Texto
del manifiesto leído en la concentración
POR
EL DERECHO DE AUTODETERMINACIÓN DE LOS PUEBLOS
Verónica
Rodríguez Touzard, de Alternativa Nacionalista Canaria, leyendo el manifiesto.
[...En Canarias sabemos mucho de infamias. Demasiado. El desencaje que sufrimos con respecto al Estado español, que nos coloniza, y la dependencia orgánica a la que nos vemos sometidos con relación a ese Estado, nos deja postrados, incapacitados para tomar decisiones sobre nuestro presente, puesto que hablar de futuro sería una demanda de carácter sobrenatural...]
Los
pueblos deben poder aspirara a su libre determinación. Reclamar el Derecho de
Autodeterminación para los pueblos -para todos los pueblos- es legítimo. Más
allá de que las legislaciones de los Estados, de la mayor parte de los Estados,
no contemplen ese derecho, los pueblos están legitimados para ejercerlo, porque
los pueblos deben tener el derecho a pronunciarse sobre el marco político en el
que quieren desenvolverse.
Lo que no es legítimo
es que ese marco político se imponga, y que se imponga por la fuerza. La
dominación de un pueblo o de un Estado sobre otro pueblo es un acto de fuerza.
Cuando una comunidad no puede decidir sobre todo lo que le concierne, incluida
su vinculación a un determinado marco político -cuando eso sucede- se está
ejerciendo violencia. Y esa violencia política -la
limitación de derechos y libertades-, solo evidencia una profunda falta de democracia. Todos los pueblos
deben poder determinarse libremente y deben contar con los mecanismos que
permitan esa autodeterminación. El ejercicio o no de ese derecho dependerá de
lo que esa sociedad decida. Por tanto, cuando hablamos de libre determinación,
estamos hablando de democracia. Si el
Derecho de Autodeterminación no se contempla en la legislación de un Estado,
ese Estado no será plenamente democrático.
Los pueblos -las
naciones oprimidas, colonias, territorios
no autónomos, etc.- deben contar con las herramientas políticas y jurídicas
que les permitan ejercer su soberanía. La negación de esos mecanismos democráticos
-en última instancia- implican la negación de esa comunidad política. Y sin
comunidad política, tampoco hay ciudadanía; y solo nos quedaría la
posibilidad de ser meros súbditos, es decir, la sumisión total y absoluta.
El Derecho de
Autodeterminación de los pueblos no es una reivindicación del pasado. No se
trata de una etapa de la historia de la humanidad superada, sino que la lucha
por la autodeterminación -la lucha de los pueblos por ser sujetos históricos-
sigue siendo la lucha más importante que encontramos a nivel planetario. Las
luchas de hoy son las luchas de los pueblos por determinarse libremente, es la
lucha de los pueblos por ser ellos mismos; es
la lucha de los pueblos para decidir sobre su territorio y sus recursos, la
lucha de los pueblos por salvaguardar el medio para poder tener futuro.
La opresión más terrible que sufre la humanidad es la
opresión que genera el sistema capitalista. Hablamos de la dictadura de los
mercados globalizantes y del capitalismo que coloniza el mundo y desposee a las
masas subalternas. Y enfrentarse a esa desposesión mundial no es otra cosa que
levantar la bandera de la autodeterminación. Porque
muchos pueblos -y no nos referimos solo a los pueblos que quedaron a la deriva
de la historia, pendientes de una resolución de la ONU o de entrar en la lista
de países a descolonizar-, naciones constituidas y supuestamente libres, se ven
en la necesidad de enfrentarse a la injerencia de otros Estados. Por eso hablar
de autodeterminación, es hablar de una lucha de muchos.
Al mismo tiempo, se
debe comprender que la reivindicación de derechos por parte de las naciones
oprimidas no es una lucha ajena a la defensa de las libertades individuales; los
procesos de autodeterminación no son maquinarias ciegas y sordas. Cuando un
pueblo decide emprender el camino de la libertad, ese pueblo no es una
entelequia, ese pueblo se conforma como realidad compleja: suma de consciencias,
suma de individualidades, suma de luchas y resistencias.
