ÁFRICA-CANARIAS. ELEMENTOS PROBATORIOS DE CULTURA COMÚN

 

 

[…, las últimas oleadas de pobladores de origen africano procedente del ámbito cultural de tecnología metálica (cobre, bronce o hierro), que no podían continuar su desarrollo en estas islas por la obvia falta de metales fácilmente explotables, de todos conocido, posibilitando el despegue de la industria lítica alternativa combinada con derivados de hueso y madera.]

 

 

Se ha de partir de la teoría por la que el Sahara próximo, actualmente desierto, estuvo ampliamente poblado, aspectos deducidos de estudios cronológicos en polinización, flora o fauna para épocas relativamente recientes (10-2000 años AC). Poblamiento éste considerado en función paralela con variadas micro oscilaciones climáticas que tuvieron lugar en dicho periodo y que el investigador francés J Hugot ha estudiado meticulosamente en un capítulo de Historia de África editada por la UNESCO.

 

Aquellos desplazamientos poblacionales eran más intensos a medida que el clima se tornaba cada vez más seco y cálido con disminución de precipitaciones que agotaron fuentes, ríos, lagos, y, consecuentemente, obligando al hombre, de por sí trashumante, a emigrar hacia regiones periféricas más idóneos para la siempre difícil subsistencia. Las cosas atlánticas frente a Canarias sería uno de sus asentamientos preferidos.

 

Por todo ello no ha de extrañarnos la identificación, ampliamente constatable en lo humano, entre culturas de sustrato similar en todo el norte de África, pero extensible a las Islas Canarias para diferentes épocas. Las industrias líticas, en hueso, la cerámica, y especialmente en grabados de arte rupestre o pintaderas, que contextual izan un paralelismo cultural común.

 

Existen estaciones rupestres y de arte en todas las islas, todas con amplios estudios o monografías catalogadas bibliográficamente en nuestras universidades. Analizamos, por cuanto a lo limitado de este trabajo, las de zona de El Julán en isla de El Hierro y Zonzamas en Lanzarote sitas en islas distintas y distantes.

 

Los grabados de El Julán se hallan inscritos en soporte de basalto volcánico, escorias de lava, sitos en el sur de la citada isla sobre terrenos de pastoreo con gran inclinación de montaña hasta el Mar de Las Calmas. El descubridor de estos jeroglíficos, el presbítero Padrón hacia el año 1875, los consideró como caracteres de extraña apariencia, agrupados en dos o más, y que refutó como “signos primitivos escriturales o numéricos de una época remota”. Aparecen inscripciones alfabéticas, líbicas – que a su vez se encuentran en otros lugares de la misma isla- y sobre todo grabados domésticos compuestos por círculos aislados partidos por uno o más diámetros tangentes, trazos sinuosos en herraduras, así como la característica espiral de carácter casi genérico en todas las islas (en concomitancia tal vez con otras aparecidas en Bretaña o Irlanda).

 

Múltiples han sido las interpretaciones en torno a tales grabados, pero todos son coincidentes con el emparentamiento norteafricano, de similar estructura con los signos aparecidos en lugares tan distantes como las estaciones de Hagaar y Tibesti en el mismo centro del desierto sahariano. La Sociedad Geográfica de Madrid en 1877 o nuestro sabio Berthelot, consideran posible su pertenencia al tipo de escritura libio-bereber y relaciona estos grabados con los aparecidos en distintas zonas del Norte de África. Otros investigadores, Ripoche, Grau Bassas o Faidherbe, Millares Torres, sin menospreciar la aseveración, hoy menos considerada , de Rene Vernau por su misticismo rebasado por la ciencia, consideran las citadas grabaciones como originarias de las costas de Líbia y sus autores hábiles navegantes aventureros en nuestras costas canarias. Wölfel y sus seguidores los llevan a culturas cretenses y paleo numídicas (3-4 mil años AC), no descartables puesto que la navegación a vela era algo habitual en el Mediterráneo desde 4 mil antes C. Sin embargo, todas las teorías coinciden que su procedencia originaria es norteafricana y en obligada relación con el Mediterráneo, cuna de la cultura universal.

