Don
Benito Pérez Galdós eligió ser español
Isidro
Santana León *
Para empezar, quiero decir que no me considero con autoridad para
analizar la obra literaria de Galdós –sería una perogrullada manifestar que
fue un excelente narrador, un gran dramaturgo, un afilado articulista y un prolífico
intelectual–, estudiosos, críticos y panegiristas, más profesionales y
entendidos que yo en la materia, no le han faltado a su obra.
Por
otra parte, no deseo ganarme la antipatía, ni es mi intención desautorizar al
profesor, compatriota y amigo Francisco Tarajano, ya que en mi síntesis sobre
el personaje hay una mezcla de reflexión y emoción que aparenta contradecir su
tesina publicada, nada más lejos de la realidad, cuyo razonamiento no tiene
porque ser subjetivo. Si bien no cuento con documentación para afianzar mi
valoración en cuanto al compromiso político y patriótico de Galdós para con
Canarias, es su obra fiel reflejo del desdén que a su tierra natal hizo, ya que
no la aludió ni defendió públicamente. No hay patria chica ni patria grande,
todas las patrias son grandes.
En
algún momento que escribía este comentario, pensé en abandonar mi teoría
sobre Galdós o cambiar el sentido para no herir sensibilidades, pero me engañaría
a mí, porque no es lo que siento ni lo que entiendo, no de su obra literaria,
sino de su moral y su compromiso con Canarias.
Confieso
que he leído poco sobre don Benito, y que lo leído ha sido tardíamente,
seguro que por prejuicio, quizás por el tópico, o verdadero sentimiento del
insigne escritor referido a Canarias, cuando dijo que “de esta tierra no quería
ni el polvo”. O tal vez porque, que yo sepa, a lo mejor me equivoco, no
escribió o dijo nada público, importante o no, referido a nuestras islas, a
excepción del conocido renegar de ellas. Es mucho el desamor creado en el
pueblo canario por esas declaraciones, que muchos tratan de justificar como
banalidad, o carencia intelectual para enjuiciar sus palabras, de aquellos que
manifiestan su disconformidad: las palabras son las que son y en momentos
determinados expresan profundos sentimientos. ¿Por qué no pudo ser soberbio,
Galdós?, ¿es que no era humano? ¿Es que no pudo sentirse agraviado porque
nadie lo entendiera, incluyendo a su prima, o que le ningunearan en Canarias y
reaccionara así? ¿Es que su potencialidad intelectual le aparta de las
emociones?... ¡Por cuanto sufrimiento debe pasar un autor, en la materia que
sea, cuando su creatividad o sus ilusiones no son compartidas…! ¿Pero hasta
el punto de enojarse con su patria?, ¿es que no conocía su patria, no sabía
del colonialismo atroz que padecía y padece?
Fue
don Benito un buen español porque eligió ser español y porque su conciencia
se hizo española. Nacer en un lugar no es determinante para ser hijo de él;
sentir el terruño, amarlo y defenderlo es elegir la nación con la que se
identifica. Pérez Galdós vivió de espalda a Canarias, de cara a Madrid y a
esa España de la que tanto habló por escrito, descifrando sus miserias,
denunciando las injusticias y combatiendo el pensamiento retrogrado del clero y
de la monarquía. Lo admiro hasta por eso, pero no lo reivindico como un autor
canario; además, él no lo hubiera permitido. Hay quienes lo preconizan como el
embajador de Gran Canaria ante el mundo y la realidad es que, en el mundo, nadie
lo relaciona sino con lo español. La verdadera nacionalidad o patria no se
impone, se elige. Se me viene a la cabeza un autor, nuestro, nacido en Madrid,
llegado a Canarias muy joven, con su familia, quien asimiló nuestra cultura,
nuestras costumbres, pensó, sintió y vivió como un canario más, y lo dejó
por escrito: me refiero a Pedro Lezcano. Creo que el caso de don Benito está en
la misma tesitura: sintió, amó, defendió a Madrid y a España como un buen
madrileño y como un fiel español. Incluso, me atrevería a decir que,
reconociendo la universalidad de su obra, estamos ante un autor endogámico:
Madrid parece ser su íntimo escenario de observación, ojeando a la perfección
la España de adentro pero obviando la de afuera. De su boca salió:
“Pero
la clase media, la más olvidada por nuestros novelistas, es el gran modelo, la
fuente inagotable. Ella es hoy la base del orden social: ella asume por su
iniciativa y por su inteligencia la soberanía de las naciones, y en ella está
el hombre del siglo XIX con sus virtudes y sus vicios, su noble e insaciable
aspiración, su afán de reformas, su actividad pasmosa. La novela moderna de
costumbre ha de ser expresión de cuanto bueno y malo existe en el fondo de esa
clase, de la incesante agitación que la elabora, de ese empeño que manifiesta
por encontrar ideales y resolver ciertos problemas que preocupan a todos, y
conocer el origen y el remedio de ciertos males que turban las familias. La
grande aspiración del arte literario es dar forma a todo esto”.