Una certeza que tenemos
es que los procesos de liberación de los pueblos no empiezan un día y terminan
-pasado un tiempo- otro día. Las luchas de liberación empiezan cuando desde el
interior profundo de un pueblo unos pocos emprenden la tarea de traducir un
sentimiento y darle forma material. Un sentimiento que no nace de la nada, sino
que cobra realidad en medio del sufrimiento, en medio de la injusticia, y, sobre
todo, nace del oprobio de la negación. Los pueblos son negados porque de esa
forma pueden ser expoliados, arrasados y esclavizados. Como
respuesta a esa negación, brota la voluntad de afirmarse; de esa chispa que es
consciencia, nacen las luchas de liberación de los pueblos.
Luchas de afirmación y
liberación de los pueblos que surgen cuando, como en el caso español, durante
40 años se ha vivido en la anormalidad de un Estado heredero de un régimen
fascista y criminal. Durante esos 40 años se ha aceptado que siempre ganaran
los mismos. Las diferentes oligarquías se han repartido el pastel del expolio y
nos han mantenido atados de pies y manos. Por mucho que gasten en palabras y
traten de convencernos de eso que han denominado Estado
de derecho, vivimos una constante excepcionalidad. Y de ese excepcionalidad
hablan desde Cataluña, desde Euskadi,
desde Galicia…desde Andalucía… cansados ya de esa España
que pretende seguir siendo, con careta democrática incluida, unidad
de destino en lo universal. Por cierto, unidad
de destino en lo universal que
no tuvo ningún problema a la hora de arrojar al pueblo saharaui por
la borda y dejarlo a expensas del colonialismo de la dinastía alauí. Y tampoco sería justo olvidarnos del Rif,
o del lamentable papel jugado en la descolonización de Guinea
Ecuatorial. Una verdadera historia de la infamia que no ha terminado y
que tardará mucho todavía en terminar.
Y en Canarias sabemos mucho de infamias. Demasiado. El
desencaje que sufrimos con respecto al Estado español y la dependencia orgánica
a la que nos vemos sometidos con relación a ese Estado, nos deja postrados,
incapacitados para tomar decisiones sobre nuestro presente, puesto que hablar de
futuro sería una demanda de carácter sobrenatural.
Los índices de pobreza, de paro, de fracaso escolar, la
dependencia exterior, el desmantelamiento de determinados sectores productivos y
la devastación del territorio son las principales consecuencias de esa falta de
soberanía popular. Somos
conscientes de que nuestra miseria es el pago que hace España a las oligarquías
por el refinado y efectivo trabajo de alienación y sometimiento que ejecutan
sobre todo un pueblo. Un
trabajo arduo y complicado el de limitar la percepción de la realidad a todo
una sociedad. Pero su efectividad está más que demostrada. Por eso en Canarias
también tenemos que hablar de autodeterminación, hablar de la necesidad de
articular todos los mecanismos que nos permitan la libre determinación, porque
el pueblo canario es un pueblo objetivamente explotado, oprimido y desposeído.
Hace 118 años, un
hombre sencillo, un hombre del pueblo. No era un burgués ni un oligarca. Hace
118 años –decimos- Secundino Delgado -apelando
a un paisano- interpeló a todo un pueblo: “¿Cómo es que han
conseguido los pueblos su mejoramiento, su progreso y su libertad relativa? ¿Acaso
con la sumisión y la fidelidad, encogiéndose de hombros y aguantando todas las
cargas que sus amos quieran echarles encima? No. Desgraciado el pueblo que tal
haga. Sólo por la rebelión, por la audacia y la valentía llegan los pueblos a
su mejoramiento y su libertad. Es la Historia que nos enseña el ayer y nos señala
el mañana”.