 

Pero el máximun de la interpretación aislada, posiblemente politizada o interesada, corresponde a Hernández Rubio Cisneros quien sostiene que “los petroglíficos canarios en general son objeto de mucho teatro”, dudando incluso que sean grabados líbicos y de origen norteafricano, añadiendo que “ que pudieran haber sido realizados por cualquiera que vagara por aquellas rocas, refiriéndose a los de El Julán, y se aburriera solemnemente, bien en tiempo prehistórico como históricos…”, lamentable deducción a nuestro entender que si es capaz de aburrir a cualquier entendido en esta materia, que no era precisamente la que el Sr. Hernández Rubio dominara. Si nos atenemos a ello conduciría a otra lamentable conclusión como sería considerar a los grabados milenarios de La Palma, Bretaña, o Escocia (espirales con un formato común), e inclusive los hititas o egipcios como obras de pastores aburridos y no de artistas despistados pero sí creadores de arte.

Otras conclusiones más acertadas serían considerarlos originarios de la cultura que dominó el entorno: la líbico bereber, como la más razonable por la misma similitud gráfica, o la teoría del estudioso Cubillo Ferreira que plantea el parecido existente entre la lengua aborigen canaria (el guanche) con la amazig o tuareg actual del Sahara próximo. Es una consecuencia lógica del proceso de poblamiento y colonización pretérita que defendemos. Teoría coincidente con la que defiende el estudioso italiano Atilio Gaudio en su obra “Epiques et douces Canarias” quien interrelaciona el tuareg y el alfabeto llamado Tifinagh con el canario antiguo por su alto grado de similitud estructural y que los colonizadores europeos conocieron en diferentes contactos anteriores al definitivo al proceso colonizador a partir de principios del siglo XV.

 

O como dice Rubén Naranjo autor de un excelente trabajo sobre los grabados rupestres de El Julán, Revista Arguayo, 207/94; cuando dice: “Está en juego nuestra identidad como pueblo. Ese término tan sobado (sic), tan manipulado e incluso negado, según sean los intereses de aquellos que se refieren a él. Únicamente en nuestras manos (también en las de los científicos en investigadores objetivos) está en definir claramente esta faceta tan clave de dicha existencia como pueblo con raíz propia”, y añade más adelante “esa reconquista de la identidad histórica no es  sino la descolonización de la Historia de un país de todos los perjuicios y demás afirmaciones gratuitas transmitidas por el ente colonizador”. Identidad existe y no hay que recurrir a los grabados del Julán, o de otras manifestaciones, ni siquiera a la lengua Tuarg-bereber, puesto que dicha identidad diferenciada existía a la llegada de los conquistadores-colonizadores.

 

En la estación lanzarotera de Zonzamas los grabados aparecen soporte de rocas fonolíticas, o en bloques de basaltos sueltos, y su contexto arqueológico se halla claramente definido por la presencia de otras formaciones de sustrato como las queseras y poblados de superficie, según nos dice Arco Aguilar o Jiménez Gómez de la ULL, y aparecen dos técnicas para ejecutar el grabado: el picado y la incisión que pueden o no coexistir en el mismo yacimiento con motivos diversos. Así aparecen con caracteres líbico bereberes en Peña de Juan del Hierro o Luis Cabrera que pueden ser considerados pleno – históricos o pompeyanos de escritura latina (propios del castellano antiguo), según A. Betancort, con trazos rectilíneos aislados o formando combinaciones asimétricamente cruciformes, combinados con motivos curvilíneos que aparecen con carácter general en todas las Islas del Archipiélago.

 

Respecto a la industria lítica de lascas de piedra dura en la búsqueda de la mutua influencia canario-africana, tampoco ofrece duda de ningún tipo, puesto que el repertorio lítico que el Sahara ofrece es gigantesco, desde las primitivas industrias de guijarros toscos o tallados (pebble tools), datados en el paleolítico inferior (150 mil años AC) hasta los bifaces lanceolados del tipo achelense o hachas de sílex que con menos frecuencia aparecen en estas Islas. No obstante, para épocas más cercanas del paleolítico superior o pleno neolítico, los yacimientos muestran diversos conjuntos de manufactura cuyo material es la piedra por el empleo de talla o abrasión (esto menos detectado fuera del Archipiélago), avalado por la influencia cultural de las últimas oleadas de pobladores de origen africano procedente del ámbito cultural de tecnología metálica (cobre, bronce o hierro), que no podían continuar su desarrollo en estas islas por la obvia falta de metales fácilmente explotables, de todos conocido, posibilitando el despegue de la industria lítica alternativa combinada con derivados de hueso y madera.

 

 

Fuente: Miguel Leal