Si
bien la obra de Galdós se circunscribe a Madrid, en excelente estilo
costumbrista, fue también el insigne un pensador, un político con compromiso
activo –no nos olvidemos que ejerció de diputado por el partido de Sagasta,
“Partido Liberal”–, un académico, anticlerical y republicano: un hombre
con gran relevancia pública. No obstante, tratándose de una personalidad
influyente en su época, parece inhibirse en cuanto a los problemas que turban,
como él dice, a las familias de Canarias y de la América colonial.
Al
menos yo no tengo conocimiento de artículos, declaraciones, afirmaciones o
negaciones de Don Benito, hacia la España de ultramar –no sólo me refiero a
Canarias sino a Cuba, Puerto Rico, Filipinas–, y más bien silencio ante el
gran acontecimiento nefasto para España: la perdida de las colonias, donde
también se soltaba Canarias y que, por desgracia, así no sucedió. En este
aspecto si se retrataron Unamuno, Azorín y algunos intelectuales más, miembros
o colaboradores del Instituto Libre de Enseñanza, fundado por el pensador
krausista, Francisco Giner de los Rios, rechazando la guerra colonial. No se
tiene noticia ni compromiso de Galdós entre esa pléyade intelectual y
progresista.
Debió
don Benito tener conocimiento de todo ello, pues, además, su hermano era
militar, oficial, con méritos, en Cuba, más tarde Capitán General de Canarias
y creo que gobernador de Gran Canaria, como también saber, si no directamente,
pues salió en prensa española, sí en el parnaso donde se relacionaba, de un
asunto referido a Canarias y a Cuba con la detención arbitraria del libertario
Secundino Delgado, secuestrado en la cárcel Modelo de Madrid. Sí supieron de
este apresamiento, porque quisieron saber, el diputado en España, pero con alma
canaria, Nicolás Estévanes y el anarquista Fermín Salvochea, quienes le
ayudaron en su proceso y, no menos, moral y humanitariamente. Ni una letra de
Galdós al respecto: estaba él tan ocupado con su Madrid, con su España y sus
clases… O quizás se había fugado a París, en momentos convulsos, para
descansar de ser español. Con toda la admiración que puedo sentir hacia Galdós
como escritor, la misma que siento por otras mujeres y hombres de la cultura,
jamás lo voy a reivindicar como un canario, sobre todo en honor a su memoria,
ya que no serlo fue su deseo y convicción.
Allá
aquellos que se quieran engañar o, interesadamente, usar como referencia patriótica
al ilustre, y no me refiero a Tarajano (me consta que él defendió a Galdós
contra corriente, con sinceridad, haciendo un trabajo de arto sacrificio cuando
casi todos denostaban al ilustre), sino a los oportunistas y carroñeros
coyunturales que más tarde se convierten en demócratas; cada cual reivindica,
en muchos de los casos, más que a los suyos, lo que le interesa. También yo
glorifico a los míos, a los pensadores, escritores y creadores que han puesto
su intelectualidad e inteligencia al servicio de Canarias, denunciando su
sometimiento colonial e incluso, aquellos autores que, por su cobardía, la
pinten de forma colonial ante el mundo: se puede amar a Canarias, hasta
colonialmente, pero nunca despreciarla. Al respecto, echo manos a un fragmento
de un prólogo que Víctor Ramírez hace a Francisco Tarajano, en su libro
“Desde el Aguayro” Dice así:
«En
una patria colonizada la sinceridad poética siempre será bronca, jamás será
suave. El mismo Tarajano expuso, muy sencilla, muy directamente, cuál es la
misión del intelectual honesto, decoroso, en nuestra patria sometida, la misión
del intelectual independentista que ha de andar permanentemente alerto para no
sucumbir a las tantas tentaciones de la debilitadora vanidad. Y la expondría en
una sencilla estrofa: Si peleando yo muero/ nadie se acuerde de mí/. Fui
canario en el desierto/ pero nunca un muladí. Nunca un muladí, un renegado,
nunca. –Escribió Víctor sobre la estrofa de Tarajano.
