cuestión que se
complica en Canarias por la falta de inversiones por la Administración central
en la construcción de desaladoras o/y depuradoras.
Es
en este plano en el que creemos que está el fondo de la problemática en
Canarias, puesto que hay un deterioro en la producción de aguas subterráneas,
ya que hemos pasado de 460 hm3 en
Por
lo tanto, necesitamos capitalizar el sector tanto en inversiones económicas
como en cambio de mentalidad, en el uso y en los valores de la gestión del líquido
elemento en estas Islas y, como consecuencia, en una revalorización del
trabajo, del esfuerzo y de la solidaridad con los que han construido gran parte
de las infraestructuras que hoy disfrutamos y que necesitamos renovar con
recursos económicos e ilusiones, en unas generaciones que se han alejado de la
problemática del agua, en un territorio en el que siempre la escasez fue
dominante, pues no podemos pensar que nuestras galerías y pozos en muchos casos
apenas tienen gestión, o en que muchos aljibes se han convertido en garajes, o
en la que las piscinas o campos de golf resten agua a la agricultura sin ningún
tipo de solidaridad con el hombre del campo, con el paisaje y con el
autoabastecimiento en esta tierra.
Esperemos
que la fiebre privatizadora de la gestión del agua en los ayuntamientos cambie
de rumbo, pero también que se imponga una cultura del buen uso de ésta, de los
límites en los derroches (valga como referencia que la ONU propone un mínimo
de
*
Doctor en Geografía