No
le valió de mucho a nuestra Patria que Galdós fuera un celebérrimo: político,
liberal, anticlerical, progresista, académico, socialista, republicano…;
tampoco creo que ignorara los problemas y la convulsión existente en referencia
a España y sus colonias, Canarias incluida, pues entablaba buena amistad con
Fernando León y Castillo, pareciendo reprimirse ante semejante acontecimiento
de dominación española sobre otros pueblos, al contrario del compromiso
literario, que sí asumió, con respecto de la dominación francesa en España.
“La gran aspiración del arte literario es dar forma a todo esto” Es decir,
aclarar, es decir, denunciar. Son sus palabras.
En
esta colonizada patria nuestra, existe la cobarde costumbre de desenterrar a los
muertos y enterrar a los vivos. Da igual el pensamiento, la ideología, la
altura intelectual; es cierto que se sustentan, apoyan y premian a los de la
pluma dócil, colaboracionista y colonial, y se soterran a las mujeres y
hombres de la pluma rebelde, usando como excusa, por ejemplo, a Don Benito Pérez
Galdós. ¡Si Galdós levantara la cabeza! Pues yo también uso a Don Benito
como pretexto, para ventilar un poco el hedor intelectual de los que colaboran
con la putrefacción de nuestra Nación Canaria. Y lo hago desde mi solitaria
tribuna, como puedo, con miedo incluso, pero con decencia, en este desierto al
que me y nos confina la casta impostora que se hace llamar canaria o defensora
de lo nuestro. Todos los modelos para la ilustración y el conocimiento de
nuestros hijos se han impuesto, desde el primer contacto con la enseñanza, a
través de autores foráneos y acontecimientos de allende nuestra realidad:
sobre todo las glorias de España, la valentía de sus héroes y la bondad de
sus monarcas; haciendo digerir, además de nuestro sometimiento, su sanguinaria
historia como la gran epopeya para la civilización humana: la colonización.
Anacronismo vergonzante del que se vanaglorian, creyéndose aún con derechos
sobre los pueblos, y magnificando la grandeza de su añorado imperio,
exhibiendo, entre otros, a sus prohombres de las letras, la pintura, la ciencia,
el deporte y hasta del parchís.
Seguro
que a Pedro Lezcano, al que uso de referencia por la analogía patriótica con
Galdós, si se diera cualquier contrariedad política por lo que su figura
representa, la ralea españolista en Canarias no tardaría en estigmatizarlo de
godo, para mancillar, sobre todo, su pensamiento escrito, como lo hace con los
que aquí estamos presente y otros tantos ausentes, a quienes se nos tacha de
radicales independentistas. Para mi es un honor. La misión de un escritor
honesto es dar forma y mostrar la realidad existente, y la que existe en
canarias se llama colonialismo rancio español, que siempre se solapa con el
humo de la otra calaña intelectual de oficio. No me vale eso de que nadie es
profeta en su tierra, en esta colonizada nación a los profetas rebeldes se
entierran o se abaten desde que empiezan a caminar. También podemos ver a los
que encumbran, desde la música hasta la escultura, porque van sumisos al
pesebre y contribuyen a perpetuar el estatus colonial.
A
mi juicio, la literatura no solo debe tener buena vista y sabor sino alimentar
las conciencias. Y la conciencia aquí, para el bien, el progreso y la
prosperidad de canarias y de su pueblo, debe ser soberanista.
Canarias
no le deba nada a Galdós, de la misma forma que Galdós no le debe nada a
Canarias; pero tiene mi aplauso, no sólo por ser un excelente escritor sino
porque tuvo el honor de elegir patria: fue un fiel español.
15/05/12
* Estudio sobre la canariedad de Benito Pérez Galdós expuesto por Isidro Santana León en el Centro Cultural Canarias, espacio digital.
Poema recitado por Isidro Santana en el acto de homenaje a Francisco Tarajano: 'Dentro de mi'